82.

291 22 2
                                    

Salí del hospital suspirando, aliviada porque al fin había terminado de trabajar y me podía ir con Mauro como habíamos quedado. Fui a mi auto, entré y cuando conecté la llave, comenzó a sonarme el teléfono en mi bolso, en el asiento de copiloto.
- ¿Sí?
- Soy Lau.
- ¿Qué pasa?
- ¿Podés venir a por mí?
- He quedado con Mauro.
- Es sólo un momento...
- Te odio.
- Te quiero, chao.
Terminó la llamada antes de que comenzarán la a discutir y dejé el teléfono para arrancar rápido y comenzar a manejar hacia el taller, esperando a llegar a tiempo a mi casa para cambiarme e irme con Mauro.
Al llegar, como siempre, no estaba por allá. Resoplé y abrí la puerta, saliendo del auto pero quedándome justo fuera del asiento de piloto.
A lo mejor pude verle hablar con otro chico, uno que se me hacía conocido. Segundos después, me di cuenta de que era aquel con el que hablaba y evitaba contarme sobre él.
Me apoyé en el auto y fruncí el celo, fijándome más en lo que hacían mientras reían y hablaban. Entonces me di cuenta como Lautaro le pasaba un sobre casi a escondidas. Pero mi hermano no era muy listo y no sé dio cuenta de que estaba a metros de ellos, mirándolos, con un sobre en blanco que sobresalía entre la oscuridad que veía desde acá en el taller.
Antes de que se diesen cuenta de que estaba mirando, decidí volver a entrar en el auto y esperarlo allá. Segundos después, ya estaba dentro saludándome como si nada.
Decidí no preguntarle nada y manejar en silencio, oyendo lo que él me contaba de su día. No quería saber nada y no quería discutir con él porque no le gustaba que le preguntaste sobre su vida, así que preferí ignorarlo. Aunque no olvidarlo
Llegamos por fin a casa y nos despedimos, dejándolo ir para seguir manejar, ahora de vuelta a casa. Salí corriendo del auto y fui directa a la ducha, cambiándome de ropa al salir y secándome el pelo.
Guardé mis cosas, me terminé de preparar y mandé un mensaje a Mauro cómo me dijo. Minutos después, mientras le esperaba sentada en el sofá, me devolvió el mensaje diciendo que ya estaba fuera. Así que, salí.
A lo lejos lo vi fumando, como de costumbre, apoyado en el auto negro que tenía detrás de él con uno de sus amigos en el asiento de piloto. Mientras caminaba hacia él, desvió su mirada de un lado de la calle a mí, sonriendo levemente a la vez que daba una calada, soltando después el humo lentamente sin dejar de tener sus ojos en mí. Frené cuando estábamos a pocos centímetros del otro.
- Estás linda.
- ¿Estoy?
- Y sos.
- Para igualarte.
Negó con la cabeza levemente sin dejar de mirarme y de sonreír. Antes de que volviese a dar una calada más, cuando noté su movimiento de mano hacia arriba para llevarse el cigarro a la boca, me adelanté y terminé con nuestra distancia con un lento, suave y corto beso, guiñándole el ojo al separarnos.
Sin quitarme la mirada ni dejar de sonreír, llevándose el cigarro por fin a la boca, yo abrí la puerta y entré a los asientos de atrás ignorando su mirada.
Saludé a su amigo y segundos después, cuando tiró el cigarro al suelo, entró por fin al auto, sonriendo ahora a su amigo. En ese instante, comenzó a manejar.
No me dijo a dónde íbamos, pero me lo esperaba, al igual que me esperaba como iría la noche si todo iba bien.
Llegamos a Colta, saludando a los que conocíamos, aunque yo prefería solo levantar la mano tímidamente mientras me agarraba con la otra a la de Mauro, dejando que él me guiase a dónde sea que quisiera estar.
Pasamos al reservado y ya vi a más gente que conocía, algunos más que otros, pero siempre solían estar los mismos por acá.
Fui a por algo de beber para empezar la noche y ya que estaba, le llevé a Mauro también un vaso con más alcohol que el mío, ya que sabía sus gustos y él los míos.
Me puse a su lado, hablando con sus amigos por encima de la música y riendo con ellos hasta atreverme a bailar, ya con el vaso casi vacío.
Mauro se unió a mí nada más me vio, acabando casi tropezándonos con nosotros mismos por lo pegados que estábamos al otro y lo que nos reíamos.
Con su brazo alrededor de mi cintura, me llevó junto a sus amigos de nuevo, sentándose él en un sillón y yo en sus piernas.
Mientras que él hablaba con algunos, yo hablaba con otros y los conocía más, bebiendo a veces del vaso de Mauro, ya que no lo tenía tan vacío como el mío. Cuando se terminó fui a por más, bebiendo más seguido, dejando de hablar tanto para escuchar más lo que decían y dedicarme solo a eso y a reírme.
Oímos lo que parecía una pelea fuera, algunos salieron y otros prefirieron quedarse dentro, como yo y Mauro, que estábamos lo suficientemente entretenidos para no ir.
Con algunas de sus amigas me fui a bailar en cuanto tuve otro vaso lleno en mis manos, bebiendo como si nada, ignorando los mareos que comenzaba a tener.
Terminé de beber y de bailar a la vez, volviendo a los sillones para ahora sentarme yo sola y dejar que los demás hablasen, mirándoles con otro vaso en la mano.
- Bri.- levanté mi mirada y Mauro frunció el ceño, aunque me sonrió levemente.
- Dime.
- ¿Todo piola?- asentí y él se sentó a mi lado, pasando su brazo alrededor de mis hombros para acercarme a él más.- ¿Segura?
- Segurísima.
- No lo parece.
- ¿No lo parezco?- negó sonriendo y yo fruncí el ceño.- Que raro, yo pensaba que sí.
- Tenés los ojos vidriosos.
- Y
- ¿Estás bien de verdad?
- Perfectamente.
- ¿Vamos a bailar?
Asentí sonriendo al instante y él rió levemente, dándome la mano para llevarme a bailar una vez más. Pero no durabamos mucho, ya que me comenzaba a tropezar yo sola y el ritmo no parecía ser algo que yo llevase bien.
- Escabiaste demasiado me parece.
- Nada que ver, estoy joya.
- Dale, nos vamos ya.
- No.
- Sí.- me sonrió y yo me crucé de brazos, negando con la cabeza.- No sos una nena.
- No
- ¿Ni la tuya?- desvió la mirada sonriendo y mordiendo su labio inferior y yo sonreí.- Dale, nos quedamos y que siga la joda.
- La joda sigue, pero sin nosotros, vamos.
Agarró mi mano libre y tiró de mí. Intenté quedarme tirando hacia atrás, pero ni se notaba mi fuerza al tener él más que yo.
Me llevó hasta sus amigos para despedirse rápido e irse conmigo, llamando a lo que parecía ser un Uber.
Salimos del boliche y en el camino no pudo evitar hacerse fotos con la gente que le reconocía, llevándome a mí detrás de él. Cuando vio el Uber, sin dejar de tirar de mi, me llevó hasta él y entramos juntos en el asunto de atrás.
En el camino yo miraba por la ventanilla levemente bajada, dejando que entrase algo de aire para refrescarme mientras Mauro miraba por su ventanilla sin soltar mi mano.
Y entonces me di cuenta de que me había traído a casa. Pagó al Uber y bajó conmigo, ayudándome por si me tropezaba, ya que todavía seguía viendo cómo todo giraba, aunque no tanto como antes.
Cómo pude, abrí la puerta bajo su mirada divertida y después fui sola a mí habitación a quitarme rápido los tacones antes de dejarme caer de espaldas a la cama. Al mirar la puerta me lo encontré apoyado en el marco de la puerta.
- ¿Podés sola?
- Puedo, pero no quiero.- sonrió y se acercó a mí, acostándose a mí lado de la misma forma que yo.
- Bueno, entonces mejor dormimos.
- ¿Dormir? Yo pensaba otra cosa.- le miré sonriendo y mordí mi labio inferior, haciendo que riese levemente.- ¿Qué?
- Así no, Bri.
- ¿Así como? ¿No estoy linda ya porque escabié?
- No, vos sos linda de todas las formas, pero no quiero que sea con vos escabiada, ¿Vale?- resoplé desviando mi mirada al techo y él sonrió sin quitar sus ojos de mí.- Vamos a dormir mejor, ya por la mañana veremos qué hacer.
Le miré y sonrió aún más, guiñándome un ojo. Mordí mi labio inferior de nuevo, pero ahora para evitar reírme mientras negaba con la cabeza levemente.
Finalmente, nos quitamos lo que nos incomodaba y como dijo, nos acostamos pero solo dormimos abrazados al otro. ¿Qué más se podía pedir?

One Million Dollar Baby (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora