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Resoplé mientras me daba la vuelta en mi cama, quedando boca arriba pero todavía con los ojos cerrados, a pesar de que la luz comenzase a hacerse notar.
Me quedé así por un tiempo, sin pensar en mucho más que seguir durmiendo antes de que sonase mi alarma, aprovechar el tiempo. Pero, al final me resigné y no pude hacer otra cosa que abrir, poco a poco, mis ojos, fijándolos en el techo.
Inspiré y saqué todo el aire en un gran suspiro, sintiendo algo en el pecho, presión pero sin saber por qué. Poco a poco, mis ojos se fueron haciendo a la luz hasta que ya no me molestaba y simplemente podía quedarme así, mirando al techo y todavía sin pensar en nada más. Hasta que sonó la alarma.
Giré mi cabeza, quedandola de lado, mirando a mi teléfono en la mesa de luz. Estiré mi brazo y agarré el teléfono para apagar la alarma a continuación, viendo también si tenía algún mensaje. Pero no.
Lo volví a dejar en la mesa de luz y me fui, lentamente, incorporando hasta quedarme sentada en la cama con las rodillas flexionadas. Resoplé y eché mi pelo hacia atrás, evitando que más mechones viniesen a mi cara.
Finalmente, decidí salir de la cama, yendo a la cocina a continuación para comenzar a hacerme mi desayuno de siempre. Me senté en el sofá y en silencio comí, sin fijarme mucho si tardaba, dándome mi tiempo.
Cuando terminé, me levanté y dejé todo de vuelta a la cocina, yendo ahora a mi habitación para cambiarme de ropa, recordando el día duro que tenía hoy, aunque no era especial, era como otros días. Dos turnos, uno por la mañana y otro por la tarde. Eran los peores.
Acabé por guardar mis cosas en un bolso y salir de mi casa para subir a mí auto y manejar tranquila hacia el hospital para comenzar a trabajar.
Hasta entonces, no había pensado mucho o nada. Mi cabeza se había mantenido tranquila, a pesar de que en mi pecho seguía aquella pequeña presión, signo de ansiedad.
Pero, mientras mis ojos estaban fijos en la carretera, recordé lo que pasó ayer en la casa de uno de mis amigos. Entonces, volví a suspirar, recordando mi reflexión, mis palabras.
Estaba enamorada, sí, de él y sabía lo que eso significaba. Había estado antes, sí, y sólo con Bruno.
No podía decir que con aquella comparación no me entrase miedo, al final, por mucho amor que nos teníamos todo acabó mal y a lo mejor ese era el destino de nosotros. Pero, ¿Y si también es mi destino con Mauro?
Me comenzaba a hacer preguntas estos días y todas habían sido respondidas con serenidad, pero todas eran ilusiones, imaginándome después de años con Mauro como si nada. Sabía lo difícil que era eso porque yo misma pasé por eso hace poco.
Entonces, ¿Hacía mal enamorandome de nuevo? Quizás me haría daño de nuevo y...Mauro no era Bruno.
Bruno era un chico normal, con menos probabilidades de que algo te sorprendiese porque todo en nuestra vida estaba relacionada. Era amigo de mi hermano, trabajaba con él, salíamos juntos siempre. Y aún así, me engañó, tuvo tiempo de hacerlo.
Si eso pasó con Bruno, ¿Qué no podría pasar con Mauro? Era famoso, su vida no estaba en una ciudad sola y su trabajo en un lugar solo. Sabía que se iría de nuevo a hacer conciertos y quizá más tiempo y yo, obviamente, ni podía ni quería evitarlo. No era nadie para hacerlo, era algo suyo.
¿Hasta cuánto podré confiar en él después de todo? Ahora, lo hacía al 100%, confiaba totalmente en él porque nada me había hecho sentir lo contratio. Sólo este miedo y esta presión en el pecho que no se iba lo hacía.
Suspiré de nuevo y aceleré, yendo más rápido para poder ir al trabajo y olvidarme de todos estos pensamientos ya, ocupándome de otras cosas.
Sabía que eran miedos, que siempre estarán y en algún momento volverán. Lo sabía, por eso no les hacía caso. Si lo hiciese, todo sería un desastre y seguramente, ni siquiera me hubiese dado la oportunidad de estar con él.
Finalmente y por suerte, llegué. Salí del auto y fui directa a dejar mis cosas y prepararme para trabajar, casi sin saludar a mis compañeros hasta que estuviese lista y comenzase a estar ocupada.
Cómo me suponía, nada más empecé a tener trabajo, ni tiempo tenía para pensar en todo lo que me absorbió mientras manejaba hacia acá. No podía pensar en ello porque realmente, no tenía tiempo para eso. Quizá eso era la clave.
Tuvimos un breve descanso para comer y hablar entre nosotros hasta que me tocó seguir con el turno de tarde, despidiéndome de algunos compañeros que se habían quedado a comer con nosotros a pesar de que ellos ya habían terminado y podían irse a casa.
Mientras el tiempo pasaba lentamente, la presión en el pecho seguía. No se hacía más presente, ni siquiera lo notaba cuando hacía algo más que ordenar o limpiar, pero tampoco se quitaba.
Hasta que, al fin, terminó mi turno de tarde. Miré mi teléfono y vi que sólo tenía un mensaje de mi hermano pequeño.
Lautarito ❤️
Me voy con los pibes no hace falta que vengas.
Sonreí levemente y le mandé un simple "Ok" antes de volver a guardar mi teléfono en el bolsillo de la campera que tenía.
Salí del hospital por fin con todas mis cosas, yendo directa a mí auto, pensando que cenaré y que película veré. Finalmente, llegué a él, abriéndolo para a continuación querer entrar.
- Brisa.
Su voz frenó mis pasos, quedándome estática en el lugar, paralizada pero no de miedo, sino de sorpresa. Entonces lo recordé.
Había estado tan metida en mí hoy, pensando en mí todo el tiempo, que no me había dado cuenta de que hoy tenía que volver.
Me giré lentamente, a la vez que iba sonriendo hasta poder verlo. Él sonrió también y no pude evitarlo. Corrí hacia él y lo abracé con fuerza, haciéndolo reír hasta que yo misma lo callé con un beso que me hizo olvidarme de todo lo que había pensado hoy, de todos mis miedos.
- Te extrañé.- le susurré tras separarme para buscar aire y él volvió a sonreír.
- Y yo a vos.
Sonreímos y de nuevo, nos volvimos a besar. Fue ahí cuando aquella presión en el pecho desapareció.

One Million Dollar Baby (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora