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Hoy me sentía más triste de lo normal. Lo extrañaba más que los otros días y eso que ya quedaban sólo dos días para que volviese, pero no podía evitar sentir que de alguna forma estábamos más alejados y no sólo por la distancia de los lugares donde estábamos.
No era sólo extrañarle lo que me hacía sentir mal, sino que también sentía que no tenía que sentirme así. Era hipócrita por mi parte sentirme mal cuando yo misma le dije que no y no porque mi jefe no me dejase, como le dije, sino que era porque yo no quería ir.
Yo elegí no ir y ahora no podía sentirme mal por no tenerlo a mi lado cuando tuve la oportunidad. Era eso mismo lo que me hacía sentir más mal, ya que sentía que todo lo que estaba sintiendo ahora era por mi culpa y no me falta la razón.
Suspiré y me levanté de la cama sin tener ganas , pero lo hice porque tenía que trabajar y más tarde tenía que llevar a mi hermano de vuelta a casa como de costumbre. Desayuné lentamente para después irme a vestir y acabar saliendo de mi casa, subiéndome a mi auto.
Arranqué y en silencio, comencé a manejar con mi codo apoyado en la puerta, con la ventanilla bajada, dejando que entrase lentamente el aire dentro al manejar despacio. Suspire y seguí con mis ojos en la carretera, sintiendo un cansancio extraño, pues había dormido más de lo que yo misma me esperaba.
Finalmente, llegué al hospital, aparcando en el primer sitio vacío que vi para terminar por bajarme e ir hacia dentro. Saludé sin mucho entusiasmo a mis compañeros y compañeras y fui a dejar mis cosas antes de comenzar con mi turno de mañana.
Las horas pasaban lentamente, como yo misma estaba trabajando. La mitad del tiempo estaba sentada organizando documentos y la otra mitad acompañaba a los pacientes a distintos sitios, ya que prefería no hacer un trabajo más especializado hoy que iba tan lenta.
Hasta que, por fin, terminó el turno de mañana y pude salir para mi descanso de comer. Solía ir con algunos de mis compañeros, pero hoy decidí irme sola a un banco y comer lo ue ya me había preparado en casa para traer, algo que no solía hacer porque me quitaba demasiado tiempo.
Cuando el descanso terminó, no esperé más ni me demoré y volví adentro para seguir ahora con el turno de tarde, despertándome e ignorando un poco mi cansancio para intentar aumentar mi ritmo de trabajo.
Poco a poco, el tiempo pasó hasta llegar a ser "libre" y poder marcharme a mi casa. Me despedí de la gente que encontré por el camino y me subí a mi auto, pero no arranqué. Dejé mis cosas en el asiento del copiloto y después dejé mis dos manos sobre el volante, mirando al frente, sin pensar en nada.
Y mientras avanzaban los segundos, las lágrimas comenzaban a aparecer en mis ojos y sentía como iba apareciendo una gran presión en mi pecho que me cortaba el aire y me molestaba al respirar. Inspiré y solté el aire con fuerza a la vez que me iba dejando caer hacia el volante, apoyando mi frente en él entre mis manos.
- Yo no tendría que sentirme así...
Susurré, aguantando los sollozos, pero dejando caer una de las lágrimas para que hiciese una pequeña mancha en mi pantalón que minutos después acabaría por secarse y desaparecer. Tragué saliva con fuerza, notando un nudo en la garganta que no quería.
Volví a inspirar, tomando de nuevo aire para mantenerlo unos segundos antes de soltarlo poco a poco. Y después, me incorporé sin soltar el volante, volviendo a mirar hacia el frente. Cerré mis ojos por unos segundos e intenté relajarme, consiguiéndolo minutos después que para mi fueron horas.
Cuando volví a abrir los ojos, arranqué por fin el auto y salí del aparcamiento para manejar hacia el taller, esperando a que mi hermano saliese. Tiempo después, lo vi asomarse y finalmente salir rápido para subirse de la misma forma.
- Pensaba que no vendrías.
- ¿Por qué?
- No sé, la verdad, a veces siento que no tendrías por qué.
- Soy tu hermana.- afirmé a la vez que arrancaba de nuevo.
- Sí, mi hermana, no mi madre.
- Sos vos quien me pide que venga.
- Ya, por eso, que a veces creo que me aprovecho de vos.
- Si no querés que venga, sólo dilo.
Asintió lentamente mirándome mientras que yo tenía mis ojos en la carretera. Se quedó así un rato hsta decidir desviar su mirada a la ventanilla e ir así todo el camino, en silencio, sin ni siquiera tener la música puesta. Hasta que llegamos.
- Bri.
- Dime.
- No sé qué te pasa, pero sé que te pasa algo. Te lo noto en la cara, la voz...todo, así que...si necesitás algo, sabés donde estoy y sino...espero que estés mejor, tomate un descanso, ¿Sí?
Le miré sin decir nada y él me sonrió levemente antes de abrir la puerta a irse sin mirar de vuelta al auto. Suspire y cuando lo vi desaparecer, arranqué de vuelta y fui a mi casa de vuelta.
Me duché, me cambié de ropa y me hice la cena para comer mientras veía el televisor sin mucho interés, sentada en el sofá para después, nada más terminar, tumbarme. La casa estaba a oscuras, sólo iluminada por la televisión. Y de repente, alguien me llamaba al teléfono.
- ¿Sí?
- Mauro.
- Oh, perdón, no lo leí.
- No importa, ¿Qué tal estás?
- Bien, estoy bien, ¿vos?
- Re ocupado, ya sabés, pero tenía un poco de tiempo para vos, como siempre.
- Ya, como siempre.
- ¿Estás bien?
- Ya te dije que sí, Mauro.
- Parece que no.
- Pues lo estoy, de verdad.
- Estás mintiéndome, porque se nota que estás mal.
-Si lo estaría te lo diría.
- ¿Segura?
- Sí.
- ¿No me dirías que no?
- No, te diría que me pasa.
- ¿No me mentirías y harías como si nada pasara?
- No, Mauro...no te mentiría.
- Tendré que creerte pero...algo me dice que no.
- Pero yo te digo que sí.
- Lo sé, por eso tendré que creerte aunque sepa que me estás mintiendo.
- Ya...
- En fin...¿Qué tal el día? ¿Qué has hecho?
- Nada importante, laburar, ¿Vos?
- Laburar es importante.
- Uy sí.
- Así conseguís dinero vos sola.
- Ya.
- Sos independiente...ya sabés, como te gusta ser.
- Ya, ¿Vos qué tal?
- Pues nada, lo de siempre.
- Lo de siempre.
- Lo de todos los días, Bri, ya sabés.
-¿Y ahora qué vas a hacer?
- Estoy esperando, vamos a ir de joda y bueno tenía ahora justo tiempo para llamarte.
- Ya...
- Si estuvieras acá...seguro que estarías mejor.
- Seguro, pero no pudo ser.- dije bajando la voz, aguantando las ganas de llorar.
- No pudo, no, pero la próxima seguro que sí.
- Espero.
- Bueno, ahora ya me tengo que ir.
- ¿Mañana llamarás?
- Pues...no sé, seguro que si, en algún momento seguro.
- Entonces esperaré a que lo hagas.
- Te vas a volver loca esperando.
- Mientras sea por eso...
- Bueno, ya sí que me tengo que ir, chao.
- Chao, te quiero.
- Te quiero, chao.
Y terminó la llamada, volviendo a la oscuridad de la sala, con sólo la iluminación de la televisión diferenciándome de la noche. Miré el teléfono, suspiré y segundos después, rompí a llorar de nuevo

One Million Dollar Baby (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora