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Sólo quedaba un día para que Mauro se fuese. Sí, se fuese, porque yo había decidido que quizás era demasiado temprano.
Después de todo...tuve aquel gran sentimiento cuando pensé que me habían conocido ya, que la gente ya sabía de mí y de que era su pareja. Así que, quizás si me iba con él ya me conocerían de verdad y entonces comenzaría a ir todo mal.
No quería dejarlo ir, no. Sabía que lo iba a pasar mal también, así que sea como sea las dos opciones llegaban a la misma resolución. No era fácil, la verdad, pero yo misma lo complicaba todo como para hacerme después la víctima.
Lo mejor era decírselo. Lo sabía también. Tendría que quedar con él y decirle que no había dicho nada en el trabajo porque no tenía pensado ir con él, ya que no quería estar tan cerca de aquel mundo de conciertos, música, fiesta y poca vida normal en general.
Pero, no me veía diciéndoselo. No me veía capaz de estar en frente de él y decirle todo aquello después de saber la ilusión que me hacía que fuese. Por eso mismo me lo dijo, me lo pidió, para que fuese.
Cómo decía Lautaro, toda mi vida estaba formada ahora mismo de peros que no hacían más que confundirme porque cada vez que buscaba una solución, aparecía otro problema.
Podría mentirle, pero seguro lo descubría y se molestaba de nuevo. Podría decirle la verdad, pero seguro se confundiría con lo que de verdad me pasabas y se molestaba también. Podría ir ahora al hospital y pedirlo aunque fuese algo rápido, pero no creía que me encontrase bien en este viaje. Y podría no ir, pero iba a sufrir también quedándome sola.
Sea como sea, sólo había problemas y tendría que elegir el que menos daño podría hacer o el que era capaz de tapar, es decir, que no ocurra de alguna forma.
Suspiré y puse mis manos en mi cara, tapando mis ojos para no ver nada y resoplar, escondida en mis manos mientras mis pensamientos se iban poco a poco. Tenía que decidir algo y tenía que ser ya, porque sólo me quedaba un día y mañana sería tarde para cualquier cosa.
Me quité las manos y me senté en el sofá, dejando de estar tumbada para buscar el teléfono entre los cojines y llamarlo, esperando a que por favor no estuviese grabando nada ni haciendo nada importante y pudiesemos hablar.
- Brisa.
- Pensaba que estaba grabando.
- Estaba descansando.
- Vale, ¿Qué tal si nos vemos?
- Pues... Estoy ocupado pero...bueno, cuando termine te llamo si querés.
- Dale, me parece bien.
- Bueno pues te hablo luego, vale
- Vale, vale, sí, sí, lo mejor para vos.
- Listo, luego te llamo, chao.
- Chao, te quiero.
- Y yo, chao.
Terminó la llamada y suspiré de nuevo, mirando la pantalla como si esperase otra llamada de él para decirme de vernos ya. Pero no.
Necesitaba alguna respuesta, hace unos segundos me había decidido, pero ahora tenía más tiempo para pensar y decidir y sabía que era peor.
Y también sabía que el tiempo sola me iba a volver loca. Así que, me levanté y como ya no te la ningún turno más en el hospital, agarré mis cosas y salí de mi casa para subirme a mí auto y manejar hasta el taller.
- Brisa.
- ¿Y Lautaro?- pregunté acercándome a Bruno, que estaba apoyado al lado de la puerta del taller, fumando.
- Dentro.
Asentí y sin decir más entré, escuchando como alguien arreglaba algo en un auto pero sin ver nada. Hasta que su cara se asomó y me sonrió, entonces sonreí de vuelta.
- ¿Qué hacés acá?
- Necesitaba verte, hablar.
- ¿Pasa algo?
- Sí, bueno...Mauro.
- Ya...¿Has pensado ya que hacer?
- Sí, pero no.
- Genial.
- Gracias por al ironía.- sonrió de vuelta y se cruzó de brazos.- Necesito ayuda.
- Vale, ¿Qué pasa?
- Si no voy, voy a estar triste sola. Si voy, sé que es muy pronto para ir allá con él y también será malo. Si no voy y le digo la verdad, seguramente se molestará pensando que no quiero estar con él y si le miento, se molestará por eso.
- Buen resumen.
- Sí, buen resumen.
- Bueno pues...la mejor de las peores.
- ¿Cómo?
- Ir allá para sufrir...no está bien, al final estás lejos de casa y si no te gusta tenés que aguantarte y...bueno, no es lo mejor.
- Ya.
- Si te quedás... tampoco vas a estar bien, pero al menos tenés a todos cerca para ayudarte.
- Entonces me quedo.
- Las decisiones las tomás vos eh.- afirmó levantando los hombros y asentí.- Si no le mentís, posiblemente piense eso.
- Seguro.
- Y mentirle... ¿Qué le dirías?
- Que no me dejaron en el hospital dejar el trabajo unos días.
- Eos está bien, no puede saber qué fue mentira.
- Pues...ya está, ¿no?
- Ya te dije, vos decidís, si fuese vos iría directa a él y le contaría todo lo que te pasa, no escondería nada pero...vos sos así, así que haz lo que te duela menos.
Asentí en silencio una vez más sabiendo en el fondo que tenía razón y que tendría que haber sido el hermano mayor.
Me despedí de él con un abrazo, ignorando la grasa y el aceite de su mono de trabajo para salir del taller, parándome en frente de Bruno, notando como me miraba. Me giré y le miré también.
- Bruno.
- ¿Qué?
Preguntó después de echar el humo de su calada anterior, echando también la cabeza hacia atrás sin dejar de estar apoyado a la pared con su espalda y uno de sus pies.
- Si mentís a alguien que querés...¿De verdad lo quieres?- sonrió levemente y dio una lenta calada sin dejar de mirarme.
- No sé, yo te mentí, pero también te quería.
Asentí de nuevo en silencio, quedándome con su mirada fija en la mía incluso cuando le di la espalda y subí a mí auto, decidida a tomar la mejor opción de las peores, como dijo Lautaro.

One Million Dollar Baby (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora