21.

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Desperté cansada y mareada, sintiendo toda la luz de la mañana en mis ojos. Resoplé y eché hacia atrás todos los mechones que estaban en mi cara, girándome sobre mi misma para acabar boca arriba.
Me puse el brazo arriba de mis ojos para poder ir abriendolos poco a poco, intentando que no me diese tanto la luz del sol. Pero, cuando todavía los tenía solo entre abiertos, pude darme cuenta de que no estaba en mi habitación.
Confundida, llevé mi mano al pecho para ver si estaba con ropa o no, encontrándome antes un brazo donde estaba mi cintura. Por suerte, sí tenía la ropa puesta.
Acabé por quitarme el brazo de mi cara y abrir completamente mis ojos, ignorando por unos segundos el dolor de cabeza y toda la luz para darme cuenta que ese brazo era de Mauro y que estaba en su cama, en su habitación, en su casa.
Me giré para verle dormido boca abajo con la cabeza hacia mi lado, pudiendo verle con los ojos cerrados y la boca levemente abierta, aplastando la mitad de su cara en la almohada.
Cómo no estaba desnuda, no estaba tan histérica ni nerviosa, así que pude quitarme poco a poco de su cama deslizándome hasta el suelo para evitar despertarlo.
No recordaba nada del día anterior, sólo estar bailando con mis amigos sin ningún problema. No sabía dónde estaban ellos, ni mis cosas, ni que hacía acá con Mauro en su casa y durmiendo en su cama.
Intenté relajarme y me levanté para salir despacio de su habitación, yendo directa a su cocina para buscar rápido alguna pastilla contra el dolor de cabeza, pero no encontré nada, así que sólo me quedaba buscar mis cosas e ir yo misma a por ellas.
Fui al salón y rebusqué en todos lados hasta darme cuenta de que estaba debajo de sofá, quizás por alguna patada que le diese anoche o simplemente caerse. Igualmente, lo agarré y busqué mi celular para darme cuenta de que tenía un par de mensajes de Thiago se esta mañana junto a muchos de Bruno, a la vez que llamadas de él.
Chasqueé la lengua a la vez que intentaba recordar algo de anoche, sobre todo el por qué no estaba con mi novio y estaba acá. Pero nada.
- Brisa.- levanté mi mirada para encontrarme a Mauro recién despertado con sus ojos achinados, mirándome apoyado en la pared.
- Buen día.
- ¿Pasó algo?- preguntó con voz ronca.
- No, nada.
- ¿Y entonces?
- Eh...¿Qué hago acá?- sonrió y yo le miré confundida.- ¿Qué?
- ¿No te acordás de nada?
- ¿Debería?
- Bueno, estaría bien que lo hicieras.- sin dejar de sonreír, se fue al sofá para sentarse en él, agarrando el tabaco de la mesa para comenzar a liarse un cigarro bajo mis ojos.
- Pues cuéntamelo.
- ¿Todo?
- ¿Es mucho?
- No, la verdad que no.- levantó su mirada a la vez que acababa por cerrar el cigarro, pasando su lengua por el papel lentamente.- Te viniste conmigo porque te quedaste sola y después de un tiempo por ahí pasándola bien estabas tan en pedo que te traje acá, nada más.
- ¿Y por qué no a mí casa?
- Porque no quería que te pasase algo estando sola.
- ¿Y no pudiste avisar a alguien?
- ¿A quién? No había nadie buscándote en toda la noche y tampoco quería agarrar tu celular sin permiso.
- Ya...
- ¿Hice mal?
- No, no...es sólo que...bueno, no sé.
- ¿Te pensaste otra cosa cuando te despertaste?- asentí lentamente y él rió levemente, haciendo notar sus graves carcajadas.- No, no... así no.
- ¿Así no?
- Estabas muy mal, Brisa, no soy un pelotudo cualquiera, ¿Entendés?
Asentí y sin decir nada más, se acabó por encender si cigarro. No tenía más preguntas para hacerle porque me fiaba de todo lo que me había dicho, ya que podía notar que no me escondía nada y todo había sido verdad por la forma en que me lo dijo y me miraba.
Así que, cansada y aún con dolor de cabeza, me resigné a buscar recuerdos en mi cabeza y sin más me senté a su lado, dejando también caer mi espalda en el respaldo para quedar los dos en silencio, mirando al techo y con él fumando tranquilamente.
- ¿No podés dejar de fumar ni por la mañana?
- A mí me gusta la Brisa que no es enfermera y se preocupa de la salud de otros.- afirmó, desviando su mirada del techo para verme a mí.
- Una enfermera nunca deja de ser enfermera.
- ¿Ni cuándo escabia tanto que casi se caía al suelo por no poder mantenerse en pie?
Fruncí el ceño y el río sabiendo que había ganado la pequeña discusión o debate.
Me quedé a su lado hasta que terminó su cigarro y después, se fue de vuelta a la cama y yo me tenía que ir, sobre todo para dar explicaciones a la gente que estuvo conmigo anoche.
- Mauro.
- ¿Mmm?- me quedé en el marco de la puerta viendo cómo la luz de afuera iluminaba su habitación oscura, mirándole tumbado a un lado de su cama con los ojos cerrados.
- Me voy.
- ¿Ya?
- ¿Me necesitás aún?
- Yo siempre.- abrió sus ojos para mirarme y yo sonreí mordiendo mi labio inferior.
- No sos el único así que...
- Bueno, bueno, andá con tu novio y pregúntale qué tal su noche sin vos. Si querés discutir sobre fumar sabés donde estoy.
- Pelotudo.
Sonrió volviendo a cerrar los ojos, pero yo puse los ojos en blanco y salí de su habitación y casa sin saber por qué parecía tan hostil cuando Bruno aparecía en la conversación aunque ni siquiera supiese su nombre.

One Million Dollar Baby (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora