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— ¿Te volviste loco? Jisung, no puedes venir así y lo sabes.— Minho se situó a su lado, inclinándose hacia delante observando detenidamente el estado de su omega.— ¿Tus supresores?

— Se a-acabaron...

Sus fosas nasales se inundaron de ese adictivo aroma dulce y alterado. Intenso. Jisung jadeó en voz baja y Minho cerró sus ojos, aspirando profundamente, canalizando y ordenando sus pensamientos, reubicando su cabeza, procurando no perderla. Su alfa gruñó demandando atender al omega en celo inmediatamente, receloso, despertando su instinto sobreprotector.

— Maldición.— refunfuñó, tomando la mano del menor, mirando la puertecilla. Si se movían rápido, podrían poner a salvo a Jisung.— Jisung, levántate. Tenemos que irnos.

— ¿Q-qué?

— Nos vamos.

Minho reacomodó su postura, tirando suavemente de la mano de Jisung.

— ¿C-cómo vamos a salir?— dijo el omega, algo acongojado con la idea del alfa.— El horario de clases aún no culmina.

— Tengo mis métodos.— cortó Minho, algo pareado con las potentes feromonas del menor.— Estaremos bien, no te preocupes. Confía en mí.

Jisung solo asintió por inercia. Solo tenía que argumentar algo eficiente y convincente para tener todo bajo control, pero como Jisung no estaba en sus cincos sentidos, contribuiría con los planes locos de Lee Minho.

— Confío en tí.

Con su consentimiento, Minho se puso manos a la obra, con la sola idea de que era todo por una buena causa.

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— Es aquí, ¿verdad?

La pregunta quedó revoloteando en el aire, obteniendo solo un casi audible quejido del peliazul como respuesta, junto con un ligero asentimiento.

— Bien, tranquilízate. Hemos llegado, estarás bien en cuanto tomes tus supresores, un baño refrescante y una siesta reparadora.— el alfa, algo mareado, se acercó tambaleante hacia la puerta, sacando la llave de los bolsillos, que anteriormente Jisung le dió antes de partir, abriendo esta silenciosamente, procurando no hacer ningún sonido.— ¿A que no suena genial?

El omega se encogió en su lugar. Demasiado calor lo estaba sofocando. Sus piernas estaban tan inestables como el deseo y la necesidad primitiva de ser tocado y marcado por su pareja. Soltó un gemido lastimero mientras se dejaba caer de rodillas ante los pies del mayor. Sus ojos adoptaron ese característico tono dorados representando en ese momento que el lobo era el que tenía el control absoluto.

— ¡Jisung!— Minho se agachó junto a él, tomando sus manos, inclinándose hacia delante, buscando con desespero su mirada.— ¿Jisung?— más esa mirada no era de Jisung. No era Jisung.

El aludido lo observaba fijamente, sus orbes se clavaban como dagas en él, sediento, hambriento, deseoso. Minho conocía ese tipo de mirada, sabía que pedía a su pareja con el silencio sepulcral.

— Alfa.— dijo y Minho confirmó una vez más que en ese momento era el omega el que hacía presencia.— Alfa, lo necesito ahora... por favor, alfa.— su voz salió sutilmente quebrada, sus ojitos dilatados observándolo ahora con súplica, tomando de su polera en un gesto de petición.

Y Minho por supuesto que no se haría de rogar.

— Alfa te atenderá enseguida, mi omega.

¡ya basta lee minho!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora