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Aquí el segundo capítulo del día. Y dejo a la vista de ustedes a mi preciosa Jenna.
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Hoy Dooley me ha invitado a su casa para que nos ayudemos mutuamente en el discurso para el día lunes. Pretendíamos hacerlo ayer, pero luego de los gritos del entrenador Michael, el pelirrojo solo quería descansar. Para mi suerte la nueva profesora, Carol, es muy agradable, tanto así que no se nota lo exigente que puede ser a veces.

—Creo que ya he terminado —me dice Dooley y gira su portátil para dejarme leer lo que escribió .

Leo atentamente y la verdad es que le ha quedado muy bueno, era de esperarse, porque me dijo que anoche vio alrededor de diez vídeos con discursos religiosos.

—Te ha quedado muy bueno —lo felicito.

—¿Cómo vas tú?

—Estoy por terminar, solo me falta el párrafo final, pero la verdad es que ya no sé qué más escribir —me encojo de hombros.

—No te presiones —sonríe —Iré a buscar mi coca cola —automáticamente arrugo el rostro, porque odio la coca cola.

Concentro nuevamente mi atención en mi portátil, pero no duró mucho ya que escucho a Dooley reclamar junto al refrigerador.

—¿Todo bien?

—Alguien se tomó mi coca cola —se cruza de brazos —¿Te molesta si voy al minimarket que está a dos cuadras?

—Ve tranquilo —respondo —Así yo aprovecho para terminar esto.

El pelirrojo me guiña un ojo y segundos después escucho la puerta principal sonar, lo que me indica que ya salió.

Leo una y otra vez mi discurso, para que me vengan ideas para el final, pero nada se me ocurre.

—Me vale lo que todos realicen con su vida en un futuro —digo después de leer lo último que llevaba escrito —Ni siquiera me interesa mucho mi vida, como para que me interese la de usted, profesora. Profesor Michael eres un idiota y púdranse todos. Fin –escucho unos aplausos y levanto la mirada.

—Lindo discurso.

—Dylan... —digo avergonzada —¿Cuánto llevas ahí?

—Lo suficiente como para notar que no te van a dejar dar un discurso frente al colegio —se ríe —A mí me ha encantado, pero no creo que sea del tipo de discurso que a Elena le guste.

Me quedo en silencio con la esperanza de que se largue, pero en vez de eso, entra a la cocina, toma un vaso de agua y se sienta frente a mí mirándome fijamente.

—¿Quieres algo o qué?

—Quiero hablar contigo antes de que aparezca Theo.

—¿Theo? —arqueo una ceja.

—Solo le digo Dooley frente a las personas del colegio —pone los ojos en blanco.

—Yo también soy del colegio —le recuerdo.

—Cierra la boca —levanto mis manos en señal de rendición y le hago caso solo porque quiero escuchar que tiene para decir —Tengo un cartel listo con tu cara para la lista negra —suelta, provocando que mis ojos casi se salgan de mi cara.

—Pero... —me interrumpe.

—Me manchaste con malteada, me llamaste idiota y aún no confío en ti —dice de manera natural —los motivos sobran —estira sus piernas por debajo de la mesa y chocan con mis pies que apenas tocan el suelo —pero te lo puedo perdonar e ignorar el cartel que hay en mi habitación.

Nuestro Eclipse #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora