Termino de comer todo lo de mi bandeja y tomo el postre en conserva de Dooley. Si sigo comiendo así terminaré vomitando en clases de deportes y no será para nada agradable que todos mis compañeros de clases me vean vomitar otra vez, todo lo que he comido durante el día.
—¡Hey! —se queja el pelirrojo cuando le he dado la primera cucharada a su postre.
—No seas un pesado —le muestro la lengua.
—Mañana te robaré el postre —me mira con los ojos entrecerrados.
—Estás muy hambrienta —dice Danna y asiento —Vas a engordar si sigues así.
¿Y a ti eso qué? Es mi vida, chica de silueta perfecta.
—¿Sabes que hay personas a las que un comentario así les podría afectar? —dice el pelirrojo mirando serio a Danna.
—Solo era una pequeña broma —se ríe.
—Como digas —responde el pelirrojo —¿Me acompañas a buscar algo? —pregunta mirándome a mí.
—Bueno —tomo el postre con la cuchara plástica y sigo a Dooley.
Las chicas no dicen ninguna palabra y cuando Danna las mira, apartan la mirada. Creo que pensaron lo mismo que el pelirrojo.
De reojo miro la mesa del centro y veo a Dylan enterrando su tenedor en el trozo de carne que hay en su plato. No lo veía desde el incidente en mi casa. Dooley me dijo que ayer se quedó dormido y hoy no salí al pasillo del primer piso en ninguno de los dos recesos. Para el desayuno el pelirrojo fue a buscarme algo de comer, pero a la hora del almuerzo tenía que salir si o si.
—¿Qué necesitas buscar?
—Nada —se apoya en un casillero.
—¿Entonces? —levanto una ceja.
—A veces me molesta un poco cuando comienzan con esa estupidez de "vas a engordar" —dice con voz chillona —Como si tener unos kilos de más fuera pecado.
Le dedico una tierna sonrisa, de seguro él ni entiende porque le sonreí como boba, pero me hace sentir bien saber que no tengo un amigo superficial.
—¿Vamos al gimnasio? —asiento.
Como hoy amaneció lloviendo, esta mañana nos han avisado que a todos los que les corresponda la clase de deportes esta semana, tendrán que ir al gimnasio.
Entramos y vemos a Carol poner una malla en mitad de la cancha.
—Hola —saludamos —¿Quieres ayuda?
—Por favor —dice en tono de súplica —Dooley, ayúdeme con la malla –apunta el otro extremo —Y Sarah –me mira —puedes ir al armario a buscar las camisetas —asiento —las llaves están colgando de mi mochila.
Tomo las llaves y salgo por la puerta trasera del gimnasio, que da a un pasillo más solitario en donde está la puerta para entrar al armario de deportes. Reviso las bolsas y veo una con camisetas rojas y otra con camisetas azules. Las arrastro afuera y cierro la puerta con llaves.
ESTÁS LEYENDO
Nuestro Eclipse #1
Teen FictionSiempre fui una amante del cliché, pero no lo había notado hasta que él me lo dijo. -Eres todo un cliché, enana -solía decir con una sonrisa un tanto burlona. A él le parecían tonterías, pero cada vez se fue enamorando más de las cosas básicas y c...