Capítulo 66

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Galadriel

Los días fueron pasando y yo me mude, junto con Andrey, al lugar que habíamos visto.

Me acomodé en mi nueva habitación, que esta frente a la suya. Es muy bonita y acogedora.

Aún así, se siente extraño, es como si fuera una intrusa, aunque en realidad si lo soy. De igual forma, así también me sentí al principio cuando vivía en la casa Marshall, solo que Jude hacia que se sintiera más ligero todo.

Andrey es muy amable y atento, solo que no es un niño adorable de 10 años, con las mejillas más apretables. Dios, como lo extraño. Y lo peor de todo, que estaba tan cegada por mi molestia con Kian, que hice lo que le prometí que no haría... Irme cuando él no estuviera. Me fui sin despedirme de una de las personitas que más quiero. Quisiera poder ir a la casa a saludarlo, pero temo de preguntar. No es como si fuera una prisionera, sino que no quiero molestar. Trato de no salir de la habitación, salvo para comer, al menos hasta dejar de sentirme así, aunque sea un poco. Soy algo así como una molestia para todo el mundo y odio esa sensación.

Es ya de noche, cuando bajo y me dirijo hacía el comedor para cenar. De camino, como desde hace unos días, me detengo al llegar al piano. Paso levemente la yema de mis dedos por las teclas, pero sin presionarlas, para que no suene. Es realmente un instrumento muy hermoso.

- ¿Sabes tocar? - oigo su voz masculina firme, pero en un tono suave, lo que en mis oídos suena a una voz seductora, más con ese acento.

Giro mi cabeza y veo que se va acercando a mi, hasta quedar a mi lado.

Lleva un pantalón de vestir azul marino y una camisa negra, que la lleva arremangada hasta los codos. Los primeros botones de su camisa los tiene desprendidos, y no lleva corbata. Su cabello lo tiene peinado, pero sus mechones más cortos le caen levemente sobre un costado de su frente.

Esta en un modo más desestructurado, supongo que debe ser porque el día ya termino y es bastante tarde.

- No, pero siempre tuve ese deseo. - digo, volviendo a la conversación. - En la escuela solo nos enseñaban a tocar el triangulo. - lanza una risa. - ¿Qué hay de ti?

- Tuve una amplia formación, mis padres eran muy severos con eso. - dice. - Toco el piano, algo de violín y chelo.

- Vaya. - me sale decir con sorpresa. - ¿Me tocarías algo?

- Hace mucho que no lo hago, puedo estar algo oxidado.

- Estoy segura de que va a sonar maravilloso. De igual forma, ¿Qué podría decirte yo? Solo toco el triangulo.

- ¿Qué dices si después de cenar te toco una pieza de algo? Marie se molestará si dejamos que la cena se enfríe. No se si lo has notado pero si que tiene carácter.

- Lo sé, por eso cumplo los horarios de cada comida. La primera vez que me demore 10 minutos para el desayuno, me lanzo una mirada que creí que estaba a nada de lanzarme la cafetera por la cabeza.

Andrey ríe. - Pero, ¿te agrada? - pregunta con interés, un poco serio.

- Claro que si. - digo. - Y se que en fondo yo también le agrado.

- ¿A quien no podrías agradarle, ojos bonitos?

- Pues, he conocido personas a las que yo no les simpatizaba.

- Ellos se lo pierden. - dice con una sonrisa. Me extiende su mano con su palma hacia arriba. Apoyo la mía sobre la de él y la toma con un suave gesto. Nos encaminamos hacia el comedor.

Nos sentamos en la mesa, en el bello comedor principal, yo estoy en un punta y él en la otra. Al minuto, Marie entra y nos deja nuestro plato con la cena.

No Puedes Comprar Mi Amor (Mafia Marshall I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora