Prendo otro habano, mientras sigo observando al desgraciado seguir con sus excusas lastimeras.
¿La gente realmente cae ante ese tonto truco barato?
Dios. Que patético.
Mi nombre es Kian Marshall. Y soy lo que muchos "agentes del bien" llaman un gánster, mafioso, delincuente, matón, criminal, bla bla. De todos modos eso no me impide que tenga la lealtad comprada de algunos de esos que se llaman así mismos "agentes del bien"... policías, políticos, toda gente de poder, pero no tanto como el mío.
Mi negocio es el comercio. Depende quien pregunte, comercio de que. Los ilegales son drogas, armas, contrabando. Los legales van desde bancos, a hoteles, clubs nocturnos y casinos. Y nos negocios que no poseo, son controlados por mí. Nada pasa sin que yo lo sepa. Ningún negocio empieza o termina sin mi aprobación.
Nueva York. Mi ciudad. Todos aquí conocen mi nombre. Eso es algo que te da el poder. Y yo amo tener el poder. El poder de tener la última palabra, de que nadie te pase por encima, el poder de hacer lo que quieras y que los demás tengan que hacerlo.
Mi lema es sencillo, en realidad lo tome prestado, es bastante conocido, "¿Plata o plomo?".
No soy de los que le encargan a otros a hacer su trabajo sucio. Soy de los que disparan, de los que si tienen que matar a un hombre, mujer o animal no titubean. Eso sí. Los niños son mi limite, aunque hasta cierto punto.
Uno de mis guardias, que se encuentra parado detrás mío, se acerca y me susurra algo al oído.
- Su hermano... - dice, pero no necesito que siga. Levanto apenas mi mano, en señal de que se detenga ahí. Vuelve a su posición.
- Suficiente. - digo interrumpiéndolo al desgraciado que tengo enfrente, que seguía dando sus patéticas excusas. Ya me harté. - Sabe, señor Cooper, soy un hombre muy ocupado...
- Lo sé, Señor Marshall, por eso aprecio tanto que me haya dejado explicarle que sucedió con el cargamento.
- Es por eso... - continuo hablando. - que no me gusta desperdiciar un segundo, mucho menos diez minutos para oír puras mentiras.
- Pe... pero... Señor Marshall... - comienza a tartamudear, luego de ponerse pálido como una hoja de papel.
- Y que encima osen de interrumpirme. - digo ya algo irritado.
- Señor, puedo explicarle... - dice suplicante.
- Gozaste de mi generosidad por última vez, al darte esos 10 minutos y encima los desperdicias con excusas que ni mi hermano de 8 años creería. - termino el fondo de whisky que quedaba en el vaso. - Llegué a un veredicto. Y es que no te creo, y aunque fuera verdad, ya no me sirves. No me sirven hombres que no hacen su maldito trabajo.
- Señor, por favor, le pido otra oportunidad. - dice suplicante con sus ojos llorosos.
Genial. Lo que faltaba. Lágrimas. Odio las lágrimas. Son señal de debilidad.
- No concedo segundas oportunidades. - digo. - A nadie.
- Juro que no fue mi intención. - dice lloroso. - Pero necesitaba el dinero, ellos me pagaron un extra por hacer la vista gorda y....
- ¿¡Quienes ellos!? - pregunto.
- No lo sé, recibí una llamada y el pago en una bolsa negra y... y...
Apreto el gatillo y el tiro queda en la frente del traidor, haciendo que caiga en seco en el piso de mi oficina.
- Encárguense de él. - doy la orden a los dos guardias que estaban uno a cada lado de la puerta. - Y que cambien la alfombra.
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No Puedes Comprar Mi Amor (Mafia Marshall I)
RomanceÉl. Peligroso. Despiadado. Frío. Cruel. Criminal. Poderoso. Rico. El mejor en sus negocios clandestinos. Ella. Solitaria. Abandonada. Compasiva. Sumisa. Pobre. Pérdida. ¿Qué pasará cuando estas dos almas heridas se crucen? ¿Cuál de los dos se perd...