Capítulo 40

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Sandra....

La princesa Tania y yo, alzamos la vista a los árboles, pero nada se veía, giramos a los alrededores pensando que pudieran estar vigilandonos y nada. Todo parecía normal, sin embargo era sospechoso.

-rápido, hay que movernos- habló la princesa.

Le seguí hasta que llegamos a un árbol todo seco, marchito y sin vida.

-¿qué hacemos aquí?- pregunté.

-vamos al lugar.- respondió, pero....¿qué podía haber ahí?

Colocó una mano en una de las ramas del árbol y como si esperara algo miraba al rededor. Después de un minuto, arrancó la rama y la volvió una lanza con su mágia y la lanzó rápidamente. Paso cerca de mí, solo que alejada por unos...50 centímetros aproximádamente.

-ouch-

Se escuchó el quejido que parecía ser de un hombre. La princesa y yo nos volteamos a ver como si nos preguntaramos con la mirada ¿qué hacemos? Pero ninguna teniendo la respuesta.

Ella tomó otra rama y la volvió un cuchillo corto.

-Tomalo- lo dijo de manera muy imperativa. Así que sin dudar lo tomé, la miré para preguntar si ella no tendría armas, pero sin decirle nada ella habló.

-no te preocupes.- de su cintura, lo que parecía un adorno propio del vestido lo jaló y convirtió en un cuchillo también.

Con total cuidado, nos acercamos al lugar de donde provenía el sonido. Ella iba al frente y yo atrás, al llegar frente al tipo tirado boca abajo, ella me detuvo con su brazo y empuñó el cuchillo sujetandolo firmemente con su mano izquierda. El mío estaba bien afianzado, pero lo traía bajo.

El sujeto portaba traje blanco, en las mangas unas finas líneas negras en la parte del puño, sus botas negras y me parece que son especiales para montar a caballo. Su cabello me parecía familiar, sus manos estaban enguantadas, su voz...su voz me resultaba muy familiar cuando dijo.

-¡maldita sea!- lo dijo en tono molesto y tratando de levantarse pero quedando sólo boca arriba.

-¡mi brazo ooosshhh!- expresaba su dolor porque lo primero que lanzó la princesa supongo le dió en la parte del músculo.

¡Esperen un segundo! (Pensé) es... ¡No puede ser! Es Rodrigo, el alcalde Rodrigo.

Mi mente hizo explosión, no lo podía creer, pensé que después de esa despedida ya no lo vería, mucho menos que lo fueramos a herir, o mejor dicho que la princesa lo hiciere.

Cuando la princesa quizo terminar con lo que había comenzado, es decir, matarlo, le detuve el brazo lo más fuerte que pude y jalarla para que no nos viera en todo caso.
Ella inmediatamente me miró completamente confundida y no era para menos.

-¿que haceís? Date cuenta que nos quería matar- habló rápidamente como tratando de justificar lo que iba a hacer.

-No, él no es así, no va a hacer eso.- respondí rápidamente.

-¿A no? ¿Tú cómo lo sabes?- preguntó indignada.

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