Capítulo 64

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Sofía...

Caímos al suelo, no sabía lo que pasaba, pero estaba claro que era algo malo. Ví algo rojo en la mano de Jonah con la que me jaló.

-¿estás sangrando? ¿Qué te pasó?- pregunté asustada.

-nada, no es sangre, fue un fruto rojo que se rompió ahorita.- habló poniendo cara de serio, pareciera que decía la verdad. Él se levantó como si nada, quise ayudarlo pero no me dejó y mejor me ayudó él a mí.

-Jonah estás herído, no debes ayudarme, deja que te ayude yo.- reclamé. Sólo se sonrió y se acercaba a mí, como si esos ruidos no hubieran pasado y siguiera haciendo lo que estaba haciendo antes de los disparos, ¡porque eran disparos!

-no te preocupes, de nada sirve, si ni si quiera te pones celosa por la princesa no debes asustarte por esto.- respondió muy despreocupado y sin mostrar señas de dolor.

-¿quién dice que de nada sirve? Por lo menos así me preocupo por tí.- hablé medio asustada. Pero al reflexionar de nuevo lo que dijo, me molesté y reclamé. -¿quién dijo que no me importas? No me pongo celosa porque eso no importa, pero esto sí.- seguido de eso, me acerqué a él queriendo quitarle la ropa para ver lo grave de su herída.

-déjame, que creo que me duele más la herida que tú me haces que ésta.- habló quejandose cuando tomé su brazo.

-¿qué herida te hice yo? No estoy para juegos ahorita.- hablé algo molesta.

-ja y lo niegas.- habló entre quejido. -niegas que hieres mi corazón por no celarme.- esperen, ¿qué dijo? ¿Que quiere que lo cele?

Mis nervios seguían, pero cambiaron el motivo, ya no era por la sangre, esta claro que no estaba grave. Ahora eran por lo que me decía. -no..no digas tonterías. No puedo celarte por..porque no somos nada....ade..además, yo a ti no te...no te gusto.- respondí entre tartamudeos.

Él se dejó caer de nuevo, por más que quisiera sujetarlo, no podía por lo pesado que estaba. -ayy sí pesas.- me quejé mientras lo ponía en el suelo, casi no habíamos avanzado, a lo mucho dos pasos.

-¿por qué te pones así? Fue sólo en el brazo, no te tires y ayudame para ayudarte.- reclamé. Él se acomodó y me miró irónicamente.

-sí, fue sólo el brazo, pero la composición de las balas humanas son más dañinas que un cuchillo.- explicó con molestias.

-Sofía, trato de no mostrar mi dolor, pero no puedo, es como si la molestia se difundiera por todo mi cuerpo y me debilita.

No pensé que ésto fuera verdad, siempre lo creí un mito.- habló mientras hacía presión en la herída.

-¿qué hago? Voy...voy a pedir ayuda.- me había inclinado a su lado, pero al decir que pediría ayuda él me detuvo del brazo.

-no te vallas.- me pidió con una cara que no había visto antes.

-por favor, te lo ruego.- sentí una opresión en el pecho que me impedía hablar.

-dime, ¿quién crees que me guste?- es algo extraño, yo estoy sumamente asustada por él, me preocupa que esto sea grave y que pueda morir y él preguntando cosas absurdas.

-no...no lo sé, mejor déjame ir a buscar ayuda.- supliqué, pero su mirada era otra, inexplicable, era como de alguien compugido y se veía que le dolía mucho pero que se lo aguantaba lo más que podía.

-entonces no te importo, si es así marchate y busca ayuda, de lo contrario, quedate por favor...- habló exalando profundo.

Me levanté y lo miré con temor, me dí la vuelta y estaba dispuesta a irme, di un par de pasos, pero me detuve y me giré a verlo. Su cuerpo se veía débil, era como una hoja que se seca y se va opacando, sólo que a él le pasó en fracción de minutos. Me regresé y noté que sus ojos los había cerrado, fijé mi mirada en su herída y comencé a aplicar la presión yo. Lo tomé por sorpresa y me miró con asombro.

-me importas, quizás no me creas, pero me importas mucho y prefiero demostrartelo a que pienses que no es así.- inhalé hondo para continuar. -no sé quien te pueda gustar, si dije que sí anoche fue porque estaba un poco pasada de copas, estaba muy fuerte ese vino. La verdad no sé, pero sea quien sea debe ser importante para ti.- hablé sin fijarme en su rostro, sólo veía la sangre brotar poco a poco lentamente pero en gran cantidad, tanta que mis manos ya estaban teñidas de color carmesí.

Se recostó bien en el suelo y suspiró mirando al cielo. -tienes razón, es muy importante...aah..- se quejaba. -pero es curioso, no tengo mucho de conocerla y ya me tiene loco.- expresó, volteé a verlo y me topé con sus ojos puestos en mí.

-ahh, es una jóven muy tierna, muy dulce, sumamente hermosa...ahh y muy lista, pese a que no sea un hada o un elfo, si no....una humana.- cuando dijo humana mis ojos se abrieron de par en par.

-estoy nervioso, pero no temo ya decirtelo, puede que sea lo último que diga....-comenzó a hablar lento, le costaba trabajo ya pronunciar palabras. -tranquilo, no digas nada, guarda reposo.- le pedí poniendo mi dedo meñique en sus labios, era el único dedo que no se había manchado de sangre.

-la planta que le diste a tu caballo creo es medicinal, déjame ver.- me levanté corriendo para revisar la yerba. Efectivamente, era stevia, alguna vez me quemé con la estufa y mi mamá me la puso en la quemadura y en otra ocasión, cuando era pequeña me corté con un cuchillo y también mi madre la colocó en mi dedito.

Volví después de cortar unas ramitas de la planta. -según yo esto te puede ayudar.- hablé mostrandole la planta que estaba en mi mano.

-¿la stevia?- preguntó frunciendo el seño.

-sí, en mi casa me la ponen para herídas, espero te sirva.- comencé a romperla y a apretarla esperando que saliera el aguita de la hoja, sé que me falta un mortero, como el que era de mi abuela y ahora lo tiene mi mamá, pero al no haber, debo ingeniarmelas.

Mientras seguía en mi travesía de las hojas Jonah hablaba. -eres muy hermosa...muy linda... Muy preciosa....- le costaba trabajo respirar y aún así decía bobadas.

-deja de decir estupideces y mejor guarda tu energía.- me lo regañaba cual si fuere un niño chiquito.

-temo no decirtelo.....si callo ahora....vos sois....sois....- cuando dejó de hablar, me asusté. Se había desmayado. El reino esta un poco lejos como para cargarlo, si grito no sé qué tan probable es que escuchen mis gritos.

-¡AYUDAAAAA! AYUDENMEEEE, ¡POR FAVOOOR!- grité con gran desesperación, pero era como si fuera un desierto el bosque.

Me apresuré a quitarle sus ropas para dejar al descubierto su herída. Lo que ví, sólo lo había visto en películas, nunca pensé verlo en persona. Su pecho tenía marcas como de cortes, me imagino que deben ser de espadas, si bien no eran muchas nunca te imaginas que alguien que tenga 16 o 17 años tenga esas marcas. Coloqué las hojas en donde había sido la herída y de la parte de hasta abajo de mi vestido, lo rompí para poder colocarla como vendaje sobre las hojas que le había puesto.

Mientras apretaba la tela a su brazo, ví que regresaba el caballo, ya más tranquilo que cuando se me soltó. Como pude levanté a Jonah y lo recosté en el lomo del caballo, me subí para sujetar a Jonah y hacer que fuera más rápido el caballo que si lo llevo yo caminando. La gran suerte es que en este gran rato que estaba con Jonah, en verdad me enseñó a montar, a darle las órdenes al caballo tanto en español como en su lengua que ellos se las dan, lo malo de eso es la pronunciación rara.

Lazos lejanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora