¿Qué pasaría si un día descubrieras que, en realidad, eres hijo de un dios griego que debe cumplir una misión secreta? Eso es lo que le sucede a Mayven Monroe, que a partir de ese momento se dispone a vivir los acontecimientos más emocionantes de su...
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Tortura (Parte dos)
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Volví a mirar al frente justo cuando ellas comenzaron a cambiar. Ya no eran ancianas. Sus rostros seguían siendo los mismos, pero a partir del cuello habían encogido hasta transformarse en cuerpos de arpía marrones y coriáceos, con alas de murciélago y manos y pies como garras de gárgola. Los bolsos se habían convertido en fieros látigos. Los látigos de castigó con los que torturan a los prisioneros de Hades. Nos rodearon esgrimiendo sus látigos.
—¿Dónde está? ¿Dónde? —silbaban entre dientes.
Los demás pasajeros gritaban y se escondían bajo sus asientos. Bueno, por lo menos la niebla estaba funcionando y no veían nada de lo que realmente pasaba.
—¡No está aquí! —grité—. ¡Se ha ido! ¡Regresen de dónde vinieron!
Las Furias levantaron los látigos. Annabeth sacó el cuchillo de bronce. Grover agarró una lata de su mochila y se dispuso a lanzarla. Muy a mi pesar —por lo tonta que iba a ser delatandome frente a ellas— presione el anillo y σκιά apareció en forma de espada. Tisífone, que estaba delante de mí, retrocedió en un abrir y cerrar de ojos.
Luego se recuperó y grito con voz de ultratumba:
—¡Traidora a tu casa!
Solo vasto eso para que se lanzará contra mi al mismo tiempo que las otra dos se lanzaban a mis amigos.
Tisífone intento arañarme el pecho pero la detuve colocando a sombras como barrera. Con una estocada limpia la obligue a retroceder. Levantó su látigo e intento rodearme con el, di un giro y me agache para evitar su toque.
Annabeth luchaba contra Alecto y Grover le lanzaba latas a Megara.
Con una patada en las costillas de la benévola la envié al suelo y con un movimiento rápido de espada le quite el látigo.
Todo hubiera salido bien de no ser porque el autobús giró abruptamente hacia la izquierda. Todo el mundo aulló al ser lanzado hacia la derecha, y yo caí directo al suelo con un golpe seco.
