Chapter Forty-two

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El casi primer beso

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C

asi habíamos llegado al borde, cuando de pronto los espejos en hilera se abrieron como trampillas y de ellas emergió un torrente de diminutas cosas metálicas... ¡Arañas!

Solté un grito de horror. Detesto las arañas. Me dan pavor y asco.

Los insectos metálicos parecían un ejército de bichitos de cuerda: cuerpos de bronce, patas puntiagudas y afiladas pinzas, y se dirigían hacia nosotros como una horda de zombies, en una oleada de chasquidos y zumbidos metálicos.

-¡Arañas! -exclamé, despavorida-. ¡A-aaa-raaaaa...!

Trastabillé y caí hacia atrás, presa del pánico. Sentí a las pequeñas patas de las arañas robot subiendo por mi. Casi cubriendo todo mi cuerpo, antes de perder la falta total de aire, sentí un tirón hacia arriba. Era Percy, llevándome al bote.

Aquellas cosas seguían apareciendo por doquier, miles de ellas, bajando sin cesar a la piscina y rodeándonos. Subimos al bote y el pelinegro empezó a apartar arañas a patadas a medida que trepaban. Me grito algo que no pude entender, solo veía lo que sucedía, pero no podía moverme.

«Treinta, veintinueve, veintiocho...», proseguía el altavoz.

Las arañas empezaron a escupir filamentos de metal buscando amarrarnos. Al principio fue fácil zafarnos, pero había demasiados y las arañas no dejaban de llegar. Una se subió a mi pierna y Percy la aparto, otra se llevó un trocito de sus zapatillas surferas con las pinzas.

Grover revoloteaba por encima de la piscina con las zapatillas voladoras, intentando perforar la red, pero no cedía.

Recuerdo a las monjas encerrarme en el cuarto de la azotea, tenía cuatro años. Esa habitación estaba llena de telas y huevos de araña, estos mismo insectos se encontraban en centenares, colgadas en el techo, en los rincones. Un día uno de ellos me mordió, estube en cama por una semana porque resulto que la araña era venenosa.

Daughter of Shadows || PJO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora