¿Qué pasaría si un día descubrieras que, en realidad, eres hijo de un dios griego que debe cumplir una misión secreta? Eso es lo que le sucede a Mayven Monroe, que a partir de ese momento se dispone a vivir los acontecimientos más emocionantes de su...
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Autobús volador
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El chico rubio coloco una mano en la herida y recitó un cántico en griego antiguo. Experimente una especie deboleada mágica por todo mi cuerpo; la pierna ya no me dolía y me sentía más fuerte.
—Listo —se levantó—. Oh, tus labios aún están agrietados —paso su dedo pulgar por ellos mientras sonreía pícaramente—. Ahora sí, cariño.
—Gracias —balbuceo nerviosa.
—Eres Mayven, ¿verdad? —asentí con las mejillas sonrojadas—. Eres una jovencita muy linda.
—Apolo —le advirtió la chica de pelo rojizo.
El nombrado se volvió a ella.
—Hermanita —dijo inocente.
Y caí en cuenta de quiénes son. Artemisa y Apolo.
—También tendrás que llevar a ella. A todos estos semidioses —precisó Artemisa—. Son campista de Quirón.
—No hay problema. —Echó un vistazo—. Veamos... Tú eres Thalia, ¿verdad? Lo sé todo sobre ti.
Ella se ruborizó.
—Hola, señor Apolo.
—Hija de Zeus, ¿no? Entonces somos medio hermanos. Eras un árbol, ¿cierto? Me alegra que ya no. No soporto ver a las chicas guapas convertidas en árboles. Recuerdo una vez...
—Hermano —lo atajó Artemisa—. Habrías de ponerte en marcha.
—Ah, sí. —Y miró al pelinegro—. ¿Percy Jackson?
—Aja. Digo... sí, señor.
Percy tenía el ceño fruncido. Apolo lo observó detenidamente, pero no dijo una palabra, cosa que resultó un poco inquietante.
—¡Bueno! —dijo—. Será mejor que subamos. Este cacharro sólo viaja en una dirección, hacia el oeste. Si se te escapa, te quedas en tierra.
Miré el Maserati. Allí cabían dos personas como máximo. Y éramos veintiuno.
