¿Qué pasaría si un día descubrieras que, en realidad, eres hijo de un dios griego que debe cumplir una misión secreta? Eso es lo que le sucede a Mayven Monroe, que a partir de ese momento se dispone a vivir los acontecimientos más emocionantes de su...
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Las ancianas cortan el hilo (Parte uno)
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Aquella noche del incidente con la trabajadora de mi padre, él –Hades– se presentó en sueños pidiendo que le contara como es que su criada se desintegró con mi ayuda. En resumido le dije que seguí a Alecto y Percy hasta la exhibición con el afán de llevarlo al inframundo y cuando ví a Percy con una espada trate de quitársela pero Alecto se metió, y terminé fallando el ataque dañando a la furia. Luego papá me preguntó si Alecto fue la causante de la herida en mi brazo y yo le dije que tal vez se dejó guiar por el instinto.. Al finale me recordó que no debía fallar y se fue.
No sé que hizo con ella, pero un castigo no le vendría mal.
Durante el resto del curso, el colegio entero cayó en los engaños que la niebla provocaba. Los estudiantes se comportaban como si estuvieran convencidos de que la señora Kerr —una rubia alegre que no había visto en mi vida hasta que subió al autobús al final de aquella excursión— era nuestra profesora de introducción al álgebra desde Navidad.
De vez en cuando Percy sacaba a colación a la señora Dodds, buscando pillarlos en falso, pero se quedaban mirándolo como si fuera un psicópata.
En muchas ocasiones estuve a punto de decirle que si existió una supuesta señora Dodds. Pero no lo hice.
Lo que si aumento con el tiempo fueron las sospechas hacia el profesor Brunner y mi amigo Grover.
Grover no podía engañarnos. Cuando Percy mencionaba el nombre Dodds, vacilaba una fracción de segundo antes de asegurar que no existía. Pero yo sabía que mentía y estoy segura que Percy también.
El clima seguía enloquecido, cosa que no mejoraba mi ánimo ni el de Percy tal parecía. Una noche –mientras estábamos en la habitación del pelinegro estudiando para un examen–, una tormenta reventó las ventanas de la habitación. Unos días más tarde, el mayor tornado que se recuerda en el valle del Hudson pasó a sólo ochenta kilómetros de la academia Yancy. Uno de los sucesos de actualidad que estudiamos en la clase de sociales fue el inusual número de aviones caídos en el Atlántico aquel año.
