¿Qué pasaría si un día descubrieras que, en realidad, eres hijo de un dios griego que debe cumplir una misión secreta? Eso es lo que le sucede a Mayven Monroe, que a partir de ese momento se dispone a vivir los acontecimientos más emocionantes de su...
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Hombre toro (Parte uno)
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Empapada, cansada y tiritando de frío. Así estoy; luego de pasar una hora caminando por la carretera alejándome de la playa.
¡Ah! Se me olvidaba. También estoy llorando de frustración por haber sido tan cobarde en abandonar la misión que me auto impuse para avanzar con la misión principal.
Un auto pasa a velocidad alta por mi lado para luego frenar al seco. Es un Cámaro del 78.
¡Mierda, los Jackson!
Una figura infantil masculina y conozco perfectamente baja de el.
-¡Mayven! -grita Percy corriendo hacía mi.
Okey. Hay que sacar los dotes de teatro que jamás estudie pero si vi en pantalla.
-Percy -murmuró abrazándolo en cuanto llega conmigo. Mis dientes castañean.
-Ven -dijo bajo. Avanzamos hasta el coche abrazados. Allí nos metimos y continuamos el camino.
Atravesamos la noche a través de oscuras carreteras comarcales. El viento azotaba el Cámaro. La lluvia golpeaba el parabrisas. Ellos preguntaron -en realidad fue Grover todo alterado el que lo hizo- el porque estaba allí y no en el departamento, inventé una breve historia donde mi tutor legal y yo salimos en un viaje de negocios al centro de Montauk pero que algo nos interceptó en el caminó, él se quedó distrayendo al monstruo y yo salí corriendo, contaba todo esto y en ningún momento Percy dejo de abrazarme para darme calor ni tampoco la señora Jackson dejo de pisar el acelerador. Ellos me explicaron lo que pasaba -aunque ya lo sabía-, no incluyeron que Grover era un sátiro.
Cada vez que estallaba un relámpago, yo miraba a Grover, sentado junto a mí en el asiento trasero, detallando como es que tenía los cuartos traseros, tenía aquel olor de las excursiones al zoo de mascotas: olía a lanolina, de la lana; el olor de un animal de granja empapado.
-Así que tú y mi madre... ¿se conocían? -dijo Percy rompiendo el silencio.
Los ojos de Grover miraban una y otra vez el retrovisor, aunque no teníamos coches detrás ni nada fuera de lugar.
