Flor
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Gracias a la capacidad especial de los centauros para viajar, llegamos a Long Island poco después de que lo hiciera Clarisse. Cabalgué a lomos de Quirón junto a Percy, pero no hablamos mucho durante el trayecto, y menos aún de Cronos. Tenía que haber sido difícil para Quirón hablar de él y no queríamos agobiarlo con más preguntas.
Cuando llegamos al campamento, los centauros tenían muchas ganas de conocer a Dioniso. Le habían dicho que organizaba unas fiestas increíbles. Pero se llevaron una decepción, el dios del vino no estaba para fiestas precisamente cuando el campamento en pleno se reunió en lo alto de la colina Mestiza.
En el campamento habían pasado dos semanas muy duras. La cabaña de artes y oficios había quedado carbonizada hasta los cimientos a causa de un ataque de Draco Aionius (un lagarto enorme que escupe fuego y lo destruye todo). Las habitaciones de la Casa Grande estaban a rebosar de heridos; los chicos de la cabaña de Apolo, que eran los mejores enfermeros, habían tenido que hacer horas extras para darles los primeros auxilios.
Todos los que se agolpaban ahora en torno al árbol de Thalia parecían agotados y hechos polvo. En cuanto Clarisse cubrió la rama más baja del pino con el Vellocino de Oro, la luna pareció iluminarse y pasar del color gris al plateado. Una brisa fresca susurró entre las ramas y empezó a agitar la hierba de la colina y de todo el valle, todo pareció adquirir más relieve: el brillo de las luciérnagas en los bosques, el olor de los campos de fresas, el rumor de las olas en la playa. Poco a poco, las agujas del pino empezaron a pasar del marrón al verde. El aura lúgubre se fue.
Todo el mundo estalló en vítores. La transformación se producía despacio, pero no había ninguna duda: la magia del Vellocino de Oro se estaba infiltrando en el árbol, lo llenaba de nuevo vigor y expulsaba el veneno.
Quirón ordenó que se establecieran turnos de guardia las veinticuatro horas del día en la cima de la colina, al menos hasta que encontráramos al monstruo idóneo para proteger el vellocino. Dijo que iba a poner de inmediato un anuncio en El Olimpo Semanal.
Entretanto, los compañeros de cabaña de Clarisse la llevaron a hombros hasta el anfiteatro, donde recibió una corona de laurel y otros muchos honores en torno a la hoguera.
A Annabeth, a Percy y a mí no nos hacían ni caso. Era como si nunca hubiésemos salido del campamento. Supongo que ése era su mejor modo de darnos las gracias, porque si hubieran admitido que nos habíamos escabullido del campamento para emprender la búsqueda, se habrían visto obligados a expulsarnos. Y la verdad, yo ya no quería más protagonismo, resultaba agradable ser un campista más, al menos por una vez.
Aquella noche, mientras asábamos malvaviscos y escuchábamos de labios de los hermanos Stoll una historia de fantasmas sobre un rey malvado que fue devorado por unos pastelillos demoníacos, Dafne me entrego una maceta mediana con tierra por dentro.
—Yo la decore —me dijo—. Travis y Connor me ayudaron. También sembré una semilla, mira ahí está.
Me acerqué a mirar el punto donde señalaba. Sonreí.
—¿Y de qué es? —pregunté, ella negó con su cabecita—. Entonces tendremos que esperar a que crezca.
—¿Será mucho?
—Sí.
Dafne frunció el ceño e hizo un puchero cruzándose de brazos.
—Pero yo no quiero esperar —se acercó a la maceta—. Flor crece.
Y sucedió.
Quedé atonía ante lo que acababa de ver.
—¿Qué miran? —preguntó Percy, llegando—. Oh, que bonito, ¿cuál es su nombre?
—Punica granatum —contestó alegre Dafne, al reconerlo.
Granada.
Un arbusto pequeño de granada, con flores y frutos que empiezan a madurar.
Mierda.
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A la mañana siguiente, una vez que los ponis partieron para Florida, Quirón hizo un anuncio sorprendente: las carreras de carros continuarían como estaba previsto. Tras la marcha de Tántalo, todos creíamos que ya eran historia, pero a fin de cuentas parecía lógico volver a celebrarlas, en especial ahora que Quirón había regresado y el campamento estaba a salvo.
Ni a Tyson ni a mí nos entusiasmaba la idea. Percy y él formaron equipo con Annabeth. Percy conduciría, Annabeth combatiría, Tyson sería el mecánico y yo ayudaría un poco al grandullón. Mientras yo solo sería la espectadora. En verdad aborrecía ese tipo de eventos y tampoco tenía cabeza para pensar en una carrera ahora. No con el asunto de Dafne. Luego de pensarlo durante toda la noche, solo tenía dos opciones (o al menos eso quería creer) y rogaba que fuera la segunda, porqué si es la primera.. mi hermanita estaba en serios problemas.
Pasaron dos días desde que llegué, trataba de hacer lo mejor posible para ocultar el impacto que me dio la noticia. Cuando me volví a instalar en la casa grande hablé con Quirón sobre lo de los viajes sombra, el entrenador me dijo que de a poco iría recuperando el ritmo que antes ya tenía con estos viajes, que por el momento era mejor que no los utilizará tanto.
La noche antes de la carrera, me quedé hasta muy tarde leyendo un libro en mi habitación, cuando alguien dijo:
—Estupendo libro, Insurrección, una gran trama sobre lo mitológico.
Apoyada en la puerta cerrada de la habitación había una mujer alta, joven y hermosa, con piel bronceada y cabello negro. Llevaba un vestido blanco, sus ojos llenos de vida eran multicolores. Ojos que en más de una ocasión me han mirado mal.
Era ella.
—Perséfone —murmuré—. No pense que vendrías rápido.
Soltó un suspiro. Ando con paso tranquilo hasta la cama y con la delicadeza digna de una reina, se sentó en ella.
—Supongo que ya lo sabes —me dijo, su voz sonaba tan pacífica.
—Supongo que no has venido a reconocerla.
—Tu padre —balbuceó—. Sabes la historia de la hija de Zeus. No la dejaría en paz, nunca.
—Trata de convencerlo, eres buena en eso.
—Me temo que está vez no podré hacerlo.
—¿Y entonces? ¿qué pasará cuando ella quiera salir de aquí.. cuando quiera ver a su padre? ¿o cuando pregunté por ti?
Su postura tranquila vaciló por unos instantes.
—Por eso he venido —se levantó del catre y camino al sillón donde yo estaba—. Se que no nos hemos llevado bien desde que nos conocimos, pero necesito de tu ayuda.
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Daughter of Shadows || PJO
Fanfiction¿Qué pasaría si un día descubrieras que, en realidad, eres hijo de un dios griego que debe cumplir una misión secreta? Eso es lo que le sucede a Mayven Monroe, que a partir de ese momento se dispone a vivir los acontecimientos más emocionantes de su...