Chapter Ten

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Pesadilla

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Pesadilla

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Antes de responderme, unos gritos llamaron nuestra atención. En la pista de baloncesto, varias cazadoras tiraban unas canastas. Una de ellas discutía con un chico de la cabaña de Ares. El chico ya tenía la mano en el pomo de su espada y ella daba la impresión de estar a punto de dejar la pelota para agarrar su arco.

— Yo me encargo de separarlos —dijo Thalia—. Ustedes pasen por las cabañas y avisen a todos del partido de capturar la bandera... Mayven excelente plan.

— De acuerdo —dijo Percy—. Una de ustedes debería ser la capitana.

— No, no —se negó Thalia—. Ustedes llevan más tiempo en el campamento. Tiene que ser uno de ustedes.

— Yo paso —dije—. No quiero estresarme.

— Thalia y yo podríamos ser.. co-capitanes —sugirió Percy—, o algo así.

Ninguno pareció estar conforme, pero asintieron. Cuando ya se iba hacia la pista de baloncesto, Percy habló:

— Oye, Thalia.

— ¿Qué?

— Siento lo ocurrido en Westover. Debí haberlos esperado.

— No importa, Percy. Yo habría hecho lo mismo seguramente —desplazó su peso de un pie a otro, como dudando—. ¿Sabes?, el otro día me preguntaste por mi madre y te mandé a freír espárragos. Es que.. la estuve buscando después de estos siete años y me enteré de que había muerto en Los Angeles. Bebía mucho y hace dos años, al parecer, mientras conducía de noche... —Parpadeó y tragó saliva.

— Lo siento.

— Sí, bueno. No.. no es que estuviésemos muy unidas. Yo me largué a los diez años de casa. Y los dos mejores años de mi vida fueron los que pasé con Luke y Annabeth yendo  de un sitio para otro. Pero aun así...

— Por eso tenías problemas con el autobús solar.

Lo miró, recelosa.

— ¿Qué quieres decir?

— Que estabas toda rígida. Seguramente tenías presente a tu madre y no te apetecía ponerte al volante.

— Percy cierra la boca —le dije al ver la expresión de Thalia.

Se veía terriblemente furiosa. Como si en cualquier momento sus ojos fuesen a disparar un millón de voltios.

— Sí —murmuró—. Debe de haber sido eso.

Y se alejó lentamente hacia la pista, donde el chico de Ares y la cazadora
estaban a punto de matarse con una espada y una pelota de baloncesto.

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Las cabañas formaban la colección de edificios más estrafalaria que hayas visto en mi vida. La de Zeus y la de Hera, que eran las cabañas uno y dos, ambas con columnas blancas, se levantaban en el centro, flanqueadas por cinco cabañas de dioses a la izquierda y otras cinco de diosas a la derecha, de manera que entre todas dibujaban una U en torno a un prado verde con una barbacoa. Las recorrimos una a una, avisando a todo el mundo del partido del día siguiente. Encontramos a un chico de Ares durmiendo la siesta y nos dijo a gritos que nos largaramos. Cuando le preguntamos dónde estaba Clarisse, respondió:

— Una operación de búsqueda de Quirón. ¡Alto secreto!

— Pero ¿está bien?

— No he tenido noticias desde hace un mes. Desaparecida en combate. Como les va a pasar a ustedes si no sales zumbando.

Decidimos dejar que siguiera durmiendo. Finalmente llegamos a la cabaña tres, la de Poseidón: un edificio bajo y gris construido con rocas de mar llenas de caparazones y corales incrustados. En su interior no había nada, salvo una cama, un cuerno de minotauro colgado en la pared junto a la almohada. Era la primera vez que entraba a la cabaña tres.

— Es.. —hable.

— Solitaria y depresiva —me interrumpió Percy.

— Iba a decir linda y espaciosa —encogí los hombros—. Pero si tú crees que es depresiva, está bien.

Saqué de mi mochila (me la había dado Percy) la gorra de béisbol de Annabeth y la dejé en la mesilla, tal vez, Percy le de un mejor uso que yo.

— Trate de transportarla conmigo —rompí el silencio—. Iba a tomar su mano para viajar entre las sombras, pero.. Espino fue más rápido.

Fue lo último que dije antes de salir.

******* 💀 *******

Me sentía terriblemente mal por lo sucedido, no quería ir a cenar, pero Quirón me ordeno hacerlo. El menú era a base de barbacoa, pizza y soda. Las antorchas y los braseros mantenían caldeado el pabellón, situado a la intemperie.

Pero teníamos que sentarnos con nuestros compañeros de cabaña, lo cual significaba que yo estaba en la mesa de Afrodita (así lo decreto el señor D) soportando charlas sobre moda, belleza, perfumes, en tanto Percy estaba solo en la mesa de Poseidón y Thalia estaba sola en la de Zeus, ninguno de los tres nos podíamos sentar juntos. Normas del campamento.

Nico se había sentado con los hermanos Stoll y Dafne, porque los nuevos tenían que quedarse en la cabaña de Hermes mientras no se supiera quiénes eran sus progenitores
olímpicos. Los Stoll intentaban convencer a Nico de que el póquer era más divertido que la Mitomagia, y recé por que no tuviese ningún dinero que perder. Los Stoll lo desplumarian en un abrir y cerrar de ojos.

La única mesa donde parecían pasárselo bien era la de Artemisa. Las cazadoras bebían y comían y no paraban de reírse como una familia feliz. Zoë ocupaba la cabecera, con aires de mamá clueca. Ella no se reía tanto como las demás, pero sonreía de vez en cuando. Su diadema plateada de lugarteniente relucía entre sus trenzas oscuras. Bianca daba la impresión de divertirse muchísimo. Se había empeñado en aprender a echar un pulso con una de las cazadoras, la que se había peleado en la pista de baloncesto con un chico de Ares. La otra la derrotaba una y otra vez, pero a ella no parecía importarle.

Cuando terminamos de comer, Quirón hizo el brindis habitual dedicado a los dioses y dio la bienvenida formal a las cazadoras de Artemisa. Los aplausos que sonaron no parecían muy entusiastas. Luego anunció el partido de capturar la bandera que se celebraría en su honor al día siguiente por la noche, lo cual tuvo una acogida mucho más calurosa.

Después desfilamos hacia las cabañas. En invierno se apagaban las luces muy temprano. Yo estaba exhausta y me quedé dormida enseguida. Ésa fue la parte buena. La mala fue que tuve una pesadilla. E incluso para lo que yo estaba acostumbrada, era una pesadilla infernal que me dejó helando todo el cuerpo.

Estaba en una oscura ladera cubierta de niebla. Parecía casi el inframundo, pero no habían estalactitas, ni mucho menos se veía el cielo sobre mi cabeza: sólo una pesada oscuridad, como si estuviese en el interior de una cueva.

Pasos acelerados se escucharon, giré en redondo para ver quién venía. No hay nadie.

— ¿Por qué me dejaste morir?

Se escuchó como un eco que se clavó como espina en mi corazón.

Daughter of Shadows || PJO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora