Chapter Nine

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Desapariciones (Parte dos)

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Desapariciones (Parte dos)

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Cuando Percy, Thalia y yo concluimos nuestro relato, Quirón se volvió hacia el señor D.

— Tenemos que organizar un grupo para encontrar a Annabeth.

Los tres levantamos enérgicamente la mano.

— ¡Ni hablar! —soltó el señor D.

Empezamos a protestar, pero él alzó la mano. Tenía en su mirada ese fuego iracundo que indicaba que algo espantoso podía suceder si no cerramos el pico.

— Por lo que me han contado —dijo—, no hemos salido tan mal parados, después de todo. Hemos sufrido, sí, la pérdida lamentable de Annie Bell...

— Annabeth —dijo con rabia Thalia.

Había vivido en el campamento desde los siete años y, sin embargo, el señor D todavía pretendía aparentar que no conocía su nombre.

— Sí, está bien —dijo—. Pero han traído para reemplazarla a este crío latoso. Así pues, no creo que tenga sentido poner en peligro a otros mestizos en una absurda operación de rescate. Hay grandes posibilidades de que esa Annie esté muerta.

Quise estrangularlo. Era una injusticia que Zeus lo hubiera nombrado director del campamento para que dejase el alcohol y se desintoxicara durante cien años.

Se suponía que era en castigo por su mal comportamiento en el Olimpo, pero había acabado convirtiéndose en un castigo para nosotros.

— Annabeth podría estar viva —dijo Quirón, aunque me di cuenta de que le costaba bastante mostrarse optimista. Él había criado a Annabeth durante todos los años que pasó en el campamento, antes de que volviera a intentar vivir con su padre y su madrastra—. Es una chica muy inteligente. Si nuestros enemigos la tienen en su poder, tratará de ganar tiempo. Tal vez simule incluso que está dispuesta a colaborar.

— Es cierto —dijo Thalia—. Luke la querrá viva.

— En tal caso —dijo el señor D—, me temo que deberá arreglárselas con su inteligencia y escapar por sus propios medios.

Percy se levantó airado de la mesa.

— Percy... —susurró Quirón, advirtiéndole.

Yo ya sabía que con el señor D no podías meterte ni en broma. Aunque fueses un chico impulsivo aquejado de Trastorno Hiperactivo por Déficit de Atención (THDA) como yo, no te dejaba pasar ni una. Estaba igual de furiosa que Percy, pero aún así no me atreví a levantarme, no sería muy inteligente de mi parte.

— Parece muy contento de haber perdido a otro campista —le dijo—. ¡A usted le encantaría que desapareciéramos todos!

El señor D ahogó un bostezo.

— ¿Tienes algún motivo para decir eso?

— Desde luego que sí —replicó—. ¡Que lo enviasen aquí como castigo no significa que tenga que comportarse como un estúpido perezoso! Esta civilización también es la suya. Podría hacer un esfuerzo y ayudar un poco...

Durante un segundo se hizo el silencio absoluto, a excepción del crepitar del fuego. La luz se reflejaba en los ojos del señor D y le daba un aire siniestro. Abría la boca para decir algo (seguramente para soltar una maldición que haría saltar a mi amigo en pedazos) cuando Nico irrumpió en el salón seguido de Grover.

— ¡Qué pasada! —gritó señalando a Quirón—. ¡O sea, que eres un centauro!

Quirón logró esbozar una sonrisa nerviosa.

— Sí, señor Di Angelo, en efecto. Pero prefiero permanecer con mi forma humana, en esta silla de ruedas, al menos durante los primeros encuentros.

— ¡Uau! —Nico miró al señor D—. ¿Y tú eres el tipo ese del vino? ¡Qué fuerte!

El señor D apartó los ojos de Percy y le dirigió a Nico una mirada de odio.

— ¿El tipo del vino?

— ¿Dioniso, no? ¡Uau! Tengo tu figura.

— ¿Mi figura?

— En mi juego Mitomagia. ¡También tengo tu cromo holográfico! ¡Y aunque sólo posees unos quinientos puntos de ataque y todo el mundo dice que tu cromo es el más flojo, a mí me parece que tus poderes molan un montón!

— Ah —el señor D se había quedado estupefacto, perplejo de verdad, cosa que probablemente le salvó la vida al hijo de Poseidón—. Bueno... es gratificante saberlo.

— Percy —dijo Quirón rápidamente—, tú, Mayven y Thalia ya poden irse a las cabañas. Anuncien a todos los campistas que mañana por la noche jugaremos un partido de capturar la bandera.

— ¿En serio? —pregunté—. Pero si no hay suficientes..

— Es una vieja tradición —repuso Quirón—. Un partido amistoso que se celebra siempre que nos visitan las cazadoras.

— Sí —musitó Thalia—. Muy amistoso, seguro.

Quirón señaló con la cabeza al señor D, que seguía escuchando con ceño las explicaciones de Nico sobre los puntos de defensa que los dioses tenían en su juego.

— Larguense ya —ordenó Quirón.

— Entendido. Venga, Percy. Vamos, May —dijo Thalia, y juntas sacamos al pelinegro de la Casa Grande antes de que Dioniso se acordará de que quería matarlo.

Salimos del lugar y estuvimos lejos, le pegue un sape en la cabeza a Percy.

— Ya tienes a Ares en tu contra —le recordé—. ¿Es que quieres otro enemigo inmortal?

— Lo siento —dijo—. No he podido evitarlo. Es demasiado injusto.

Nos detuvimos junto al arsenal, Thalía contempló la cima de la Colina Mestiza, al otro lado del valle. Su pino seguía allí, con el Vellocino de Oro reluciendo en la rama más baja. La magia del árbol continuaba protegiendo los límites del campamento, pero ya no extraía su poder del espíritu de Thalia.

— Todo es injusto —murmuró—. A veces me gustaría...

No terminó la frase; su tono era tan triste que la compadecí. Con su pelo negro desgreñado y su ropa punk, además del viejo abrigo de algodón que se había echado sobre los hombros, parecía un cuervo enorme, completamente fuera de lugar en aquel paisaje tan blanco.

Ya somos dos.

— Rescataremos a Annabeth —prometió nuestro amigo—. Aunque todavía no sepa cómo.

— Primero supe que habíamos perdido a Luke —dijo ella con la mirada
extraviada—. Y ahora también a Annabeth...

— No pienses así.

— Tienes razón —dijo, irguiéndose—. Encontraremos la manera.

— Ustedes son tan depresivos y demasiado impulsivos —les dije en forma de regañiza, los dos me miraron indignados—. ¿A caso no te acuerdas lo que hicimos para conseguir el vellocino de oro, Percy? No esperamos ningún permiso, no dejamos que un no nos detuviera. Podemos hacer lo mismo. Saldremos por la noche y buscaremos a Annabeth.

Daughter of Shadows || PJO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora