Here we go again (Parte dos)
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Las arpías nos lanzaban maldiciones y aullaban reclamando su aperitivo, pero los hipocampos se deslizaban por el agua a la velocidad de una moto acuática y enseguida las dejamos atrás. Muy pronto la orilla del Campamento Mestizo no fue más que una mancha oscura. Me preguntaba si volvería a verlo de nuevo. Pero en aquel momento tenía otros problemas en que pensar.
Mar adentro, empezaba vislumbrarse el crucero: nuestro pasaporte hacia Florida y el Mar de los Monstruos.
Montar un hipocampo era incluso fácil (aunque en realidad yo solo iba como pasajero). Corríamos con el viento de cara o en mi caso en mis brazos y cabello; había escondido mi rostro en el cuello de Percy (por ratos alzaba la vista para mirar por dónde íbamos) y me había abrazado de él, sorteando las olas con tal suavidad que casi no era necesario agarrarse.
A medida que nos acercábamos al crucero, me fui dando cuenta de lo enorme que era. Sentí como si estuviese mirando un rascacielos de Manhattan desde abajo; el casco, de un blanco impecable, tenía al menos diez pisos de altura y estaba rematado con una docena de cubiertas a distintos niveles, cada una de ellas con sus miradores y sus ojos de buey profusamente iluminados. El nombre del barco estaba pintado junto a la proa con unas letras negras iluminadas por un foco. Me llevó unos cuantos segundos descifrarlo: Princesa Andrómeda.
Adosado a la proa, un enorme mascarón de tres pisos de alto: una figura de una mujer con la túnica blanca de los antiguos griegos, esculpida de tal modo que parecía encadenada al barco. Era joven y hermosa, con el pelo negro y largo, pero tenía una expresión aterrorizada. Cómo se le podía ocurrir a nadie poner a una princesa chillando de pánico en la proa de un crucero de vacaciones. No me cabía en la cabeza.
Recordé el mito de Andrómeda y cómo había sido encadenada a una roca por sus propios padres para ofrecerla en sacrificio a un monstruo marino. Quizá había sacado demasiados suspensos en la escuela.
El caso es que el Perseo de esa época, la salvó justo a tiempo y volvió de piedra a aquel monstruo marino usando la cabeza de la Medusa.
Aquel Perseo era hijo de Zeus y este Perseo es hijo de Poseidón. El Perseo original era uno de los pocos héroes de la mitología griega que tenía un final feliz. Los demás morían traicionados, destrozados, mutilados, envenenados o malditos por los dioses. Espero que a Percy se le haya heredado la suerte de su tocayo.
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Daughter of Shadows || PJO
Fanfic¿Qué pasaría si un día descubrieras que, en realidad, eres hijo de un dios griego que debe cumplir una misión secreta? Eso es lo que le sucede a Mayven Monroe, que a partir de ese momento se dispone a vivir los acontecimientos más emocionantes de su...