Yo jamás pensé o me preocupé en el futuro. De hecho, vivir el día a día me costaba horrores y sacrificios y no era por otra razón diferente a lo difícil que fue mi pasado. Errores, dolor, separaciones, traiciones pero también momentos buenos y felices que llevo tatuados en la memoria y que me han traído aquí, frente a la puerta del ascensor estampada con letras y colores llamativos:
El amor no es literatura si no se puede escribir en la piel
-Joan Manuela Serrat
-¿No te parece obsesivo?- el ascensor comenzó a descender y mi mirada viajó a mi acompañante. Lo miré sin entender a qué se refería y señaló con su boca la frase legible frente a nosotros, que no era la única que había en la editorial.
Claro que le parecía obsesivo.
-Oh, eso. Me parece lindo- Y claro que me parecía lindo tener frases por todos lados en la editorial. Las letras se dividieron y las puertas se abrieron dándonos paso al sótano- Adrien, no entiendo porque no le pides ayuda a algún hombre para esto- señalé la caja que me pidió que le ayudara a cargar- Esta cosa debe pesar mucho.
-Ese comentario es machista de tu parte- giré los ojos- y además, ningún hombre querría bajar al sótano sólo con el hombre gay, ¿lo entiendes?- lo miré por unos segundos y suspiré.
-Qué masculinidad tan frágil- ambos reímos, aunque sabíamos que la repulsión de nuestros compañeros a Adrien no era ningún chiste.
-Ni que lo digas. Ahora ayúdame- señaló la caja y la abracé como pude con mis brazos. Aunque la mayoría de fuerza la hacía Adrien, la caja era realmente pesada y mis brazos eran cortos a diferencia de los de un hombre.
-¿Qué hay aquí?
-¿Qué? Oh, algunos.. Oh, no ¡Bonsang! (¡Maldición!)- sentí a Adrien tropezar y soltar la caja por un segundo. Tiempo suficiente para que el peso de la caja quedará solo en mi y en mis brazos. En mi brazo, realmente en singular.
-¡Mierda!- caí al suelo y sentí la caja caer en mi brazo izquierdo al segundo siguiente. Dejé de sentir mi extremidad casi de inmediato, sin embargo, no el dolor que el golpe me provocó.
-¡Verónica!- Mi amigo corrió y alejó el objeto de mi brazo- ¡Bonsang! (¡Maldición!) Tu brazo está hecho papillas- lo miré mal.
-Llévame ya a un maldito hospital.
Odiaba los hospitales. Y el que haya decidido venir por voluntad propia habla de lo mucho que dolía mi brazo. Cerré los ojos con fuerza intentando llevar mi conciencia a otro lugar diferente a esto. El olor, las paredes, la sensación La mezcla irritante de todo eso que me recuerda aquella noche de desgracia me hacían querer salir corriendo de allí.
-Estos son los analgésicos que debes tomar- me senté en la camilla usando sólo mi brazo derecho al escuchar la voz de la doctora que me ayudó- con cuidado- sentí las manos de la mujer que me atendía sobre mi brazo y levanté la vista hacia ella. Tal vez estar tan concentrada en escapar o en el dolor no me permitió mirarla como ahora. Pero era una mujer muy atractiva- Lo mejor es darle descanso al brazo, por lo que debes llevar el cabestrillo por un tiempo y hacer ejercicios leves en las noches ¿está bien?
-Esta bien- Su corta y castaña cabellera se movió cuando se agachó al escritorio a firmar la receta de medicamentos y me permití por un momento admirarla como debía. Se levantó y me miró a los ojos con una sonrisa- Yo.. Puedo ir a trabajar, ¿no es así?- sus ojos negros se posaron en mí nuevamente.
-Verónica, nada de esfuerzos al brazo- acomodó mi cabestrillo y me quejé- Nada de trabajo, ¿comprende?- la profundidad de sus ojos me había hecho perder por completo en ellos, así que asentí sin poder hacer nada más que eso. Ella se giró buscando algo en su escritorio desviando su atención de mi.
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DE CAFÉ A TI
RomanceUna de las cosas que más increíble me parecía de la vida, o tal vez del destino, era lo difícil y caprichosa que podía volverse. Me robaba sonrisas y me robó el motivo de ellas. Me entregaba tristeza y dolor, cuando estaba en máximo punto de felicid...