CAPÍTULO XLV

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En la mañana el dolor de cabeza y la resaca me pasaron factura. Me preocupaba sentirme tan mal y tener que ir en la noche a cenar con Pierre. Suspiré y miré el techo de mi habitación queriendo desaparecer por un rato, un largo, largo largo rato. No quería estar en una cena con el padre Adrien, quería quedarme aquí. Acostada en mi cama, que me doliera lo que pasaba Con Kamille y poder sufrir en mi soledad. Era la única forma de superarlo, o al menos interiorisarlo.

-Solo quiero saber si eso te lastima a  ti- Ainhoa me miró y yo suspiré. Mis padres le habían pedido devolver el auto y los dos tipos a Kamille y ella quería consultarlo conmigo. Sabía que ella lo había echo por mí hermana y su relación con la muestra no tenía nada que ver.

-Quiero que estés bien siempre.

-También yo, por eso sí eso te lastima o te molesta lo dejaré a un lado. El psicólogo me ha ayudado, estoy mejor- le di un beso en la mejilla.

-Has lo que tu lindo corazón te diga, pequeña. Aceptaré cualquier cosa que hagas porque se que no lo hayas con la intención de dañarme ¿esta bien?-  asintió.

-Papá es el más alterado. Esta enojado y furioso con Kamille, mamá es un poco menos temperamental, pero está de su lado esra vez.

-La amistad que tenías con Kamille no tiene nada que ver conmigo. No tengo ningún problema y quiero que lo tengas claro.

-Gracias, Verónica- me dio un abrazo y cerré los ojos, besando su frente.

Ainhoa se fue a la universidad y yo me quedé sola cuando Paula se fue a comprar algunas cosas para la noche. El simple hecho de pensar en esa cena me ponía muy nerviosa, ansiosa, con estrés. Solo podía pensar en Kamille en donde estaría, con quien, habiendo qué. No podía sacarmela de la cabeza ni un segundo por mucho que lo intentara. En mi computador, la foto que Scarlett tomó aquella noche y todas las que teníamos no me ayudó en nada, sabía que esto me hacía mal, sin embargo no dejaba de hacerlo. Las imágenes pasaron una tras otra, éramos felices. Ella lo era, al menos eso creía. ¿Cómo fue que pudo hacerlo todo sin remordimientos?

¿Cómo fue qué me quiso tan bien de mentiras? Suspiré y cerré el computador dejándolo a un lado, tal vez un día tenga la valentía de borrarlas todas y cada una. Ese día no sería hoy, y estaba segura de que tampoco mañana.

***

Cuando Paula terminó de arreglarme me mire al espejo experimentando una sensación extra corporal. Me sentía cualquier persona, menos yo. Suspiré y miré mi reflejo, una extraña que se veía muy guapa.

-Te ves preciosa- Paula miró su obra orgullosa y sonrió.

-Gracias a ti.

-Impresionaras a tu suegro- asintió y me reí. En el espejo mi imagen se veía diferente, lejana, extraña. Aquella sensación que experimenté con Kamille en Francia me pasó, aunque de forma más intensa. No reconocía a la Verónica del reflejo que era tan diferente: Estaba menos alegre, menos ilusionada, más rota y mucho menos real. En solo un par de días me había cambiado el chip de la peor manera, me sentía en el suelo, sin fuerzas para levantarme todavía, y como si fuese poco recibía un golpe tras otro.

-Quiero que le demuestres a esa perra francesa que se equivocó tremendamente escogiendo a esa empresa antes que a ti- sonreí.

-Kamille está en Francia.

-Pues mucho mejor- se encogió de hombros y la puerta se escuchó. Sabía que era Eric, así que Paula fue a abrir mientras yo me encargaba de un último retoque. Cuando bajé Paula analizaba de pies a cabeza a Eric.

-¿Hay algo malo?- pregunto sin entender y mi amiga sonrió.

-Oh, no. De hecho todo está muy bueno- me reí atrayendo su atención.

DE CAFÉ A TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora