CAPÍTULO XI

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-Así que la fiesta de Adrien estuvo muy buena- me tomé la cabeza entre las manos mientras asentía- Tan buena que terminaste con la ceja rota.

-Ainhoa, no quiero ni escuchar mi propia voz. Ya sé que tengo la ceja rota, después te cuento- escuché una risa leve de su parte, me dio un beso en la cabeza y siguió atendiendo las mesas. Por suerte hoy era domingo y la cafetería era poco concurrida en esos días. Así que ella se encargaba de todo, y lo agradecía.

Dejé caer la cabeza en la barra y suspiré. Recordaba poco de la noche anterior, el inicio de la noche era claro, pero no el final, lógicamente porque había tomado más de lo necesario. Recordaba haberme besado con Olivia, darle mi numero y ser interrumpida por Kamille. Kamille que se veía maravillosa esa noche. Dejé caer mi cuerpo hasta el suelo, me sentía fatal. Ahora sabía porque evitaba tomar, lo que no entendía todavía era porqué lo había hecho anoche.

-¿Hola?- Abrí los ojos de golpe al escuchar ese acento. El dolor de cabeza pareció esfumarse con rapidez, dejando paso al nerviosismo. Era imposible que Kamille estuviese aquí. Hoy era domingo. Era imposible ¿no? - ¿Hola? ¿Hay alguien?- escuché que carraspeó. No, no era imposible. Espere a que Ainhoa llegara y la atendiera, salvandome, pero no pasó y no tuve más remedio que levantarme.

Me miró con un tanto de sorpresa y otro de temor, ¿Kamille temerosa? ¿De que? Me inspeccionó y su vista fue a la gasa que cubria mi ceja, lo más probable es que me viera ridícula. Ridícula con mi ceja rota. Ridícula con mi nerviosismo obvio. Era muy raro verla en la barra, en la cafetería, tan cerca de mi.

-Buenos días- rompí el silencio queriendo desaparecerme- ¿Desea ordenar algo?

-Buenos días, Gonzales- su voz sonaba extraña- un café, con un cuarto de azúcar y otro sin azúcar para llevar, por favor- asentí y le di la espalda comenzando a hacer su café, como si no lo tuviera claro. Como si supiera por completo como era que le gustaba a ella el café. Sentía su mirada en mi espalda, aunque no me atreví a voltear y agradecí que el café tardara un poco más en esta ocasión- Es una ironía, ¿no es así?- escuché de nuevo su voz y voltee a verla. Era extraño verla aquí y no sea sentada en la típica mesa, era extraño verla en mi territorio y que no fuese de lejos.

-¿Perdón?

-Una ironía- repitió un poco exhausta, se veía cansada- Que trabajes en una cafetería y no te guste el café- mi cerebro se desconectó y ni siquiera supe a que prestar mas atención: si a que había recordado que no me gustara el café desde la conversación con Susana o que me hubiese tuteado por primera vez. Aunque no se sintiera como la primera.

-Ah la cafetería es de mi padre, le ayudo cuando puedo- fue lo único que me salió decir mientras empacaba el café y agregaba el azúcar correspondiente. El silencio volvió a ser protagonista- ¿Cómo está, Adrien?- caminé con los cafés hasta donde ella estaba.

-Dolorido, pero bien por ahora- asentí y miré los cafés, suponía que uno de ellos era para mi amigo. La vi buscar, lo que creí era dinero en su bolso. Cuando lo encontró y confirmé que si era, me lo tendió. Negué con la cabeza.

-La casa invita.

-De ninguna manera.

-Saludos a Adrien- me miró mal y me encogí de hombros. Suspiró y dio un paso para marcharse, pero se detuvo.

-Gonzales, Espero que nunca más se meta en una pelea violenta de esa manera tan estúpida-la amabilidad no era virtud de Kamille- Sin embargo, gracias por evitar algo peor, supongo. Pero espero sea la última vez, la próxima puede ser peor- me sentí intimidada y ciertamente sorprendida, no por sus palabras, sino por la profundidad y fuerza de estas, me estaba reprendiendo. Ella y yo teníamos a Adrien en común, aunque no parecía.

DE CAFÉ A TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora