CAPÍTULO XXIII

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Jamás desde que tengo memoria había estado tan nerviosa de ir a la editorial. Algo era seguro y es que me encontraría con mi jefa, lo quisiera o no. Al llegar pedí la credencial aunque no dejaba de mirar a todos lados, quería al menos estar preparada y que el momento no fuese peor de lo que ya sería. 

-Vero, hola. ¿Lista para terminar tu obra de arte?- Emma me interceptó y entramos juntas. Para mí tranquilidad, Kamille no estaba aquí, pero Susana tampoco. 

-¿Y tú?- me reí y ella asintió. Le dábamos los últimos detalles a los libros antes de dejarlos en manos de los editores, eso me ponía aún más nerviosa. Me senté en mi escritorio y comencé a trabajar intentando desviar mi mente del hecho de que en cualquier momento la puerta se abría y ella entraba con su estúpida elegancia que me encantaba. 

Pero eso no pasó. Kamille no entró a la oficina en toda la mañana y no había rastros de ella, lo cual no sabía definir entre malo o bueno. Salí a almorzar esperando encontrarla y, a la vez, no verla nunca más con la misma intensidad. No tenía idea de cuál de las dos me aterraba más. Pensé que me infartaria cuando vi a la mujer con la que llegó ayer a su casa, aunque hoy tenía una ropa mucho más formal sabía que era ella. 

Sentí su mirada por unos segundos, la apartaba y volvía a mi, así durante un tiempo. Me levanté y caminé al baño queriendo quitarme la mirada de la pelinegra de mi. Cuando salía de él, la encontré de frente entonces. Era mucho más intimidante de cerca que de lejos, eso seguro. 

-así que eres tú- enrecerró los ojos y fruncí el ceño. ¿Qué? Me analizó de arriba a abajo. 

-Perdón, ¿qué? ¿Yo soy que…? 

-La nueva escritora- habló con rapidez y sonrió moviendo sus manos- es que tenía el registro de la antigua, entonces, bueno quería conocerte. Lamento si te incomode en la cafetería, no fue mi intención- ella era algo de Kamille pero no era como ella. 

-No se preocupe. 

-Soy Scarlett Müller, abogada, pero trabajo para la editorial, básicamente la mano derecha de Kamille- me tendió la mano y la estreche con un poco de duda. 

-Un placer, soy..

-Sé quien eres, Verónica- la miré sorprendida.

-¿Por los registros que no tiene?- sonrió y negó. 

-Por otra fuente de información, realmente- mi mente solo pudo ver a Kamille como esa fuente de información, pero ¿ella le había hablado de mi? 

-Entiendo. 

-Me gusta mucho tu estilo, como escribes. Tienes un gran talento, me alegra que Kam te haya convencido- asentí y mi mente repitió el apodo con el que la llamaba una y otra vez. Que tanta confianza se tenían. 

-Gracias, aunque no es para tanto. 

-Oh, si que lo es. Yo… 

-¡Scar! Te estaba buscando que estas hac…- Kamille se detuvo frente a mi y entonces supe que el momento que esperé había llegado. Sus ojos volvieron a los míos después de días largos sin verlos, intactos, brillantes y hermosos. Me analizó con la mirada por unos segundos- Deja de molestar a mis escritores- la miró a ella y fruncí el ceño.

Hola Kamille, también me alegra mucho verte. 

-No la molestaba, ¿cierto, Verónica? 

-Para nada- mi voz sonó extraña entre la confusión de que quien me conocía me llamase de manera formal y quien acababa de conocer por mí nombre como si me conociera de toda la vida. ¿Era tan difícil para Kamille hacer eso? 

DE CAFÉ A TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora