CAPÍTULO LX

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El estar frente a la casa de Kamille había sido un acto de Valentía terrible. Lo real es que no estaba aquí por ella sino por Jérémie. A quien tuve que prometerle que vendría a despedirme antes que regresar a Francia, irónicamente, a donde él iría mañana. Suspiré y toqué la puerta. Segundos después Kamille me abrió recibiendome con sorpresa en su mirada. Tenía una ropa holgada y hancha, lo cual me hizo suspirar.

Era hermosa, jamás negaría que era hermosa en cada una de sus imágenes.

-¿Verónica?- me moví un poco y desvié mis ojos de los suyos.

-Hola, am... lamento estar aquí. Sólo venía a despedirme de Jérémie- Kamille me miró por unos segundos, tal vez dudando si era buena idea, pero se movió a un lado haciéndome pasar. La casa tenía ese toque lejano de Kamille que tenían sus oficinas. No eran del todo evidentes que eran suyas, porque no tenían del todo su estilo, sin embargo, si su esencia. Puede que no se notara del todo, pero se sentía. Y ese el gran poder que Kamille tenía.

-Jérémie está terminando de organizar su habitación, ven- levantó su mano pero se detuvo y se la guardo con rapidez dándome la espalda. Yo había quedado igual de sorprendida que ella. El corazón me latió con rapidez y de repente, mi mano se sintió vacía. Anhelando ese contacto que pudo llegar, pero no lo hizo. Caminé a su lado sin decir nada y ella abrió la puerta de la habitación. Los ojos cafés de jeremie me enfocaron y sonrió, corriendo hacia mi.

-¡Hola española!- Me reí y recibí su abrazo cálido y cariñosos sintiendo nostalgia, e incredulidad todavía.

-Ey, Jer ¿como estas?

-muy bien, aunque si hago esto- señaló el cuarto- es porque la señorita Dupont me ha obligado- señaló a Kamille detrás de mi.

-¿Señorita Dupont? Soy tu madre, Jérémie- si, recuérdamelo cada vez que puedas porque me parece muy increíble todavía

-Ya sé, ya sé- caminó con fastidio a la cama de nuevo- ¿Cómo estás, Verónica?- me miró mientras guardaba sus cosas en una caja- ¿Vienes a que te de una paliza como la de ayer?- me reí por la mueca que hizo. Se parecía mucho a ella, quien estaba recostada en el marco de la puerta.

-No, y sólo te dejé ganar- me miró con una sonrisa burlona- Venía sólo a despedirme, hoy regresaré a Francia y quería pasar por aquí antes de dejar España.

-¿Me visitarás allá?- me senté en su cama y lo miré con tristeza sabiendo que eso no era una posibilidad. En Francia sería como si jamás hubiese pasado nada, como si yo jamás lo hubiese conocido. Tenía que borrar cassette, yo lo sabía. Pero no podía explicárselo.

Eso no me gustaba, pero tampoco es como si pudiese hacer algo al respecto.

-No lo sé, Jer. Tendré muchas cosas que hacer. Cosas aburridas de adultos- él suspiró y me miró.

-Alexandre también las tienes y viene a visitarme- fruncí el ceño pero quise evitar mirar a Kamille. Ella no me debía esas explicaciones y aquellas que me debía, ya me las dio. Pero representó un choque que él lo conociera y que lo visitara, suponía, con frecuencia. Tal vez no sólo a él, y tal vez pronto Kamille y él volvieran a ser algo. De igual forma, su relación no terminó por falta de amor, sino por una mentira.

-Lo siento, jer. Tal vez algún día pueda, pero no prometo nada- me miró con tristeza y sonrió asintiendo.

-Mamá dice que escribes muy bien y tienes un gran talento, y le creo- asentí tragando en seco y miré hacia la puerta buscando confirmar las palabras del pequeño en quien tenía también sus ojos, pero Kamille ya no estaba ahí.

-Eres un niño maravilloso, Jer- se arrodilló y me dio un abrazo. Un abrazo que se sentía tanto al que Kamille me dio ayer. La fuerza de sus brazos e incluso el perfume que tenía impregnado de su madre. Cerré los ojos sin querer llorar y acaricié su espalda- Espero sigas haciéndole caso a Kamille, porque sino se enojará- se rió y asintió.

DE CAFÉ A TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora