8. Todo está en los detalles

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Plagg despertó de su quinta siesta del día -o algo así ¿Quién lleva la cuenta?- cuando escuchó a Adrien mover y lanzar cuadernos y otros útiles escolares en su mochila y escritorio. Bostezó y lo miró unos segundos. Seguro que el chico parecía inquieto.

Una de las pequeñas orejas del kwami gato dio un tirón, escuchando el familiar golpeteo de los tacones de Nathalie de camino a la habitación de su chico, así que se apresuró a esconderse.

La asistente entró para explicar un cambio en el horario de mañana. Una sesión de fotos con otros modelos de su edad había sido adelantada. Adrien hizo una pequeña mueca de simpatía, su padre odiaba cuando ese tipo de cosas se adelantaban o atrasaban.

— ¿Qué pasa con mi clase de esgrima? —preguntó, antes de que Nathalie se fuera.

La mujer apenas lo miró —podrás recuperar el tiempo en otro momento.

Adrien suspiró mientras Nathalie salía de su habitación, dándole las buenas noches. Kagami no iba a estar feliz con esto.

Escuchó a Plagg salir de dónde fuera que se había escondido mientras terminaba de alistar su maleta. Luego, se dejó caer en la cama con un laaaargo y pesado suspiro.

— ¿Qué rayos te sucede ahora? —el kwami de ojos verdes flotó directamente encima de su portador —pensé que te gustaban las sesiones en conjunto.

Adrien asintió. De hecho, le gustaban. Claro, los otros modelos de su edad no siempre eran gentiles, y algunas veces las chicas eran un poco agresivas tratando de ganarse su favor, pero era mucho más divertido que las habituales sesiones en solitario. Al menos había gente, no solo Vicent hablando de espaguetis y quién sabe qué más.

—No pasa nada, Plagg —negó suavemente, antes de que su voz se animara un poco — ¡Vamos, tenemos patrulla esta noche con M'Lady! —estiró la mano con su anillo para apagar las luces antes de llamar a su transformación, saltar por la ventana y empezar a correr por los tejados cercanos.

Imaginen su sorpresa cuando, llegando al tejado habitual con vista a la torre Eiffel, se topó con su Lady en compañía.

Compañía en miniatura, pero compañía a fin de cuentas.

—Buenas noches, Bugaboo, ¿Me perdí la notificación de la fiesta? —sacó su bastón y revisó la pantalla interna, aun sabiendo que no había ningún mensaje sin leer.

Ignorando deliberadamente el apodo, que se hacía menos molesto poco a poco, Ladybug se volvió hacia su compañero, viendo cómo la mayoría de los kwamis se abalanzaban hacia él. No pudo evitar reírse al ver cómo se movían las orejas de un lado al otro, probablemente tratando de seguir todos los comentarios superpuestos de los pequeños dioses —como teníamos patrulla de todos modos, les ofrecí acompañarnos para que tomaran un poco de aire fresco y conocieran el vecindario.

Chat la escuchó por encima de los kwamis, pero se tomó un momento para responder a algunos de ellos antes de ir y sentarse a un lado de su compañera.

—Me imagino que el maestro Fu no se sentía muy cómodo dándoles un tour parisino —cruzó las piernas sobre el tejado y apoyó las manos en sus tobillos cruzados.

Los hermosos ojos azules de la heroína se movieron hacia los kwamis, que revoloteaban de una lado al otro, tratando de ver todo a su alrededor, afortunadamente sin aventurarse lejos del tejado —antes de Kwami Buster, ninguno que no tuviera un portador temporal salía de la caja —negó con la cabeza —no quiero sonar pretenciosa cuestionando las reglas de los guardianes, pero incluso si sé que será difícil tenerlos en casa, con mi familia, no puedo obligarlos a estar encerrados todo el tiempo —ella desvió la mirada solo unos segundos para encontrar los felinos ojos verdes observándola con la mayor atención del mundo — ¿Te lo imaginas? ¿Solo ser capaz de ver mundo de vez en cuando, viendo cómo todo cambia cada vez más y más, al punto en que ya no entiendes qué es ni cómo funciona la mitad de lo que ves?

Un baile para El Día de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora