53. Nunca te dejaré caer

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Félix se sorprendió a medias cuando su transporte llegó a la escuela y vio a Marinette ya en la entrada. Luka, su hermana y la pequeña rubia del salón ya estaban con ella, mientras que las dos chicas de la clase de Mendeleiev caminaban en su dirección.

Agradeciendo distraídamente a su chófer, el rubio se bajó del vehículo para unirse al creciente grupo.

Escuchar que Luka había estado en la casa de Marinette el tiempo suficiente para ver una película y hacer galletas, casi logra poner una mueca en sus labios.
Sí, Marinette se había referido a ellos como mejores amigos, pero ¿Y si Luka estaba interesado en algo más? No es que eso cambiara los planes de Félix (no se detenía por su primo, de quien Marinette realmente estuvo interesada, no iba a hacerlo por quién ella consideraba un amigo), la competencia siempre era bienvenida, sólo tendría que ajustar su estrategia en consecuencia.

No mucho después, estaban caminando hacia el interior de la escuela, acabando los bocadillos que Marinette les había ofrecido.
Félix disfrutaba especialmente de las galletas de avena y almendras. Y las chicas se aseguraban de que Nathaniel y Marc caminaran derechos y hacia su salón correspondiente en lugar de hacia una columna o un muro.

—Oh, oh. Merde —el siseo grosero de Aurore llamó la atención de todos.

— ¡Aurore! —Mireille fue a regañarla, cuando notó el ceño fruncido y la expresión serie de su amiga y compañera — ¿Qué-?

—Miren allá. La pastorcita mentirosa está haciendo una gran entrada —señaló disimuladamente con un movimiento brusco de sus ojos.

Lila estaba entrando a la escuela, abrazando su mochila como a un osito de peluche, con la cabeza gacha, el cabello mal arreglado, un agujero en sus mallas grises y, si se la miraba más de cerca, un maquillaje que parecía sacado de una mala película serie B de acción y peleas, tratando de pasar por moretones y rasguños.

La niña fue inmediatamente rodeada por todos sus seguidores, tanto de la clase de Bustier, como de otros grupos.

Félix escuchó el suspiro de resignación de Marinette.

—Vamos, vamos. Antes de que quedemos atrapados en la marea de estudiantes —presionó la diseñadora.

Aurore y Mireille la miraron con preocupación, recordando como la mocosa la había acusado de intoxicación premeditada. Sin nada más que hacer, entrelazaron brazos con Marc y lo llevaron a su salón después de que el medio dormido escritor colocara un beso en la mejilla de Nathaniel, probablemente sin darse cuenta.

Al menos, pareció servir para despertar un poco más al pelirrojo.

Cuando Félix le puso una mano en la espalda baja, empujándola sutilmente hacia su propio salón de clases, Marinette agarró la muñeca del paralizado artista, tratando de llevarlo con ellos —vamos Nath, puedes perder la cabeza cuando estemos dentro —trató de bromear para ocultar su inquietud.

El joven dibujante no dijo nada mientras se dejaba arrastrar por su amiga, pero el rojo de su cabello parecía haberse derramado hasta sus mejillas.

Una vez Marinette dejó a su amigo sentado y a salvo en su mesa, para que pudiera empezar a perder la cabeza sobre el lindo chico de cabello negro y ojos verdes que acababa de besarlo en la mejilla, se unió a Félix en su propia mesa y trató de parecer tranquila.

Cosa que no se sentía. Como, en lo absoluto.

Solo estaba esperando a que el hacha proverbial cayera sobre ella.

— ¿Nette? —Félix murmuró a su lado, mirándola con atención. Buscó señales de que ella estaba por tener un ataque de ansiedad o algún tipo de colapso, pero no parecía estar a ese nivel.

Un baile para El Día de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora