60. ¿Envidia?

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—Creo que aún no nos hemos presentado —Gina comentó, una vez ella y el amigo de su nieta regresaron al comedor.

Para crédito del chico, no parecía ni un poco incómodo de hablar con ella sin Marinette presente —está en lo correcto. Mi nombre es Félix Graham, madame —el adolescente inclinó brevemente la cabeza hacia la mujer.

Gina, en cambio, estiró su mano hacia él —Gina Dupain. Como ya habrás escuchado, soy la madre de Tom —Félix tomó y sacudió suavemente la mano ofrecida —es un gusto conocerte ¿Tú y Marinetta se hicieron amigos recientemente?

—Aproximadamente dos semanas —Félix contestó fácilmente, sentándose en la barra de la cocina, justo donde había dejado su caja de almuerzo, la cual seguía cerrada.

Gina hizo un sonido de sorpresa mientras se quitaba la chamarra roja y la colgaba en el respaldo de una silla, antes de moverse hacia la cocina también —bueno, eso es un poco sorprendente —comentó en voz alta.

Félix arqueó una ceja ante esa respuesta, y se giró para ver a la mujer abriendo una alacena — ¿Qué es sorprendente? —preguntó, honestamente curioso.

Gina sacó una pequeña caja de la alacena antes de buscar la tetera —lo cercanos que parecen. Por la confianza que muestran el uno en el otro pensaría que se conocen de más tiempo.

Félix tarareó para sí mismo. Nunca había considerado realmente como se veía su relación desde fuera, excepto hace unos minutos cuando tuvo que contenerse de abrazarla en su regazo frente a su familia.
El hecho de que alguien que conocía a Marinette de toda la vida señalara la fuerza de su relación era un poco agradable; aún cuando Félix no necesitaba la aprobación de nadie más que su madre, por supuesto que le importaba que Marinette recibiera la de su familia.

—Aprecio que lo diga. Valoro mucho mi conexión con Marinette.

Gina se rió entre dientes —debes hacerlo si fuiste capaz de persuadirla para que rechazara un akuma —Gina estuvo de acuerdo, sin evitar sentir un poco de diversión. La manera tan formal en que hablaba este chico le recordaba mucho a su marido. Estaba bastante convencida de que a Roland le caería bien de inmediato.

Félix continuó observando a la mujer mientras preparaba una tetera y sacaba cinco tazas de un juego de té. Olía agradable, con naranja y flores de azahar siendo lo más distintivo.
Gina estaba evidentemente cómoda en la casa, a pesar de que claramente no vivía ahí. Félix observó la pequeña sonrisa que permanecía en sus labios mientras hacía cosas, incluso tarareaba de vez en cuando, y ciertamente podía notar el parentesco familiar con Marinette. Parecía que la mujer no se dejaba derrumbar por cualquier cosa, y hacía frente a las situaciones con una sonrisa y perseverancia.

Una vez la tetera silbó, Gina sirvió solo tres tazas. Luego consiguió una bandeja y colocó dos en ella, tomando la última y colocándola frente a Félix —deberías comer algo antes de que acabe su hora del almuerzo. Marinetta se preocupará si despierta y ve que no has comido —sugirió de modo muy casual mientras recogía la bandeja, con claras intenciones de llevar ambas tazas a su hijo y nuera en el piso inferior.

Un baile para El Día de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora