50. Citas

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Félix miró con curiosidad su gesto, observando los aretes. Eran sencillos, topos, con una piedra negra que no parecía especialmente llamativa. Mentalmente se anotó preguntar al respecto en otro momento —cuento contigo, Marinette... gracias.

*************

Después del intercambio, ambos retomaron sus actividades. Ella con las linternas y él con su libro.

No pasó mucho tiempo cuando Marinette se detuvo para alcanzar un teléfono, tras recibir un mensaje de texto.

Nath:
Marinette! ¿Sigues en la biblioteca?

Mari:
Si, aquí estoy.
Por qué?

Nath:
Ocupo una pequeña consulta.

Mari:
Uh, seguro.
Qué necesitas?

Cuando pasaron varios segundos y no recibió un nuevo mensaje, Marinette se encogió de hombros y dejó su teléfono en la mesa, a un lado de su accesorio para el pelo que aún no había vuelto a ponerse.
No había una razón en particular. Simplemente voltear y verlo unos segundos, en medio de su trabajo de manualidades, le sacaba una sonrisa.

Félix vio sus movimientos de reojo, sin embargo, no preguntó nada al respecto, continuando su amena lectura, mientras su dedo pulgar frotaba patrones sin forma sobre la cintura femenina de vez en cuando.

Pasó otro minuto antes de que Marinette se tensara en el toque de Félix, atrayendo nuevamente su atención.
La diseñadora estaba mirando al frente con atención, como si estuviera intentando ver a través de los gruesos libreros.

— ¿Escuchaste? —murmuró ella, y Félix tuvo que negar con la cabeza, porque realmente no había estado poniendo mucha atención a su entorno.

Ambos miraron a su alrededor, con los oídos atentos, tratando de discernir algo sobre el silencio de ultratumba de la biblioteca.

Entonces... —pss, Marinette —alguien susurró, claramente tratando de pasar desapercibido por la bibliotecaria.

La tensión en el cuerpo de la niña desapareció en cuanto reconoció la voz —es Nath —estaba a punto de susurrar algo de vuelta cuando una segunda voz se sumó.

Estoy seguro de que los vi pasar por aquí —y ese era Marc. Marinette se sorprendió de no haberlo visto antes, pero ciertamente tenía la mente en otra parte —deben estar-

—Pss. Por aquí, chicos —ella susurró un poco más alto, lo suficiente para que ellos la oyeran, porque no estaban realmente lejos, y rezando para que no llegara a oídos de la bibliotecaria. Mientras, retiró despacio sus piernas del regazo de Félix.

Unos segundos después, Marc y Nathaniel aparecieron por un pasillo de libreros, a la izquierda de Félix.

—Sabía que los había visto por aquí —sonrió Marc, acercándose.

— ¿Escondiéndote del resto del mundo un rato? —Nath bromeó a medias, sonriendo a Marinette, como si fuera algún tipo de chiste privado.

Marinette se rió entre dientes —oh, ya sabes, Nath. Incluso a los desastres creativos como nosotros nos gusta un poco de silencio y paz de vez en cuando —la diseñadora imitó su tono.

Antes de que sucediera todo el asunto de Demoilustrador, Marinette y Nathaniel habían trabajado como compañeros en muchas tareas y proyectos de arte. Sabían bastante del proceso creativo del otro.

Ambos compartieron pequeñas risas, provocando que Marc los mirara con cariño y Félix con una mirada suave.

—No me di cuenta de que también estabas por aquí cuando llegamos —añadió la chica, poniendo su atención en Marc también.

Un baile para El Día de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora