38. Té y Canela

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Lamento la tardanza, iba a subir esto el domingo, pero llegué del trabajo taaan cansada que hasta contracturado sentía el cuello ToT

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Félix observó a su transporte internarse de vuelta en el tráfico antes de cruzar la calle entre la escuela y la afamada panadería que se estaba volviendo muy familiar para él.

Faltaban unos veinte minutos para el inicio de clases aproximadamente pero, entre la variedad de cosas que Félix sabía con seguridad de Marinette en la casi semana y media que tenía de conocerla, era que no estaría en la escuela para ese momento, incluso si ya estaba lista para irse.

Abrió la puerta y se encontró, como ya era habitual, a la madre de su amiga tras la caja registradora —Buenos días, Madame Cheng.

La mujer le contestó con su eterna sonrisa gentil, que hacía a Félix relajarse un poco de forma inconsciente, le regresó el saludo y preguntó por su mañana antes de ofrecerle un café o algo de la panadería.

—Aprecio la oferta, pero realmente no soy una persona de café —se disculpó, sin embargo, los dedos de su mano derecha se contrajeron de forma involuntaria, sintiendo la falta de su habitual termo con té — ¿Marinette aún no ha salido?

Sabine se rió, negando con la cabeza antes de que entrara una clienta —se levantó hace un tiempo, hubo un akuma unas calles más arriba y fue un poco ruidoso —explicó —pero ha estado dando vueltas en el departamento. Adelante, sube —empujó la compuerta en el mostrador para darle paso a la trastienda antes de tomar la orden habitual de la mujer que acababa de entrar y ofrecérselo con una sonrisa.

Bueno, eso hacía sentido al mensaje matutino que Félix había recibido de la chica, disculpándose por no responder anoche; ella le explicó que había tomado un baño cuando él le escribió y luego de eso se quedó dormida muy rápido.

Pensando en eso, Félix subió hasta el hogar de su amiga con el sentimiento de familiaridad extendiéndose. Esto se estaba convirtiendo en una rutina, prácticamente, y no sabía muy bien cómo sentirse al respecto de ese conocimiento.
Al abrir la puerta fue recibido por el olor a masa horneada, mantequilla y canela, y un toque de limón, además del sonido como campanillas de la risa de Marinette, seguido por su voz. Provenía de la cocina, para sorpresa de nadie.

—Podrías haber intentado dormir un poco más, solo digo — escuchó una voz masculina, seguida por un resoplar.

—Imposible. E incluso si hubiera hecho eso, ahora estaría hecha un lío para no llegar tarde a clases —respondió Marinette a Luka, si Félix no se equivocaba.

— ¿Marinette? Buen día —saludó vagamente, anunciando su presencia.

— ¿Félix? ¡Hola, pasa! —ella lo invitó con más energía de la que él le había escuchado en la mayoría de mañanas —siéntate —ella le ofreció cuando entró completamente en la cocina.

Félix notó que su teléfono estaba puesto en una especie de soporte, a su izquierda, y ella estaba ¿plegando papel? más bien, cartón, sobre la encimera de la cocina. El rostro de Luka era visible en la pantalla del teléfono.

— ¿Qué estás haciendo? —no pudo evitar curiosear.

—Preparando té y esperando que el cronómetro del horno termine, mientras platico con Luka —señaló la olla de tamaño considerable sobre la estufa y al horno antes de tomar su teléfono del soporte y acercarse al rubio.

Buenos días —el guitarrista saludó con su habitual serenidad.

—Igualmente —Félix movió la cabeza en reconocimiento — ¿por qué tanto té?

Un baile para El Día de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora