17. Planes

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Marinette les indicó hacer una parada en la cocina para conseguir una botella de refresco y vasos antes de subir a su habitación.

Todo estaba en orden y absoluto silencio, para su placer y tranquilidad.

Anticipando este momento, había subido sus creaciones al piso de su cama, así que acomodó a sus amigos en el diván, les pidió a Nath y Marc que arrastraran el cofre más vacío que tenía (no el de la caja milagrosa, obviamente) para usarla como mesa para colocar la merienda y los dejó acomodarse mientras se sacaba el bolso, la chaqueta, dejaba a un lado su mochila y luego subía por el maniquí con el vestido de Aurore.

Fue un milagro de los kwamis que no se cayera por las escaleras con eso encima.
A la mitad del camino, Adrien corrió para ayudarla a estabilizarse, levemente sorprendido por el peso del maniquí y el hecho de que ella lo había bajado sola. Luego ella se rió al notar que Marc estaba cubriendo los ojos de Aurore y Mireille le sostenía las manos para que no se sacara al escritor de encima.

La diseñadora dio una palmada para llamar la atención —bien, damas y caballeros —Mireille la interrumpió sin querer con un chillido de asombro y Aurore estaba prácticamente amenazando para que la dejaran ver —Marc, déjala ver antes de que intente voltearte sobre su hombro —se rió ampliamente.

El pelinegro hizo lo pedido solo para llevarse las manos a las orejas. Nathaniel y Mireille lo imitaron inmediatamente y Marinette, Félix y Adrien justo después cuando la rubia chilló de felicidad.

"Va a gritar de aquí a Burdeos" Marinette y Félix recordaron la expresión de Marc. El rubio pensó que era muy acertado.

Cuando se quisieron dar cuenta, Aurore se lanzó en un abrazo que casi las arroja a ella y a Marinette al suelo. Afortunadamente, Félix y Adrien estaban lo suficientemente cerca como para sostener a las chicas a tiempo de evitar la coalición con el piso.

Mientras, Aurore seguía exclamando —Oh, es tan, tan hermoso. Me encanta, Marinette, sabía que lo harías fantástico. No encontraría nada más perfecto ni en las mejores boutiques... sin ofender a tu padre, Adrien —añadió después.

El rubio aludido se rió entre dientes —ninguna ofensa, Aurore. Incluso padre sabe lo talentosa que es Marinette.

La diseñadora se sonrojó y balbuceó torpemente ante la lluvia de elogios.

— ¿Y bien? ¿Qué esperas para probártelo? —exclamó Marc, en un muy agradecido intento de rescatar a su amiga pelinegra, que casi parecía a punto de entrar en un espiral de nervios.

Aurore bien pudo haber dejado una estela tras de sí cuando se lanzó hacia el maniquí, mirando por todos lados para ver cómo sacarlo y ponérselo.

Después de que Félix y Adrien la enderezaron e instaron a tomar aire y calmarse, Marinette fue y le indicó dónde estaba la cremallera escondida, sacaron el vestido del maniquí y luego extendió la pantalla shoji para que la rubia pudiera cambiarse sin tener que salir de la habitación.

—Realmente se veía hermoso, Marinette. Tenía tantos pequeños detalles —halagó Nathaniel, después de que el momentáneo alboroto terminó.

Marinette le dio una suave sonrisa —sí, gracias Nath.

— ¿Dónde conseguiste esos apliques? —preguntó Mireille —no recuerdo haberlos visto cuando fuimos a comprar los materiales.

Una vez que las comisiones de las dos presentadoras de televisión adolescentes estuvieron concretadas, Mireille y Aurora, junto con la madre de la rubia, habían ido con Marinette para escoger las telas de los vestidos, de ese modo, ambas partes estaban 100% seguras de que las chicas estarían cómodas con el producto final.

Un baile para El Día de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora