11. Tenemos que hablar

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Marinette había logrado unos buenos y sólidos... 35 minutos de sueño ininterrumpido.

Después de eso, estuvo entrando y saliendo del sueño en tramos de unos pocos minutos, durante otros 45, hasta que finalmente se hartó y avisó a los kwamis antes de levantarse.

—Marinette ¿No deberías descansar un poco más? —Tikki se elevó frente a sus ojos primero, seguida de Mullo, Wayzz y Sass.

La niña negó con la cabeza —lo intenté, no puedo seguir durmiendo, Tikki —se levantó de la cama —mejor hacer algo productivo con mi tiempo.

De modo que, tomó sus patrones, sus telas e implementos de costura y los regó en el suelo para ponerse a trabajar. Antes de eso, sin embargo, decidió que necesitaba una ducha rápida y un cambio de ropa más cómodo, así que sacó algo de su guardarropa e hizo precisamente eso.

~∆~

Félix estaba muy inclinado a pensar que había más magia, a parte de los miraculous, regada por París.
Porque la magia tenía que ser la única explicación a los impulsos más extraños que estaba teniendo, cada vez con más frecuencia.

¿Cuándo, en su vida, Félix se imaginaría tomándose la molestia de fotocopiar sus notas de clase para dárselas a una compañera de asiento?

...

Pero ahí estaba él, en la biblioteca de su nueva escuela, sacando copias a sus cuadernos.

Recogió las hojas de papel, aún tibias, y dejó rápidamente la biblioteca para volver por las escaleras hacia el primer piso. Mientras, se reprendió en silencio ¡Podría simplemente haber tomado fotos de su cuaderno y enviárselas a Dupain-Cheng! ¡Él había obtenido su número esa mañana, por amor a Dios!

Sacudió la cabeza para despejar el lío en su cabeza.
Si tenía que ser totalmente honesto, él solo quería una excusa para hablar con Dupain-Cheng, encontrar una respuesta a su abrupta huida y ver si podía arrojar alguna claridad sobre la nueva mentira de Rossi.

Con eso en mente, se encaminó fuera de la escuela con intenciones de dirigirse inmediatamente a la panadería en la esquina cuando la mención de su primo, seguido por la voz del mismo lo hizo desviar su atención instintivamente.

—No estoy contenta con esto, Adrien.

Félix observó caminar junto a su primo, a una chica del tamaño de Marinette, con el mismo tono de cabello, solo que más corto, y pequeños ojos cafés; era de ascendencia obviamente asiática, tal vez japonesa, si estaba escuchando bien el ligero acento escondido y el tono formal en su voz. Vestía un uniforme que gritaba prestigio y tenía el porte de alguien versado en la pelea.

Se le hacía familiar de algún modo.

—Me disculpo, Kagami —Ah, la heredera del Clan Tsurugi, proporcionó su mente, la rival esgrimista de Adrien —la sesión se adelantó inesperadamente, y no corre por cuenta de mi padre, estamos trabajando en conjunto con otras marcas.

La chica Tsurugi lanzó un suspiro que parecía más exasperado que resignado, pero simplemente asintió. Félix finalmente se aburrió y decidió volver a su plan original de sacarle información a Dupain-Cheng, hasta que...

—Ah, Félix, ahí estás —Oh, bendita suerte. Adrien lo había visto antes de salir por completo de la escuela —Kagami, te presento a mi primo, Félix. Fél, ella es Kagami Tsurugi —los presentó felizmente.

Félix se vio obligado a seguir su educación y saludó cortésmente —Tsurugi-san —dio la más breve inclinación, pero aun así notó el fugaz destello de sorpresa en los ojos de la chica ante el uso de los honoríficos de su lengua materna —un gusto conocerla.

Un baile para El Día de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora