70. Hora de hablar

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Marc estaba por añadir algo más, cuando Aurore le ganó la palabra —Marinette no es una tienda de souvenirs para su clase. Tiene talento y la gente lo reconoce —rodeó a Félix para mirar directamente a Alya —si querías un vestido de ella, debiste encargárselo ¿Ahora? Te deseo buena suerte en el centro comercial —finalizó con una sonrisa burlesca, dándole una rápida mirada despectiva a Rossi mientras se giraba — ¿Qué están mirando todos ustedes? Las clases terminaron por hoy ¡Hora de irse! —se encargó de dispersar a los de su clase, después de todo, ella era la representante.

Marinette tenía muchas ganas de abrazar a sus amigos.
En realidad, aún tenía buenos y genuinos amigos.

Y un, oh, aun no podía creerlo, novio maravilloso. Quien se aseguró de que llegara sin inconvenientes ni ninguna otra confrontación innecesaria a su casa, donde su abuela ya la esperaba, antes de irse.

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—Espero que ustedes dos no tengan nada que hacer ahora mismo —Alix refunfuñó, mientras agarraba las manos de Nathaniel y Marc, tirando de ellos fuera de la escuela, después del bizarro espectáculo que su clase y otros cuantos habían protagonizado.

Aurore y Mireille miraron a Marc, preguntando en silencio sí necesitaba ayuda. Pero el escritor negó con la cabeza y permitió que Alix los sacara hacia el parque que estaba cruzando la calle.

Nathaniel ya estaba bastante acostumbrado a dejarse llevar por Alix. Solo le dio una mirada de disculpa a su compañero, pero Marc lo descartó con una suave sonrisa.
El pelinegro tenía la esperanza de que esta intempestiva reunión resultara bien para Alix. Sabía que las cosas se habían estado tambaleando para ella desde que escuchó su conversación con Félix ayer.

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Adrien esperó pacientemente a que la maquillista terminara con el iluminador plateado en los ojos de Lila, educando sus expresiones lo mejor que pudo, aunque era difícil mantener un ceño fruncido fuera de su rostro.

La sesión de esa tarde consistía en las mejores prendas de la colección de otoño y algunos vistazos de la colección invernal que se lanzaría oficialmente tras la fiesta de su padre.

—Lila —él llamó su atención en cuanto la maquillista se retiró. Vincent los llamaría a posar en cualquier momento.

La morena lo miró con una sonrisa empalagosa y altiva, como si ya supiera lo que iba a decir.

Probablemente lo hacía.

— ¿Sí, Adrien? —ella pestañeó hacia él con fingida curiosidad.

El rubio frunció un poco más el ceño — ¿Tú le sugeriste a Alya que renunciara? —preguntó directamente.

La italiana se llevó una mano a la boca, cuidando no arruinar su labial color moka —pero, querido ¿Cómo puedes decir eso? —su apariencia pasó de sorprendida a herida —yo solo traté de ser una buena amiga y alentarla a tomar decisiones. Alya no estaba cómoda con esas responsabilidades —ella compuso una mirada de simpatía —y, bueno, todos hemos visto lo mal que van las cosas entre ella y Marinette.

Un baile para El Día de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora