4. Acostumbrarse

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Lo que Félix pensó, sería un almuerzo realmente incómodo, demostró ser una experiencia completamente diferente.

La comida en la casa Dupain-Cheng era realmente deliciosa, no solo los productos horneados de la panadería. Sabine había cocinado ese día y la influencia china estaba agradablemente presente en los alimentos.

Además, Marinette y él sí que repasaron el plan de estudios, determinando en qué áreas Félix estaba al corriente, dónde tenía alguna carencia y dónde estaba adelantando. El chico tomó notas de los temas que no había visto en su antigua escuela, dispuesto a ponerse al corriente lo más pronto posible.

Sin más, podía pedirle los apuntes a su primo. Sabía que Adrien no tendría ningún problema con ello.

— ¿Dupain-Cheng? —murmuró el chico, mientras recogían sus cosas para regresar a la escuela. Marinette hizo un sonido para que supiera que la estaba escuchando, mientras se aseguraba de tener todo en su mochila —comprenderás que este es un tema un poco incómodo, pero quiero salir de ello, así que... —Félix se volvió a mirarla, ya que Marinette había hecho lo mismo, intrigada por sus palabras —incluso si no comprendo tu, extrañamente gentil, voluntad de darme una segunda oportunidad después de mi primera impresión con tu clase —Félix se detuvo un momento, sus manos se abrieron y cerraron en puños detrás de su espalda. A Marinette le recordó tétricamente a Gabriel Agreste, pero la postura de Félix hablaba más de solemnidad que de imposición —siento que debo ofrecerte unas disculpas.

La franco-china se tomó un momento para repasar sus palabras, sintió la suave presión de Tikki en el bolsito junto a su cadera, y sabía que su kwami la estaba instando a aceptar la proverbial bandera blanca ofrecida por el británico. Sin embargo, conteniendo una sonrisa, se acercó un poco más a Félix, procurando que su rostro no delatara sus intenciones.

Félix solo le sostuvo la mirada — ¿Estás arrepentido por lo grosero que fuiste simulando ser Adrien?

El rubio asintió, sin dejar de mirar los ojos azules de la chica.

— ¿Ves? Estaba en lo correcto al darte otra oportunidad —Marinette finalmente le dio una sonrisa grande y genuina —puede que las palabras no enmienden lo que hiciste, pero sé que estás siendo sincero ahora mismo y acepto tus disculpas, Graham de Vanily.

La postura de Félix se relajó en respuesta. Marinette incluso pensó que él le estaba devolviendo una pequeña sonrisa, pero no podría asegurarlo.

Ambos tomaron sus cosas y salieron de la residencia.

La chica gritó una despedida a sus padres mientras salían por la puerta del edificio en lugar de la panadería.

Félix lanzó una mirada al cielo, más nublado que cuando llegó en la mañana a la escuela, e incluso parecía que una ligera niebla amenazaba con cubrir la ciudad, si intentaba mirar más lejos que la Place des Vosges.

Sacó una sombrilla negra de su maletín mientras Marinette cerraba la puerta. Cuando la chica se puso al día con él, justo fuera del techado, Félix extendió la sombrilla sobre ellos, al mismo tiempo que pequeñas gotas de agua empezaban a oscurecer el suelo a su alrededor.

Marinette le dio una mirada sorprendida. Hablando de un tiempo perfecto.

— ¿Vamos? —murmuró Félix, casi al mismo tiempo que un trueno rompía en la distancia.

La oji-zarca asintió y procuró igualar el paso de su compañero de asiento mientras regresaban el corto trayecto hasta la escuela. Había algunos estudiantes corriendo de vuelta para tratar de mojarse lo menos posible, y otros pocos -como ellos- se tomaban su tiempo bajo la protección de un paraguas o gabardinas impermeables.

Un baile para El Día de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora