5. Establece el juego

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Félix bajó del auto, agradeciendo al conductor, antes de entrar en el estudio dónde estaba su madre. Las oficinas de TVi.

Entró y fue directamente con la recepcionista de turno. La mujer joven, de cabello rubio recogido en un moño alto lo recibió amablemente.

—Buenas tardes ¿En qué puedo ayudarte jovencito?

Félix sacó su identificación y se la enseñó —busco la oficina del equipo cinematográfico.

Confundida, la mujer comparó su agenda con la identificación del rubio —Ah, sí. Su madre avisó que vendría —la recepcionista tomó un gafete y se lo extendió —puedes seguir por el ascensor al tercer piso, última puerta hasta el fondo.

Félix tomó la identificación de visitante y se la colgó en el chaleco mientras se dirigía al ascensor. Una vez dentro, se tomó un momento para beber lo último de té en su termo y pensar en qué, exactamente, le iba a decir a su madre; después de todo era evidente que ella querría sacar cualquier detalle que pudiera de su día escolar.

Las puertas del ascensor se abrieron en el piso indicado y Félix se dirigió a una amplia puerta roja que estaba al final del pasillo. Ni bien estuvo a cinco pasos de la puerta, su madre salió con el teléfono en la oreja y parloteando con entusiasmo.
Apenas lo vio, Amelie le dio un gran abrazo y un beso en la mejilla, la cual tuvo que limpiar con el pulgar cuando notó que una marca de su labial manchó la piel clara de su retoño.

Félix solo mostró una sonrisa resignada, claramente acostumbrado, y correspondió al abrazo de su madre. Se quedó con la oreja pegada a su pecho, escuchando el latido de su corazón mientras la mujer terminaba su conversación telefónica, acariciando el hombro del adolescente con su mano libre.

—Ya está, entonces ¿Cómo te fue hoy, mi pequeño? Cuéntame todo sobre tu nueva escuela —le dijo ella mientras guardaba su teléfono.

Félix se hizo para atrás, soltando finalmente el abrazo para mirar a su madre — ¿No estás ocupada ahora, mamá? Eso puede esperar hasta que volvamos a casa —ofreció. Su voz más suave y dulce de lo que había sido todo el día en la escuela.

Amelie desestimó eso con un gesto de su mano derecha mientras guardaba su celular con la izquierda —mi vida, no te preocupes por eso. Todo lo que tenía que aportar en esa reunión ya lo he dicho, solo queda ultimar detalles —le acomodó gentilmente el cabello a su hijo y volvió a preguntar — ¿Comiste bien? ¿Dónde almorzaste?

Ahora, eso era algo que Félix podía responder fácilmente sin ir a mucho detalle —cerca de la escuela hay un local muy agradable. La próxima vez te traeré algo —Félix había visto tarta de manzana en el menú, y sabía que era el favorito de su madre.

—Oh, querido ¿Y cómo está tu primo? —la mujer lo rodeó con un brazo y lo guió de vuelta a la amplia puerta.

El adolescente cruzó sus brazos detrás de la espalda —le transmití tus saludos. Pidió que te saludara de vuelta —ofreció, pensando solo unos segundos en el deplorable espectáculo que había dado con la chica Rossi —él está bien, se le nota a gusto en la escuela y me recibió cálidamente.

Amelie sonrió ampliamente, recordando lo unidos y juguetones que eran esos dos cuando más pequeños, pero guardándose el nostálgico comentario mientras entraban a la reunión.

Tenía muchas ganas de terminar para volver al departamento que había rentado con su hijo y tomar una agradable taza de té.

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El recibimiento en la casa Agreste fue completamente diferente.

Adrien subió a su habitación como era habitual y, ni bien Plagg había salido de su sobre-camisa, sintió la puerta volver a abrirse. El kwami voló apresuradamente a sumergirse entre las almohadas para esconderse, y Adrien se volteó, esperando ver a Nathalie ahí para decirle algo sobre su horario. Vaya sorpresa encontrarse de frente con su padre

Un baile para El Día de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora