27. Su corazón sangrante

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Félix se concentró en su respiración, lenta y pausada, mientras su cuerpo fluía en movimientos practicados que hablaban de poder y control, velocidad y precisión.

Equilibrar el peso de su cuerpo.

Sentir la quemadura en sus músculos.

Moverse con la fluidez del viento.

Ser consciente de todo a su alrededor.

Regular la respiración.

Está alternando en lanzar puñetazos al aire cuando alguien golpea su puerta.

—Adelante, Mamá —responde automáticamente. Su voz apenas está agitada, alguien que no lo conociera bien ni siquiera podría notarlo.

Amelie entra en la habitación de su retoño con una suave sonrisa. Félix toma una profunda respiración cuando detiene su práctica.

—Buenos días, mi pequeño príncipe ¿Dormiste bien?

Félix le da una sonrisa a su madre mientras pasa una mano por su cabello, levemente desordenado —Sí, mamá. Buenos días. ¿Cómo dormiste tu?

La mujer de cabello rubio pálido levanta una mano para acariciar por sí misma el pelo claro de su hijo —descansé bien. Tu primo debería estar llegando pronto, Jeeves ya salió por él.

Félix asiente, dirigiéndose a su armario para tomar una toalla —iré a ducharme y vestirme entonces.

—Te veo en el comedor para desayunar, cariño.

~∆~

Félix desayunó con su madre, compartiendo un agradable momento, mientras la mujer platicaba sobre el progreso de su trabajo -dado que el adolescente se negaba a decir más que un par de frases sobre su primera semana de escuela-. Félix sabía cuánto le gustaba su trabajo a su madre, sin embargo, era un poco molesto ver cuan ocupada estaba en las semanas inmediatas, especialmente considerando el hecho de que no faltaba mucho para su cumpleaños.

Tenía que empezar a buscar un regalo para ella, si es que no tenía la oportunidad de recuperar el segundo anillo para entonces.

— ¿Es idea mía o están retrasados? —comentó él, después de un momento de silencio.

—Oh, le dije a Jeeves que pararan de camino aquí para comprar lo que tú y tu primo llevarán al picnic.

Félix tarareó y asintió en reconocimiento mientras recogía sus platos. Él y Adrien habían acordado -después de que el modelo preguntara a Nino- llevar bebidas y vasos desechables como su aporte al mentado picnic.

Suspiró, preguntándose no por primera vez, ¿Qué diablos estaba haciendo al aceptar ser parte de esa tontería?

El interfono lo sacó de sus pensamientos.

—Ah, parece que finalmente han llegado —se animó su madre, levantándose de la mesa mientras Félix llevaba los trastes al lavavajillas.

Mientras esperaba que su primo entrara, se sacudió distraídamente el pecho de su suéter verde oscuro, por cualquier migaja de tostadas que pudiera haber caído en la prenda durante el desayuno. Adrien seguía insistiendo en que sería un evento agradable, pero Félix no podía estar más lejos de ese pensamiento. Algo en él simplemente sabía que ese picnic acabaría en desastre, de un modo y otro.

— ¡Buenos días, Adrien, querido! —escuchó a su madre exclamar feliz, a lo que no pudo evitar suspirar y poner los ojos en blanco con cariño.

Se encaminó hacia el recibidor para encontrar al modelo abrazando a su madre con una sonrisa nostálgica en los labios. La mirada de Félix se suavizó ante eso. Siempre estaría agradecido con la vida por el hecho de que sus madres eran hermanas y no sus padres, jamás se encontraría a sí mismo buscando un consuelo como ese en su tío Gabriel.

Un baile para El Día de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora