Capítulo 71

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Maratón 1/4
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—¿Vas a contestar o no?

Suspiro con pesadumbre aún con mi rostro contra la almohada, los sollozos habían cesado minutos antes y ahora solo se escuchan por toda la habitación los reclamos de Seokjin y el inoportuno sonido de su celular que no ha parado de exigir atención desde que apagué el mío con la esperanza de poder ignorarlo, a pesar de saber lo mucho que me costaría.

—Eun Mi.—él insiste colmando mi, ahora nula, paciencia.

Como niña pequeña pataleo un poco sobre el colchón y esa parece ser suficiente indirecta para él, puesto que el incesante sonido del celular se detiene seguido de un bufido por su parte.

—Bien, ya está. Lo he apagado.—anuncia y siento el colchón hundirse a mi lado y su colonia impregnarse en mis fosas nasales cuando se acerca hasta dar pequeñas palmaditas sobre mi cabeza estampada contra la almohada.—¿Me dirás ahora qué ha sucedido?

Suspiro agobiada y niego, sin verbalizar respuesta o siquiera mirarle. No quiero hablar con nadie justo ahora.

—Eun Mi, no puedes seguir así. Desde que llegaste no has salido de la habitación, Jungkook en cualquier momento terminará por hacer estallar mi teléfono con sus llamadas y mensajes, tuve que mentirle y decirle que no estaríamos en casa para que no se aparezca y por si fuese poco ni siquiera has notado la ausencia de Namjoon.

—¿Namjoon no está?—elevo un poco mi cabeza al deparar en dicho punto, realmente no me había percatado de eso.

Jin bufa con obviedad y lo imagino rodando sus ojos a causa de mi despiste.

—No, salió apenas recibió tu mensaje. Al parecer tiene un plan.—asiento conforme con la respuesta y casi por inercia dejo caer mi cabeza nuevamente en la suave superficie.

—Ya basta.—antes de que mi frente toque la funda de la almohada, las manos de Seokjin toman mis hombros y me giran sobre el colchón hasta quedar mi espalda apoyada contra este y su rostro preocupado frente al mío.—Dime de una vez qué te sucede.

—No quiero…—hago una pausa para sorber mi enrojecida nariz.—No quiero hablar de eso.

—¿Entiendes que me preocupas, verdad?—inquiere esta vez con un ápice de mayor seriedad.—Ahora eres mi responsabilidad, no puedo simplemente dejarte tendida en esta cama como si nada y menos aún en el estado en que te encuentras.—desvío la mirada avergonzada, odio saberme en estas condiciones, pero justo ahora no tengo fuerzas o voluntad para algo mejor.—Así que anda, dile a Jinie oppa qué es lo que pasa.

—Jinie oppa…—el apodo me hace sonreír levemente, solía llamarlo de esa forma cuando era niña. En algún punto de mi adolescencia decidí dejar de hacerlo pues me parecía algo ridículo e infantil, pero supongo que él aún no lo ha olvidado.

Jin me devuelve la sonrisa, la suya mucho más radiante que la que yo puedo ofrecerle, da una palmada en el colchón a mi lado y se levanta estirando su cuerpo. Aún lleva su camisa blanca y los pantalones de vestir que usó esta mañana antes del inicio de nuestro fatídico plan.

—Vamos, hace tiempo no tenemos una conversación solos tú y yo.—señala tomando mi brazo y levantándome en peso del colchón sin esfuerzo alguno, casi como si de una muñeca de trapo se tratase.—Prepararé algo de comer y hablaremos.

—No tengo apetito…—me detengo en cuando su mirada inquisitiva perfora mis pupilas y entonces recuerdo que negarle a Jin la comida es un pecado capital así que, por muy estúpido que suene, no me queda más remedio que ceder.—Está bien.

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