Capítulo 29

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Maratón 1/3
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"¿Conoces esos días en los que la tristeza te posee sin motivo?

Esos días en los que tu cuerpo y alma se sienten cansados sin aparente razón, nadie es capaz de notarlo y parece que todos están tan ocupados en su vida que no se permiten ver, a través de su felicidad, tu tristeza. Esos momentos en los que un odio sin origen cubre tus ojos ensombreciendo todo lo que te rodea, un odio que no va dirigido nadie más que no seas tú mismo. Esa sensación de duda y asfixia en la cual las mismas interrogantes se reproducen una y otra vez en tu cabeza sin respuesta alguna…

¿Realmente todo fue mi culpa?

¿Hubo siquiera algo por mínimo que fuese que pudiera haber hecho para que las cosas no resultaran de este modo?

Y entonces viene ese dolor, ese ardor interno que sofoca tus sentidos y vuelve más oscuro el pozo sin fondo en el que uno mismo se ha hundido, la resignación. Porque penosamente comienzas a aceptar que tal vez sí fuiste culpable de lo que te acongoja. Te sientes inútil y sin motivación alguna, bajo la presión de lo que deberías hacer para cambiar eso…pero ya no tienes fuerzas, ya es muy tarde y quizás nunca nada vuelva a ser igual. Intentas agotar las últimas opciones, buscando redimirte o hacer sentir en paz tu alma, pero en lugar de eso todo parece volverse más complicado.

El dolor nunca se detiene y está en todas partes, incluso más allá del propio.

El pasado devora el presente y trae consigo todos los demonios de los que quieres escapar, no hay vuelta atrás, pero aún así…yo quiero seguir viviendo."

La pequeña hoja de papel, arrugado por mis temblorosos dedos, se desliza entre mis manos hasta que vuelve a yacer en el frío escritorio, justo a tiempo para que la escurridiza lágrima que ha escapado de mis ojos no alcance a humedecer el escrito. Es inevitable, cada palabra me ha rozado una fibra sensible de mi ser, cada frase ha despertado una extraña pero conocida sensación en mi cuerpo que creí haber dejado bien oculta hace mucho tiempo atrás. Porque me he identificado por completo con esta carta, aunque claramente no va dirigida a mí.

De hecho…parece ser una confesión, la persona que deja las notas cada mañana en mi almohada se está desahogando conmigo.

Mi cabeza martillea reflejando la palpitación en mis sienes. No me sorprende el hecho de que el sentido de las notas haya cambiado, en un principio eran un consuelo para mí y ahora parecen estarse comunicando directamente conmigo, me asombra aún más la gran similitud sentimental entre lo plasmado en el papel con algunos rasgos de mi pasado. Yo conozco a la perfección lo que causa que un ser humano piense de esa forma…y sé también de las consecuencias que trae.

Sin embargo, entre tanta tristeza que parece vivir, entre tanto peso que parece llevar sobre sus hombros, para mí la frase más importante es aquella última, esa que lo dice todo…

"Yo quiero seguir viviendo."

Sea quien sea, ha de haber encontrado su motivo para llegar a esa conclusión. Porque a mí me tomó mucho tiempo aceptar esas palabras…y aún no he encontrado del todo una razón para cumplirlas.

Es perturbador, y a la vez reconfortante. No podría explicar con claridad mi punto dentro de todo esto. Las notas, por muy inquietante y extraña que fuese su aparición, se han convertido en un incentivo más para levantarme cada mañana. Porque sé que esa persona me está consolando, que se preocupa por mí de alguna forma, y luego de leerlas la realidad no me parece tan dolorosa.

Pero ahora es diferente, no me está consolando, está haciendo exactamente lo mismo que hago yo con mi almohada cada noche. Siempre responde cada uno de mis monólogos, entonces…

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