Capítulo 37

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Estaba en el hotel de Filipinas. Había llegado hace aproximadamente una hora, en donde me quedé sentada en la cama mirando esa foto que nos sacamos con Takemicchi hace doce años atrás. Estaba un poco nerviosa al saber que estaba tocando el mismo lugar que Manjiro, pero no estaba segura de si ir a verlo.

Con un suspiro, salí del departamento sin antes esconder una pistola bajo mi vestido floreado, ya que aquí hacía demasiado calor. ¡Era insoportable! En el ascensor observé mi reflejo en el espejo. Mis ojos ya no tenían mucho brillo, incluso tenía unas ojeras y una cicatriz que estaba en mi frente, pero la cubría con el flequillo. Hice una mueca. Estaba algo delgada. Puse mis manos en mi abdomen y sonreí levemente.

Salí del ascensor y caminé al centro policial general de Manila. Al llegar al sitio, las personas que se encontraban allí, enseguida hicieron una reverencia y yo caminé creyéndome una diosa hacia el gerente de este lugar para arreglar cuentas.

—Amaya. —saludó cuando entré a la oficina.

—Buenas tardes. —sonreí un poco y me senté en la silla, cruzando mis piernas y revelando la pistola. El oficial se puso algo nervioso—. Creo que ya sabe para lo que vengo, oficial. Han pasado tres meses desde que pedí que limpiara mi nombre aquí, por todos los crímenes que cometí en mi pasado. —tomé la pistola y comencé a jugar con ella, bajo la atenta mirada del hombre mayor—. ¿Lo hará o saldamos cuentas a la mala? —sonreí, pasando mi lengua por la punta de la pistola sin dejar de mirar al oficial, quien tragó saliva con dificultad.

—¿C-cómo entraste aquí? Tenías prohibida la entrada a este país.

—Juju~ —me puse de pie y rodé la mesa, poniendo la punta de la pistola en la sien del hombre—, no te atrevas a llamar a los altos mandos, oficial. Tengo total control de ellos, que este departamento sea necio a mis amenazas no es culpa mía.

—Solo responde, cómo entraste.

—Existe algo llamado carnet de identidad falso, señor oficial. —le susurré en su oído—. Puedes llamarme Kazuo desde hoy. —sonreí con inocencia.

Quité la pistola de su sien y me alejé unos cuantos pasos, sin dejar de apuntarle.

—Lo harás ahora. —mi tono de voz cambió—. Sino, tu vida termina aquí y ahora. Mi nombre, el de mi esposo y el de todos los que estuvimos involucrados en la masacre de Manila, los borrarás ahora de todos los malditos informes.

El oficial rápidamente comenzó a trabajar, ansioso en tener la pistola apuntándolo a cada segundo. Yo estaba atenta a todo, pues sabía que de aquí iba a salir con algún problema, pero estaba tranquila porque tenía a algunos fieles compañeros vigilando las afueras de este departamento policial por cualquier cosa.

—Listo.

—¿Seguro?

—Puedes revisarlo por ti misma.

—Mm, confiaré en ti.

—Por favor, no toques a mi familia.

—¿Uh? Claro que no. —sonreí y bajé la pistola—. Al que mataré es a ti si no sigues obedeciendo mis órdenes. Ah~, mis padres tenían mucha influencia en este país. —dije sentándome frente a él—. Nunca había entendido el porqué la urgencia de venir a vivir aquí, pero ahora lo entiendo. ¡Son dueños de casi todo el país! Igual que en Japón. El poder... que estúpido, ¿No? Te ciega y te manipula, pero Dios que es placentero tener a gente que te siga y cumpla las órdenes que tú creas.

—Estás loca.

—Lo sé. —sentencié—. Pero créeme que me gusta. Bien —me puse de pie y sonreí—, por hoy te salvas, pero vuelvo a escuchar que mi nombre se sigue esparciendo por este país, eres hombre muerto. Tú y todas las ratas asquerosas.

Always with U || Sano ManjiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora