Capítulo 1

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Estaba arriba de unas barras observando con una pequeña sonrisa como Draken y Mikey jugaban con un gatito que se acercó a nosotros en busca de cariño. Hace minutos le había dado algo de comida que siempre traigo conmigo en caso de encontrarme con un animal callejero. Alcé mi mirada al cielo, distinguiendo diferentes tonos de naranjo y rosado; se veía muy lindo. Siempre me gustaba observar el cielo, aunque a mucha gente le daba miedo, a mí me relajaba.

—Maya-chan —habló Mikey haciendo que lo mirara desde mi altura—, ya nos vamos.

—Voy.

Bajé de las barras y aterricé a su lado. Era más alta que él, pero mucho más baja que Draken porque él era un tótem, así que yo medía un metro sesenta y cinco, por ahí. Aún así me daba mucha ternura la estatura de Mikey, ya que se veía pequeño al lado de cualquier persona a la que él se enfrentaba. Draken a mi lado sonrió y comenzamos a caminar en dirección a nuestras respectivas casas.

—Escuché que Kiyomasa organizó una pelea con un chico de primero.

—¿En serio? —alcé mis cejas—. ¿Y vamos a ir a ver?

—Estaba pensando en ir. —me respondió—. Me parecen estúpidas esas clases de pelea.

—Kiyomasa me desagrada. —hice una mueca, aunque solo mis ojos lograron verse, ya que mi nariz y boca eran cubiertos por una mascarilla—. Aunque desde que lo golpeé nunca más me ha molestado.

Pocos en Toman saben que soy una chica, ya que desde que ingresé, Mikey me hizo esconder mi identidad por el simple hecho de que él no estaba de acuerdo en involucrarme en estos asuntos. Y no era porque soy una chica, Mikey reconoce mi fuerza, pero estar en un mundo así es peligroso. Sin embargo, he logrado ganarme el respeto de muchos.

—Eso es bueno. —sonrió Mikey a mi dirección—. Saben, muero de hambre.

—¿Quieres pasar a comer algo? Creo que tengo algo de dinero en mi bolsillo. —hablé mientras metía la mano en el bolsillo de mi chaqueta y sacaba las monedas y billetes que tenía—. ¡Es nuestro día de suerte! —exclamé—. Me alcanza para todos los menúes infantiles, una hamburguesa gigante con papas y para ti, querido Draken, lo que quieras del menú.

—¡¿En serio?! —ambos me miraron con ojos brillosos. Asentí repetidas veces—. ¡Te amamos!

—Soy la mejor, ¿cierto? Bien, vamos antes de que nos cierren algún local.

Transitando las calles de Kanto me sentía libre, ya que no tenía el porqué estar perseguida caminando sola por las calles a altas horas de la noche. Sabía defenderme y tenía a toda una pandilla tras de mí, ya que ese era el lema, el protegernos unos a otros. Una vez en el local, pedí a los chicos buscar un lugar para sentarnos mientras yo iba a pedir todo lo que mencioné hace un rato.

Bostece un par de veces muerta de sueño, ya que anoche me había quedado dormida dibujando un libro que le tengo de regalo de cumpleaños (atrasado) a Baji. Ese día no pude estar presente para su cumpleaños, ya que mis padres me querían de adorno para una de sus miles reuniones de negocios y tuve que fingir ser una niña buena y actuar como un pan de Dios. Y odiaba eso, odiaba tener que vestirme con elegantes vestidos y usar tacones, odiaba sonreír ante ejecutivos que querían pasarse de la raya conmigo aún teniendo dieciséis años y odiaba que mis padres intentaran guiarme por un camino que claramente yo no quería. Pero tenía que obedecer.

Me quité la mascarilla.

—Chica, ¿va a pasar? —la voz de un señor me sacó de mi trance y asentí pidiendo disculpas. Tomé los pedidos y pasé al otro lado de la fila para esperar a que dijeran mi nombre.

Cuando me llamaron por el nombre "Amaya", caminé para buscar la bandeja y luego me moví para ir donde mis amigos estaban. Dejé la bandeja sobre la mesa y los chicos no se tardaron en lanzar, sin embargo, los tomé de los hombros.

—Ustedes dos, antes de lanzarse como unos simios hacia la comida se irán a lavar las manos. —les ordené—. Y antes de que abran sus bocas diciendo que yo debo hacer lo mismo, lo haré, pero después de ustedes.

—¡Ay vamos, Maya-chan, muero de hambre! ¿No tienes alcohol gel?

—Hoy no ando con él. —sonreí con inocencia—. Así que ya, vayan antes de que la comida se enfríe.

Ellos, a regañadientes me hicieron caso. Sonreí como una pequeña niña y saqué el alcohol gel que siempre traigo conmigo y lo eché en mis manos para luego olerlo. Era de olor a limón y menta, muy delicioso. Los chicos llegaron y les sonreí con amabilidad para luego comenzar a comer.

—O-oye, ¿no te lavaste las manos?

—¿Qué? —miré a Mikey, quién tenía cara de pánico—. Sí lo hice.

—Maya-chan, morirás. —Draken me agarró de los hombros y me movió bruscamente—. ¡Amaya!

—¡Ya! —reí—. Me eché de mi alcohol gel.

—¡Pero dijiste que no lo tenías!

—Lo siento. —me encogí de hombros—. Quería mandarlos.

—Serás una mamá bastante mandona, eh. —se quejó Draken.

—Es por eso que no tendré hijos.

—¿Y qué hay de los nuestros? —me cuestionó Mikey.

—¡¿Qué?! —gritó Draken.

Yo me reí tanto que casi me ahogue con una papa que estaba comiendo, pero Draken me dio un poco de su agua y con eso me mantuve en esta vida. Dejé escapar todo el aire y me llevé mi hamburguesa a mi boca. Ver a los chicos comer sus platos favoritos era simplemente un gran pago para mí, ver como sus ojos se iluminaban por cada mordida o como sus mejillas se ponían rojas luego de tragar, me encantaba y hacía feliz.

Cuando Mikey terminó cayó dormido sobre la mesa y sonreí con ternura, menos Draken, quién se quejó porque él tendría que cargarlo hasta llegar a su casa. Cuando terminamos de comer, nos acercamos a los basureros para dejar todo en su lugar y las bandejas en otro lado. Draken cargó a Mikey y yo lo ayudé a colocar sus brazos alrededor de su cuello.

—Listo, que comience el viaje.

En un momento, dirigí mi mirada hacia el cielo que ya estaba cubierto de estrellas, sintiéndome agradecida de vivir en un lugar así, la brisa de la noche provocaba que mechones de mis cabellos se movieran al igual que los aros que alguna vez Mikey me regaló. Sonreí sin pensarlo.

—Hoy te veo muy contenta.

—¿Ah si?

—Ajá. —me miró de reojo—. ¿Acaso un idiota se ganó tu corazón?

Me reí—. Na.

—Más te vale, ya sabes que ese muchacho deberá pasar por todos nosotros hasta tener la aprobación. —sonrió.

—Estás peor que mis padres. —rodé mis ojos.

—Nadie puede hacerle daño a la pequeña de la Toman. —me guiñó un ojo y yo sonreí.

"La pequeña de la Toman".

Llegamos a mi casa y detuve mis pasos igual que Draken.

—¿Nos vemos mañana?

—Claro, si Mikey despierta dale mis buenas noches. —miré unos segundos al rubio que parecía estar en su quinto sueño.

—De acuerdo. Gracias por la comida de hoy, déjame recompensarlo invitándote a comer. —habló mientras se impulsaba un poco para acomodar a Mikey.

—Lo pensaré.

—Ya, qué fría.

—Sabes que iba a ser un sí de todas formas. —saqué las llaves de mi bolsillo—. Buenas noches.

—Buenas.

Entré a la casa con el más mínimo cuidado, sin embargo, las luces estaban completamente apagadas indicando que no había nadie en casa. Con un suspiro, dejé las llaves y zapatos en su lugar y subí a mi habitación. Lavé mis manos, mis dientes y cambié mi pijama para finalmente acostarme para dormir.

Sin embargo, señor insomnio no me lo iba a dejar fácil.

Always with U || Sano ManjiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora