Capítulo 63

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Hoy era viernes por la noche. No tenía ganas de asistir esa fiesta, pero aquí estaba, con un vaso de cerveza a medio beber y sentada sola. Podría contar con los dedos de mis manos las personas que se habían acercado a coquetearme, pero a todas las rechacé. No tenía ánimos de hacer mucho hoy. Kenji había venido un par de veces a sacarme a bailar, o hacer el intento, ya que no me lo pedía directamente, sino de forma indirecta. Diciéndome cosas como "oh, esta canción es buena", etcétera, pero yo simplemente me hacía lo loca mirando mi celular o fingir hablar con el chico a mi lado que estaba más borracho que Saori.

¿Cuánto tiempo había pasado? No lo sabía, pero estaba segura que ya llevábamos más de tres horas en esta fiesta que parecía una mezcla de distintas universidades. Incluso habían personas más grandes que nosotros vestidos de trajes y demás.

Suspiré, bebiendo el resto de la cerveza que estaba tibia. Dejé el vaso encima de la mesa y me puse de pie, bajando este incómodo vestido que Saori dijo que se me vería precioso por el color de mi piel. Era un vestido que me llegaba a la mitad de los muslos y de un rosado dorado, y no era feo y no me quedaba mal, pero odiaba lo incómodo que estaba siendo para mí. No me gustaba usar vestidos así de ajustado justamente por las miradas lascivas de los hombres, y la mayoría, para no meter a todos en un mismo saco.

—¡Amaya~! —Saori se acercó a mí abrazándome por el cuello—. ¿Dónde vas?

—Al baño.

—¡Te prohibo cambiarte el vestido porque te ves divina con eso! ¡Si me gustaran las mujeres, definitivamente iría por ti, fiera!

Reí nerviosa y caminé al baño más cercano, pero esta mierda de edificio tenía como mil puertas y mil escaleras. ¿Por qué demonios se les ocurrió hacer una fiesta en un edificio abandonado? Seguí caminando hasta que abrí una puerta y entré, cerrándola tras de mí. La lluvia se escuchaba con más claridad aquí. Me parecía raro que hasta en Julio comenzara a llover de esta manera.

—¿Uh? ¿Amaya? —me sobresalté al escuchar la voz de Kenji tras de mí.

—Aquí estoy. —hablé caminando hacia él.

—Vi que te ibas y me preocupaste así que te seguí. ¿Estás bien? Si quieres irte podemos hacerlo. Te he estado mirando y te notas bastante incómoda vestida así.

Apreté mis labios—. Kenji, perdón.

Pero necesito hacerlo.

—¿Uh?

Lo tomé de su nuca y estampe mis labios sobre los suyos. Mis lágrimas salieron sin pensarlo, sintiéndome mal por estar consciente de estar besándolo pensando en encontrar algo de Mikey aquí, pero era imposible. Manjiro había calado tan profundo en mi alma que era difícil volver a enamorarse de otra persona que no fuera él. Me separé de Kenji cuando sentí unas pisadas.

—¿Interrumpo algo?

Mi pecho se apretó cuando sentí la voz de Sano resonar por toda esta habitación abandonada. Hace meses que no escuchaba su voz, encontrándola un poco más grave y a mí dejándome con un montón de sentimientos que no era capaz de diferenciar. Me atreví a mirarlo, lucía un poco más delgado y con unas ojeras que, aunque no eran tan notables, era cosa de días para que se fueran oscureciendo. Él me miró fijamente, sin ninguna pizca de sentimientos, provocándome más dolor en mi pecho.

—Kenji. —mi voz salió algo ronca, el chico me miró—. ¿Me esperas en el auto?

—¿Estás segura? P-puede hacerte algo, no lo conoces y... ¡Yo debería defenderte!

—Kenji —hablé más fuerte, sin dejar de mirar a Mikey—, haz lo que te digo. Yo iré enseguida.

Kenji soltó mi mano y salió de esta habitación sin antes darme una miradita. Quería llorar por todo el manojo de emociones que estaba sintiendo en estos momentos, pero no pude. Tomé aire, relajando cada fibra de mis músculos y no desvanecer en el momento. Desvié la mirada al gran ventanal en donde toda la ciudad se podía ver, como también esas gotitas de lluvia que me estaban dejando con una extraña sensación. Esto era tan incómodo ahora.

—Maya...

—No me llames así. —lo miré con molestia, él parpadeó algo sorprendido—. Ni se te ocurra decir mi nombre, por favor. —sentí mi cuerpo temblar—. Yo me iré, ya entendí que no hay forma de salvarte porque este fue el maldito camino que escogiste.

Comencé a caminar, pero enseguida sentí su mano tomar una de las mías. Me moví para que me soltara, pero Mikey me estampó contra la pared e hice una mueca cuando agarró ambas manos poniéndolas sobre mi cabeza.

—¡Hey! ¡¿Qué demonios te pasa, idiota?! —grité intentando zafarme de su agarre—. ¡No me toques!

—Para.

—¡Esto es muy incómodo así que suéltame!

—Basta. —gruñó—. Odio que me tengas que mirar así.

—¿Ah? —dejé de forcejear—. ¿Y cómo quieres que te mire? ¿Con amor? ¿Como si fueses el hombre de mi vida después de como me trataste? —reí—. ¡No me jodas!

—Lo hice para protegerte.

—Manjiro... Tuviste la oportunidad de quedarte conmigo, ¡De pedir ayuda! ¿Cuántas veces te dije que si caíamos, ambos teníamos que hacerlo? ¡¿Cuántas veces te pedí que confiaras en mí y saliéramos adelante juntos?! Pero, ¿Qué? Has creado una maldita pandilla otra vez. —lo regañé—. Yo estaba dispuesta a ayudarte, pero todo se jodió.

—Es culpa mía.

No dije nada.

—Suéltame. Ahora.

Mikey me soltó y yo acaricié mis muñecas.

—Takemicchi... está devastado. Ni siquiera sé cómo te va a mirar a la cara. —hablé.

—¿Kenji? ¿Es tu novio?

—No me cambies el tema.

—Respóndeme. —me miró con seriedad. Su aura era completamente distinta—. ¿Es tu novio?

—No lo es, pero podría serlo.

Él hizo una mueca y me tomó de las mejillas para mirarme fijamente. Su tacto no era brusco, pero pareciera que me quemaba el alma.

—¿No te ha tocado? —su mirada estaba inquieta.

—Me ha hecho gritar como no tienes idea. —le dije algo que no era verdad.

Pero creo que fue mala idea, ya que los labios de Mikey se posaron sobre los míos de una manera brusca y dolorosa. Sus manos se posaron en mi cintura apretando con fuerza mis carnes y un gemido escapó de mis labios cuando abrí mi boca para tomar algo de aire. La lengua de Sano ingresó a mi cavidad bucal y aunque yo quise alejarme de él, sus manos ahora sostenían las mías con algo de fuerza. Se escuchaba el sonido de nuestras bocas besarse con suma intensidad y el sonido de la lluvia se mezclaba.

Odiaba sentirme tan vulnerable ante él.

Cuando se separó de mí, yo no lo miraba a los ojos. Mantuve mi mirada en sus botas negras para controlar un poco mi acelerada respiración. Odiaba admitir que me sentía con algo de miedo a realizar algún movimiento que no fuese favorable para mí.

—No sabes lo que acabas de provocar, Amaya. —su voz sonaba más ronca—. No sabes cuántas ganas tengo de quitarte ese maldito vestido y hacerte mía una y otra vez. Soy el único que puede tocarte, porque si otro pone una mano encima, o sufre él o sufres tú.

Tragué saliva. Mikey estaba diferente, después de todo ya no tenía quince, ya estaba a casi un mes de cumplir los dieciocho. Mi pecho subía y bajaba después de eso beso tan intenso, pero aunque me había quedado con ganas de más, lo alejé de mí con molestia. Él tambaleó un poco. Estaba unos centímetros más alto que yo ahora.

—Deja de decir esas estupideces. Yo no soy un objeto para que sea tuya de esa forma. —espeté—. Lo que pasó entre tú y yo ya es cosa del pasado, ¿Acaso no te das cuenta de cómo me trataste? —fruncí el ceño sin dejar de mirarlo—. Ya no sé si creerte y ya no sé si todo lo que alguna vez tú y yo construimos vuelva a hacer como antes.

Mikey simplemente me miró fijamente, manteniendo sus brazos cruzados.

—Me cansé. —alcé mis hombros y luego los bajé—. Me cansé que todo esto sea un maldito bucle y no haya ninguna salida más a que te derroten. ¿Puedes parar ya?

—Mejor vete de aquí.

—Oh claro que me iba a ir. —le dije comenzando a caminar—. Adiós.

Y salí de ahí, dejando de lado mi corazón roto.

Always with U || Sano ManjiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora