Capítulo especial

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Primera línea de tiempo, luego de que Amaya haya sido salvada por Takemicchi en la pelea contra Valhalla. Aquí ella no tiene influencia en Tōman.

Un suspiro cansador escapó de mis labios, mi compañero de trabajo me miró mal a lo que yo le saqué el dedo de en medio. Tomé la taza de café que, aunque odiaba esta bebida con mi alma, aprendí a tomarla con mucha frecuencia y el sabor ya no me parecía tan malo. Mis ojos se pasearon por todo el sitio; habiendo papeles, imágenes de varios miembros de la Tokio Manji y una que otra decoración para hacer el ambiente más ameno. Mi vista se centró en la foto de Sano Manjiro, causándome algo de nervios. Hace años que no hablaba con él, pues a los dieciséis tuve que irme a Filipinas para culminar mis estudios y finalmente heredar los departamentos policiales de mis padres, actualmente siendo jefa de uno de ellos en Shibuya. Ese fue el último día en el que Mikey y yo nos vimos, ya que yo me fui sin haberme despedido por cobarde.

Tuve que hacer miles de cosas, incluso limpiar mi nombre y alejarme de Toman sin dar una razón limpia: fue un total caos, ya que muchos me timaron de traidora, otros se enojaron muchos conmigo e incluso me pidieron pelea a muerte. Recuerdo con claridad la cara de terror de Takemicchi al no saber qué hacer, pero yo le dejé bien en claro que esto no era su problema, sino el mío y de mi familia.

-He terminado con estos papeles. El paradero de Manjiro sigue siendo un completo enigma. ¿Es verdad que no tienes algún tipo de contacto con él? Me contaste que eran bastante cercanos.

-Es la verdad Naoto, si supiera su paradero lo primero que haría sería ir a verlo y explicarle el porqué tuve que irme y dejarlo. -solté un pesado suspiro y me puse de pie estirando mi cuerpo: algunos huesos sonaron-. Yo también terminé, mi turno acabó. Aun así, no dudes en llamarme si algo se presenta.

-Claro.

Sonreí flojamente y tomé mi bolso para posteriormente retirarme de este edificio. Miré mi pequeño auto e hice una mueca, había dejado de conducir moto hace unos cinco años, pues en Filipinas solía utilizarla mucho, pero acabé dejándola en la casa de mi abuela. Y cuando tuve algo de dinero ganado por mi cuenta, me compré un pequeño auto para ayudarme a llegar a mi departamento, que quedaba algo lejos de donde yo trabajaba. Le quité el seguro a las puertas y subí, así que una vez puestas las llaves en el contacto, salí de los estacionamientos y conduje por la ciudad camino a mi hogar, pero mala suerte fue la mía que me quedé sin bencina en plena calle.

-¡Me tienes que estar jodiendo! -apoyé mi frente en el centro del volante provocando que la bocina sonara, algunos autos que estaban detrás mío comenzaron a tocar sus claxon causándome cierta irritabilidad. Asomé mi cabeza por la ventana-. ¡Hey cabrones, que me he quedado sin bencina así que se esperan!

Maldición. Tuve que salir del auto y llamar a una grúa para que se llevara mi auto así poder ir a buscarlo cuando tenga el estanque lleno. Así que cuando eso sucedió, pasé la mitad del dinero y observé cómo se llevaban mi pequeño vehículo. Suspiré y pasé las manos por mi cabello que estaba hasta los hombros, pues lo había decidido cortar cuando me mudé a las Filipinas y el calor era insoportable para una japonesa como yo. Comencé a caminar sacando la cuenta de que me quedaba bastante para caminar, pues lo que avancé con el auto no fue absolutamente nada, con suerte logré salir de los estacionamientos. Cansada, la idea de quedarme a dormir en un hotel se me pasó por la cabeza, y sería la mejor idea teniendo en cuenta que estos tacones me estaban matando en vida. Mi celular comenzó a sonar, por lo que tuve que buscarlo entre todas las cosas que llevaba en mi cartera y cuando lo encontré, fruncí un poco del ceño al ver que se trataba de un número desconocido.

-¿Aló?

Se escuchó una respiración desde la otra línea y me tuve que detener frente a una tienda de mascotas, mis ojos se abrieron al ver a Chifuyu, pero decidí que sería mejor idea ignorarlo cuando nuestra amistad acabó luego de tantos años. Volví a prestar atención a la llamada que aún no cortaba, se seguía escuchando esa respiración masculina que me estaba causando algo de ansiedad. Cargué mi peso en mi pierna derecha y crucé mi mano libre por sobre mi pecho perdiendo la paciencia.

Always with U || Sano ManjiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora