[Cultura Disney]

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DÍA 29

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DÍA 29.

La luz se filtró a través de las cortinas, despertándome de golpe; lo primero que vi fue el impoluto piso de madera. Me quedé quieta, aguantando la respiración al notar la gran mano que me tenía sujeta de la cadera y me pegaba al cuerpo que estaba detrás de mí.

—Oh, lo hicimos otra vez. —susurré en una letanía resignada.

Cerré con fuerza los ojos, sin siquiera tratar de convencerme de que no había pasado lo que pasó la noche anterior y sintiendo un deja vú, me removí delicadamente para apartarme del agarre de Loki.

Con cuidado de no despertarlo, traté de salir velozmente de mi cama, pero una estela de dolor en mis músculos me detuvo. Hice una mueca por el ligero dolor que sentía en mi cadera.

Volví a moverme, pero un resoplido en mi nuca me detuvo nuevamente. Sin querer girar para comprobar que Loki seguía dormido, me quedé estática, tratando de captar con mis demás sentidos el estado de mi compañero de cama.

Estuve en silencio por largos minutos, atenta a cualquier ruido que pudiera salir del dios, pero al pasar del tiempo, deducí que este seguía dormido y podría huir a la comodidad de mi cocina con tranquilidad.

Con movimientos lentos, aparté el cobertor y sábanas que estaban enredadas en mí y con mucha delicadeza tomé la enorme mano que reposaba en mi vientre, apartándola inmediatamente. Una vez libre del agarre, me senté en la cama y traté de estirar los músculos, soltando un quejido por el dolor que sentí.

—¿Todo bien por ahí?

La divertida voz de Loki me hizo dar un respingo, por lo que me giré a mirarlo con sorpresa.

—Oh, estás despierto. —sonreí levemente.

Los ojos del pelinegro lucían más azules que de costumbre, brillantes, divertidos y atentos a cualquier movimiento que hacía; sus rizos eran un desastre sobre la almohada, enredados entre sí y aplanados por partes.

Lo que no pude evitar notar, eran los rasguños profundos nuevamente marcados en su espalda.

Hice una mueca ante eso, mitad culpa y mitad diversión, que el de ojos azules debió notar, pues on burla alzó una mano a su espalda y tocó los aruños superficialmente.

—Voy a asumir que tu mirada culpable se debe a que de nuevo me has dejado aruñada la espalda, ¿verdad, preciosa?

Reí levemente, rodando los ojos con gracia, al mismo tiempo que me ponía de pie, recibiendo un silbido apreciativo de Loki.

—Cállate.

—Yo no soy el que está con su bella desnudez al aire.

—Y seguro no es algo que no hayas visto antes, así que bájale, cuernitos. —sonreí sin mostrar los dientes.

Elígeme [Thor, Loki y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora