Elígeme [Thor, Loki y tú]

[Amor]

DÍA 09.

Miró la hora en el reloj de su pared y al ver que no pasaba de las diez de la noche, decidió hacer una limpieza exhaustiva a su casa. Necesitaba hacer algo para ocupar su mente en cualquier otra cosa que no sean sus problemas.

Inició en la cocina, lavando y reorganizando toda la vajilla que tenía, preguntándose de donde habrá sacado su hermano todo el amueblado de las casas de Nuevo Asgard. Después de eso, limpió el refrigerador, el suelo, dejando todo reluciente con los artefactos de limpieza.

Luego de limpiar toda la cocina y el pequeño comedor, se dirigió hacia la sala y pasó la aspiradora por todo el lugar, hasta llegar a su habitación, donde decidió que sería una buena idea reorganizar su clóset, para mantener sus trajes más pulcros, pero esa idea se esfumó al instante al ver unas prendas femeninas al costado de las propias suyas; negándose a pensar en ella, se dirigió a limpiar el baño, dejándolo incluso más blanco de lo que ya era.

Cuando se halló satisfecho con su limpieza extrema y decidió darla por terminada, eran más de las dos de la mañana.

Una hora ideal para pensar en la preciosa mujer de ojos verdes.

Pero, no fue un simple pensamiento, porque al parecer, había invocado a la misma.

Unos golpes en la puerta lo pusieron nervioso, porque casi podía intuir a quien pertenecían.

—¡Loooooooki! —gritó ella al otro lado de la puerta— ¡Loki! Sé que estás ahí, veo la luz prendida.

Escuchó una risita infantil provenir de afuera, mientras los toquidos en la puerta continuaban.

Se acercó lentamente, quitando el seguro de la puerta y finalmente abriéndola, para que en ese momento una mujer de cabellos cortos, tambaleante y con un olor extraño proviniendo de ella entrara a la casa.

—¿Qué te pasa?

—¡Loooooki! —lo tomó del rostro cariñosamente— Vaya, ¡sí que eres guapo!

Ahí fue cuando Loki se dio cuenta.

___ está ebria.

___ Turner, bebió de más.

Ebria, tierna y tonta.

Aún así, hizo una pregunta muy tonta:

—¿Has bebido, mujer?

Ella soltó otra risita, negando con la cabeza.

—Nope.

La vio tambalearse hasta quedar en medio de la sala, mientras mantenía una mirada confusa, que cambió por una sonrisa dulcr en cuanto volvió a verlo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó.

—Volver a casa.

El pelinegro se estrujó la cara con un poco de estrés ante la situación, en seguida, la diosa hizo un puchero.