Elígeme [Thor, Loki y tú]

[Perdidamente]

—¿Qué haces?

—Tenemos que enjuagar esto, ___. Ponerte una vendita o algo. —gesticuló y seguimos caminando.

Al llegar al baño, hizo que me sentara sobre la tapa del inodoro y buscó entre las cosas algo para curarme, tomó un paño humedecido y una bandita; tomó mi mano, empezando a limpiar cuidadosamente la sangre que se había acumulado alrededor de la herida. Lo observaba en silencio, deleitándome ante la imagen de un Loki con el cabello revuelto, el labio atrapado entre los dientes en un gesto de concentración y las manos cuidadosas como si yo fuera un cristal.

Solté un suspiro, sintiéndome tranquila en ese momento.

—¿Duele? —preguntó alzando la cabeza para mirarme.

Solo atiné a negar con la cabeza en ese momento, conmovida por la preocupación que se revelaba en los bonitos ojos azules del pelinegro.

El asintió, centrándose nuevamente en su tarea, limpiándome, para después secarme, de esta forma pudo colocar la bandita.

—Gracias. —sonreí mirando mi mano.

Se aproximó hasta a mí para abrazarme, enterrando su rostro en mi cuello y soltando una bocanada de aire que me hizo reír.

Nos mantuvimos abrazados, tranquilizando nuestros corazones, calmando nuestras ansias del otro y llenando ese vacío que ambos habíamos sentido durante el día por no haber podido estar juntos.

Nos estábamos acostumbrando demasiado a estar todo el tiempo posible juntos.

Loki fue el primero en separarse lentamente y atacar mis labios en un beso demandante y hambriento, que pronto se transformó en algo más desesperado, como si quisiera expresar todo lo que me extrañó.

Nos separamos al cabo de unos minutos, mientras mantenía una sonrisa embobada hacia el dios, que me miraba con alegría.

—Y, ¿qué hiciste al irte? —le pregunté en un tono juguetón.

—Reunirme con Thor —bufó— Al parecer está muy intrigado en tu charla con el señor Turner.

—¿Ah sí?

—Ajá... —hizo una pausa y me miró pensativo— Tuvimos una discusión sobre quien vendría a verte.

Rodé los ojos.

—Dejen de pelear por mí, son hermanos.

—Sí, pero eso no significa que sea mi persona en el mundo, preciosa. Tenlo por seguro. —chasqueó la lengua con fastidio.

Rodé los ojos nuevamente, pero esta vez le di una ligera caricia en la mejilla, buscando relajarlo.

—Por favor, lleva la carrera en paz.

—Creo que no me apetece hablar de mi hermano que muy pronto será tu esposo, ahora mismo.

Solté un suspiro ante su comentario y decidí salir de allí, dirigiéndome a la sala nuevamente, para encontrar allí dos mochilas de tamaño mediano, en el suelo de la alfombra.