Los días siguientes transcurrieron en una especie de ensoñación.

La primera mañana que se encontró abrazado a Grantaire al despertar, Enjolras pensó que tal vez aún no estaba despierto de verdad, sino que seguía durmiendo. Que los recuerdos que guardaba del día anterior, del atardecer en la colina y la conversación al regresar a casa, habían formado parte de alguna clase de sueño del que, incluso en ese momento, todavía no había salido del todo.

Y, sin embargo, sabía que no era así. Que los gestos que había intercambiado el día anterior con el que hasta entonces solo había sido su amigo, los besos, las palabras de amor, habían sido reales. Los había visto como algo natural en el momento, algo casi inevitable, algo que se había producido entre ellos porque las cosas solo podían ser de esa manera después de tantos meses de asombros y admiraciones, de compañía y secretos compartidos, de conocerse mejor el uno al otro poco a poco. Durante ese tiempo, era lógico, su aprecio por Grantaire había ido creciendo gradualmente; durante esas últimas semanas, era lógico, había comenzado a sentir por él un progresivo afecto que, más allá de la amistad que ya le profesaba, lo había sorprendido por su intensidad. Y, ante esa nueva conciencia, ante la revelación de que algo había cambiado en su interior sin que apenas se hubiera dado cuenta, Enjolras se había preguntado más de una vez —con cuidadosa reflexión— por qué solo ahora, después de tantos años, le parecía ver a Grantaire con otra luz...

Esa mañana, bajo la claridad tenue que atravesaba la ventana del dormitorio, mientras lo observaba dormir a su lado y le apartaba delicadamente los cabellos del rostro, se preguntó lo mismo. Y, sin embargo, pronto esbozó una sonrisa, conociendo la respuesta.

—Grantaire —susurró, dándole un suave toque en el hombro—. Grantaire...

Grantaire gruñó un poco, pero solo se acurrucó más contra él, ocultando el rostro en la almohada. Enjolras lo observó con silenciosa fascinación, pensando en cómo, a pesar de que hacía ya un tiempo que habían estado durmiendo juntos todas las noches, nunca había sido de esa forma. Hasta entonces, sentir la compañía de Grantaire a cierta distancia de él, cerca, pero en otra cama, había sido reconfortante, una manera de procurar el calor en invierno y de combatir la soledad después. Ahora, sin embargo, fue repentinamente consciente de que esa era la primera vez que se paraba a contemplarlo mientras se debatía contra los últimos retazos del sueño, la primera vez que se paraba a verlo despertar...

Quería hacerlo, inexplicablemente. Quería ver cómo Grantaire abría los ojos y recibía un nuevo día, cómo afrontaba esa mañana que parecía como cualquier otra, pero que era completamente anómala al mismo tiempo. Cómo se sorprendería, como él, y luego, quería pensar, simplemente sonreiría, como él, con esa sonrisa suya que era reticente a veces, salvaje otras, pero que siempre concedía a su rostro una gracia especial, como si lo llenara de vida.

Enjolras pasó a darle toques en un brazo, insistiendo con más empeño, pero igual suavidad.

—Despierta —siguió susurrando, sabiendo bien que, en realidad, no tenía por qué hacer aquello. Que Grantaire, a diferencia de él, no tenía un horario estricto, por lo que podía seguir durmiendo si quería, a expensas de que él tuviera que marcharse. Pero se dio cuenta, con una sensación de sorpresa y ridículo a partes iguales, de que no quería irse sin darle los buenos días primero. No ese día, al menos.

Finalmente, Grantaire se revolvió un poco en las mantas y alzó la cabeza, el cabello arremolinado tapándole los ojos. Enjolras lo observó con una pequeña sonrisa, satisfecho, mientras dejaba escapar un bostezo y parpadeaba, terminando de liberarse del adormecimiento que lo aturdía...

Hasta que lo miró a él y, con una sonrisa perezosa, inclinó la cabeza.

—Buenos días.

Enjolras lo imitó, preguntándose, al mismo tiempo, cuánto tardaría en reaccionar. Decidió que podía proporcionarle una pequeña ayuda y se inclinó para apartarle el pelo del rostro una vez más, acariciándole la frente.

"Amor, tuyo es el porvenir"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora