XI

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Otro chasquido resonó. Se separaron algo agitados.

—P-Profesor...

—Soobin...

Aún su mano estaba sobre la mejilla del más alto y por lo tanto sus dedos aún acariciaban su palma.

—Y-Yo... —fue callado al ser besado de nuevo. Y claro que correspondió al instante.

Estaba confundido. Demasiado. No era como todos decían.

Tal vez sus padres decían que los homosexuales daban asco. Pero ahora su nuevo sabor favorito eran los labios de su maestro. De su maestro hombre.

Se separó de él de nuevo.

—Soobin. Hay algo que quiero decirte.

Estaba cansado de ocultarlo. Quería decirle todo lo que sentía ahora.

—¿Q-Qué es?...

—Suena raro pero... yo... yo...

¿Era lo que pensaba?

—Desde que entraste por esta puerta. No he dejado de pensar en ti. —señaló, nervioso.

Este se sorprendió por su confesión. Y sus mejillas se ruborizaron.

—Soobin... yo...

No podía soltarlo.

—Ah, perdón. —se cubrió el rostro con las manos, negando.

—¿U-Usted qué... ? —preguntó nervioso a más no poder.

—Tú... tú... me... gustas, Soobin.

Pero era un hombre.

—Usted también... usted también m-me gusta... —dijo con la voz temblorosa.

Decidió mandar todo a la mierda.

Su felicidad era tanta, que describirla era imposible.

Que su maestro gustara de él.

Fue corto el tiempo en que ahora se besaban con desesperación. Su amor era mutuo. Los dos se amaban por igual. Y aquella noche lo supieron.

Sus bocas vírgenes e inexpertas se fundían con frenesí, sólo siguiendo las órdenes de lo que sus corazones les dictaba.

Pasó poco el tiempo en el que ahora Soobin estaba acorralado, su cuerpo chocaba con una carpeta.

Si hubiera luz, Yeonjun vería su hermoso rostro sonrojado. Soobin vería que aquello era real y no un sueño.

Al ser el mayor, inexperto, mordió de casualidad el labio inferior de su alumno. Oyendo un gemido.

Choi amando aquel dulce sonido. Con locura.

Todo de Soobin era lindo. Todo.

—A-Ah... n-no... —pasó sus brazos por su cuello. Para besarlo de nueva vuelta, sintiendo la lengua de su profesor dentro de su cavidad.

Tal vez era algo que Yeonjun quería probar. Puesto que nunca había hecho aquello, y al adentrarse, perfectamente podía afirmar que aquella era la mejor sensación del mundo. El sabor de Soobin lo embriagaba.

Quiso llamarlo por su nombre, pero sintió que no era correcto.

Y como si su tutor lo hubiera adivinado...

—Llámame Yeonjun. Amaría si lo haces, Soobinnie.—haciendo al menor tensarse no sólo por su pedido, sino también por su apodo nuevo.

—¿P-Profesor... Y-Yeonjun?—pronunció nervioso.

♰|Castigo de Dios ©yeonbin ¡◌⚟┆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora