XXXIII

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—Eres bienvenido, hijo, libre eres de confesar tus pecados. Ten por seguro que Dios misericordioso, te podrá perdonar.—la voz del anciano, resonó.

Sunghoon estaba nervioso y mucho. A pesar de no ver al sacerdote, no podía soltar palabra alguna.

—Y-Yo... y-yo...

—Sin prisas, hijo mío. Dios te esperará lo suficientemente. Sin apuros.

—B-Bueno... y-yo... yo...

Tragó saliva.

Le tenía mucho aprecio a su profesor. Y es por eso que confesaría lo visto sin mencionar nombres.

En primer lugar no estaría confesando, de no ser porque de verdad se sentía extraño.

—Yo... bueno... ví a... dos... d-dos hombres...

—¿Dos hombres, hijo?

—Sí, p-padre...

—Eso es normal, hijo. Tú también eres un hombre...

—N-No... vi... a-a d-dos hombres... b-be-be-be... — comenzó a jugar con sus dedos.

—¿Be...?, hijo, se más exacto. Por favor.

—Vi a dos hombres besándose. —lo dijo rápido y claro.

Un silencio reinó.

—¿Disculpa, hijo, oí mal?

—No, padre... y-yo... me siento muy mal... de verdad los vi...

El anciano formó una mueca.

—¿Quiénes fueron? —dijo en un tono severo.

Violando por completo las reglas de al momento de recibir una confesión. Mantener oculta la identidad de quien confesaba o de saberla.

—N-No puedo decirle... pero p-por favor, perdóneme p-por ver eso... y-yo de verdad...

—No te preocupes, hijo. No es tu culpa. Sino de los impuros que viste. —mencionó casi molesto. —Espero que a quienes hayas visto, encuentren el camino correcto. Que Dios los bendiga y los guíe al camino de la pureza.

Sunghoon comenzó a rezar en aquel momento. Nervioso.

—G-Gracias, p-padre.

—Gracias a ti, hijo, por tener la valentía de confesar aquello. Puedes retirarte...

Y así fue. Porque oyó el sonido de la cortina ser apartada y unos pasos alejarse rápidamente.

De inmediato, se masajeó la sien, aturdido, molesto y nervioso.

¿Dos hombres besándose?

¿En el Internado en el que estaba encargado de cuidar y vigilar?

Tal vez estaba ahí como un sacerdote retirado. Pero lo que nadie sabía es que nunca se retiró. Solo era una fachada para poder vigilar todo.

Y recibir la noticia de que habían impuros, lo asustó.

El señor Park, parecía estar viejo, pero era del tipo de persona que odiarías tener de maestro. Su faceta amable y comprensiva era mentira.

Era manipulador y de mente cerrada.

Y, muy creyente de Dios.

Tomó su walkie talkie.

—Seokjin, escucha bien lo que te voy a decir.

Sí, señor Park. ¿En qué le puedo ayudar?

Sobre la seguridad de las habitaciones. Quiero cambiar los horarios.

Claro, está bien. ¿Qué horario desea?

♰|Castigo de Dios ©yeonbin ¡◌⚟┆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora