LXXI

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—¿De que quería hablar conmigo, Señor Park?

El de canas carraspeó. Acomodándose la túnica que llevaba puesta, levantó la vista viendo la fornida espalda de quien era el director del Internado.

Nervioso abrió los labios, sus ojos arrugándose por la edad.

—Señor, me preguntaba si... me podría... bueno... prestar la base de datos del alumnado. La completa, se-

—Es un rotundo no. Lamento no poder serle de ayuda. —giró encarando al hombre mayor. Quien estaba nervioso porque tenía miedo de que aquel le preguntara el motivo del porqué le hacía tal pedido.

—Necesito... necesito con urgencia la base de datos, señor. Solo la revisaré un momento, es para una investigación que estoy realizando. Sí...

—¿Investigación?

—Sí, señor. —bajó la vista. No deseaba que le consultara. No.

—¿De qué?

—Deseaba filtrar algunos alumnos —mintió rápidamente.—para la candidatura de la mano derecha del...

—Es un barbaridad. ¿Hasta ahora no encuentra candidatos?

Sunghoon y Han sorprendentemente negaron querer ir luego de la primera semana de prueba. Tenía que consultar demás salones. Y lo iba a hacer de no ser por el incidente de la pareja homosexual repentina que lo tomó muy desprevenido.

—Perdón, señor.

—Aún así la respuesta es no. Faltan pocas semanas para la culminación del primer año de muchos estudiantes. Tenemos miles de preparativos que hacer. Las monjas ya encontraron candidatas con facilidad, ¿y usted que es un hombre, no? ¿acaso las mujeres le van a ganar a usted?

Apretó los puños. Estaba impotente.

—No, señor. De nuevo, discúlpeme.

—Retírese de mi oficina. Y vuelva al encontrar candidatos por su propia cuenta. No necesita de mi base de datos. Para eso le pago, anciano Park.

Estaba perdido. La última alternativa falló.

Solo le quedaba mañana. En donde supuestamente la mayoría de alumnos que incumplió con el uniforme de traje de baño, se adecuaría a su reglamento impuesto y al fin podría ver sus cuerpos.

Esperaba que aquella última esperanza se diera.

—Iniciamos con el último paso del plan

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—Iniciamos con el último paso del plan.

—¿Por qué no llamaste a los demás también?

—No lo vi necesario. —con una sonrisita, dijo. —Solo los necesito a ustedes.

—¿Yo también? —musitó Hueningkai, señalándose a sí mismo. Confundido por sentir ser el mal tercio de los cuatro.

—Sí. No molestas así que sí.—el menor suspiró, aliviado.

♰|Castigo de Dios ©yeonbin ¡◌⚟┆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora